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¿Cuál es su perspectiva sobre la actual cartera de Comercio, que usted dirigió?
La actual cartera tiene hoy un gran desafío y es entender que el sector privado es un gran protagonista del crecimiento de Colombia. Sin él, es imposible que este país crezca de manera significativa. Asimismo, tiene el reto de construir un consenso con el sector empresarial para hacer una propuesta de reactivación económica, porque estamos viviendo una desaceleración profunda, con una caída en la inversión privada que se requiere.
¿Ve alguna virtud o cualidad a destacar de este ministerio o cree qué hay más desaciertos que aciertos?
Yo creo que la cartera ha construido cosas interesantes. Por ejemplo, hizo una política de comercio exterior que abrió nuevos mercados y puso el precedente de que Colombia es el país de la belleza, y creo que ese planteamiento significa una oportunidad de turismo sostenible, que materializa la ley que presenté y fue aprobada en el Congreso. Ahora, creo que hace falta pensar en cómo lograr atraer más inversión extranjera al país y generarle más tranquilidad al sector de hidrocarburos y minero.
Hablemos de su trasegar como ministro: ¿aspiraba a este cargo? ¿Qué pensó el día de su nombramiento?
Yo nunca imaginé ser ministro. Llevaba 27 años de vida en profesiones dedicadas a la academia, como profesor y rector. No pensé que fuera a hacer esa transición entre la academia y el sector público; sobre todo, porque no tenía ninguna afiliación política. El presidente Iván Duque confió en mí y me hizo la propuesta de ser el ministro de Comercio, Industria y Turismo, que me encantaba porque yo había sido rector del CESA, que es una escuela de negocios y también porque conozco el sector. Pero lo que más me gustó fue mi reto de hacer un país de emprendedores, innovador y competitivo con el sector privado. Los dos meses antes del inicio del Gobierno, yo no hice más que estudiar todos los días.
¿Qué lo hace sentir orgulloso de esa gestión?
Desde el punto de vista de iniciativas, me hace sentir satisfecho el haber formulado dos leyes al Congreso de la República, que fueron aprobadas y eran claves de la economía: la Ley de Turismo Sostenible y la Ley de Emprendimiento. Eran temas que no tenían legislación o estaban desactualizados. También me llena de satisfacción el haber logrado la aprobación del Acuerdo de Libre Comercio con el Reino Unido y lo que se hizo durante la pandemia, un momento en el que me propuse ser un constructor de esperanza para los sectores, pero también me convertí en un psicólogo de la industria del comercio y el turismo, porque todos los días me llamaban para saber qué iba a pasar.
¿Y cree que tuvo errores? ¿Cuáles?
La frustración más grande fue cuando estuve en Hacienda, en donde no pude, a pesar de que lo intenté dos veces, sacar adelante el proyecto de ley para luchar contra el gota a gota y el pagadiario. A mí me duele que el comerciante, el tendero o quien sea tenga que acudir a estas instancias, que es una forma de esclavitud moderna. El Congreso no me ayudó con eso.
El gobierno del expresidente Duque fue uno de los más criticados y cuestionados. Gran parte de esa oposición y de los reclamos se vieron reflejados en las movilizaciones del 2021. ¿Cómo lo afrontó y qué reflexionó sobre esto?
Nos tocó vivir momentos difíciles por la pandemia y las protestas sociales, pero eso lo único que hacía era animarnos a trabajar con más ahínco y fuerza para entender al ciudadano que estaba reclamando. Recuerdo que a mí me tocó heredar el momento en el que la reforma tributaria se cayó; sin embargo, mi experiencia en la academia me enseñó a construir consensos y escuchar a la gente. Yo no me frustré ni me sentí derrotado, entré a hacer lo que tenía que hacer: oír y recorrer el país.
¿Hubo algo que lo desencantó del mundo político?
No, yo lo que diría es que, al contrario, uno lo que quisiera es que ojalá los días tuvieran más horas para poder responder a las necesidades de la gente. A pesar de todas las oportunidades que tiene Colombia, no hemos logrado dar respuesta a las problemáticas del país. Eso frustra, además, del exceso de burocracia.
Otra de sus facetas, que actualmente está ejerciendo, es la de profesor y rector. ¿Qué ha aprendido de sus estudiantes? ¿Le han renovado su visión sobre el mundo?
Cuando uno está en contacto con los estudiantes, se le despierta la pasión por el futuro del país, porque ellos le entregan a uno esa dosis de esperanza que se puede perder como adulto. Los jóvenes tienen una visión a largo plazo, pero, sobre todo, tienen el anhelo de que habrá un mejor país. Además, lo ponen a uno en contacto con las nuevas realidades y nos hacen conscientes de la sostenibilidad y del valor de construir en la diferencia: a que no hay que quedarse en una orilla del puente, sino que hay que tener la capacidad de recorrerlo y descubrir que nos podemos poner de acuerdo.
Una de sus líneas de enseñanza está relacionada con la felicidad para el liderazgo, cuénteme qué lo hace feliz a usted...
Mucha gente cree que la felicidad está en el poder, el prestigio y el dinero. La vida me ha regalado la posibilidad de tener las tres, aunque no soy millonario, pero sí vivo dignamente. Pero la felicidad no está ahí. Yo he llegado a la conclusión de que se encuentra en las relaciones humanas. Por ejemplo, a mí me hace feliz mi familia, de quienes aprendo todos los días.
¿Pero en algún momento se ha sentido infeliz?
Yo nunca he estado infeliz, sino triste. La muerte de mi padre fue difícil para mí, porque además ocurrió en medio de una quiebra económica muy fuerte. Me afecta que no pude convencerlo de que se dejara apoyar. Y ese es mi mensaje para los papás: déjense ayudar.
¿Será candidato presidencial para el 2026?
Siempre he dicho que mi vocación es el servicio al bien común, y uno lo puede hacer desde distintos escenarios, sea desde lo público, la academia o la empresa. Siempre trabajaré por eso. Es más, yo en la vida he tenido oportunidades para hacer dinero y nunca fue mi prioridad, porque siempre he creído que lo importante es vivir dignamente.