Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En noviembre del año pasado, estaba Josean Ramos en un apartaestudio del barrio Belén en Bogotá, lanzando trinos sobre la aparición de su novela La espada de Bolívar: Soy la espada y soy la herida, en la edición colombiana de Controversia Editorial. A esos disparos verbales al aire sobre este misterioso episodio se sumó la respuesta espontánea y reveladora del infatigable Antonio Navarro Wolf, quien olfateó qué anunciaban los mensajes y a quemarropa devolvió un tweet al novelista boricua: “Dónde estaba la espada de Bolívar fue el principal secreto del M19. Cuando me detuvieron en agosto de 1980, la primera pregunta que me hicieron en la Escuela de caballería, fue: ¿Dónde está la espada de Bolívar? No tenía la menor idea”.
Ese secreto que se mantuvo oculto durante 17 años y que abarca el episodio del robo de la espada de Bolívar en 1974 en la Casa Museo Quinta de Bolívar en Bogotá, hasta su aparición en 1991 en La Habana y su posterior entrega por parte del M19 al Presidente Cesar Gaviria en ese mismo año, es el que devela en sus 382 páginas a través de un relato frenético y detallado la novela de Josean Ramos para narrarnos entre la ficción y la historia, el enigma de la trayectoria que tuvo la espada durante más de una década de vida clandestina.
Josean Ramos, autor también de la famosa novela sobre el cantante Daniel Santos Vengo a decirle adiós a los muchachos, escudriñó los secretos y los laberintos reales e imaginarios que se cruzan en su relato y sobre el que la escritora colombiana Laura Restrepo ha dicho que “De las muchas espadas que tuvo Bolívar, la única que pasó a la historia, fue la que el M-19 puso a combatir”.
¿Que motiva a un periodista y escritor de origen puertorriqueño a novelar una historia vinculada a los orígenes del Movimiento Guerrillero 19 de abril?
“Mi interés por el tema de la espada de Bolívar surgió en el 2016, cuando fui invitado al Festival Amigos del Bolero de Manizales, para presentar mi novela sobre Daniel Santos Vengo a decirle adiós a los muchachos, en conmemoración de su centenario. Lo que inició como una presentación para un grupo de melómanos, se convirtió en una gira por diversos poblados de Colombia, que nos llevó a vivir en Medellín durante seis meses. Ese año se celebran en La Habana las conversaciones entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos, encaminadas a lograr la paz tras más de medio siglo del conflicto armado. Quise conocer más sobre los grupos guerrilleros y en investigar a fondo los orígenes de la violencia en Colombia. Un viejo librero de Junín me recomendó iniciar el estudio con el libro de Olga Behar Las guerras de la paz. Lo fui leyendo, conociendo las luchas de los legendarios guerrilleros Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo” y Guadalupe Salcedo en los Llanos Orientales; de las llamadas “naciones estados” y de la masacre de Marquetalia, que dio origen a las FARC. Al llegar a una entrevista que le hizo Olga Behar al comandante Álvaro Fayad, en la cual detalla el robo de la espada de Bolívar para usarla como bandera de lucha en sus operativos políticos y militares, quedé tan impactado con la historia, que le dije a mi esposa: “Ya tengo el tema de mi próxima novela”.
La Espada de Bolívar. Soy la espada y soy la herida mezcla de forma muy íntima lo real y lo imaginario. ¿En dónde radicó el desafío para escribirla?
“El desafío mayor al escribir la novela entre la ficción y la historia fue el enigma de la trayectoria que tuvo la espada durante su vida clandestina, así como los custodios que la protegieron en y fuera de Colombia. La orden del gobierno era recuperar la espada a como diera lugar, lo cual llevó a los dirigentes del M-19 a esconderla en los lugares menos imaginables. Por aquello de la compartimentación, nadie en el grupo conocía el paradero de la espada, salvo el comandante y el segundo en mando, y éstos se llevaron el secreto a la tumba fría. Había que tratar de atar los cabos sueltos, para imaginar los posibles custodios… y eso fue lo que intenté hacer al novelar los hechos, imaginar la ruta de la espada. El contexto político y militar, en cambio, es producto de una profunda investigación histórica del M-19 con las fuentes primarias, principalmente testimonios íntimos de algunos de los sobrevinientes, incluyendo a su ultimo comandante en jefe, Antonio Navarro Wolff.
¿Hubo un límite ético o político en el proceso de escribirla?
“Novelar estos hechos tan sensibles para el pueblo colombiano, conlleva una gran responsabilidad ética y política, más aún si todavía hay algunos sobrevivientes y, sobre todo, si quien escribe es un extranjero. Como creador, trato de fijarme unos parámetros muy claros al momento de establecer el tratamiento literario que le daré a la información histórica. El hecho de que los personajes de la novela sean figuras de carne y hueso, salvo la protagónica espada, me limita en el proceso de caracterizarlos, pues ya tienen una personalidad definida que no debo alterar. Y aunque lo que se narra de la espada junto a sus variados custodios sea pura ficción, las características de estos personajes resultan ser las propias. Ya con el protagonista, que es la espada de Bolívar, el asunto cambia drásticamente, pues el desconocimiento de su ruta y la leyenda en torno a ella, me permiten imaginar su trayectoria clandestina, desde que “El Turco” Fayad rompió la urna de cristal y se la robó en 1974, hasta que la entregaron en la Quinta de Bolívar los hijos de los excomandantes del M-19 en 1991″.
Según la leyenda real la espada robada estuvo en casa de matronas, poetas, escritores, músicos, patriotas, guerrilleros, artistas, narcos y varios presidentes de América Latina. ¿En esa perspectiva por qué consideró importante novelar un hecho que en sí mismo superaba la ficción?
“Decidí novelar la trayectoria de la espada, porque me pareció una historia fabulosa, cuya leyenda nadie se había dado en documentar a fondo”.
¿Cuál fue el testimonio o la fuente viva que más lo conmovió para la trama novelística de esta obra?
“La fuerza y el poder en el simbolismo de la espada, que se manifestó en el inusitado interés de las agencias de seguridad por recuperarla, respondiendo a la creencia de que quien posea la espada ostenta el poder. De ahí que, al recuperarla en 1991, por orden del gobierno permaneció sepultada en una bóveda del séptimo subsuelo del Banco de la República. Me contaron algunos exmilitantes torturados, que durante los interrogatorios lo primero que les preguntaban era el lugar donde escondían la espada de Bolívar. También me conmovieron los testimonios de los exmilitantes del Comando Superior, como Antonio Navarro Wolff, Vera Grabe, Otty Patiño, Arjaid Artunduaga, Carlos Sánchez y otros exguerrilleros que no debo mencionar”.
¿Qué tan determinante fue el acceso a los documentos originales de la colección del M-19 en la Biblioteca Luis Ángel Arango, donados por Vera Grabe, directora del Observatorio para la Paz?
“Me ayudaron a armar los principales operativos políticos y militares del M-19, que en la novela sirven de contexto a la ruta de la espada. También fueron de gran ayuda los libros del historiador oficial del M-19, Darío Villamizar, de las periodistas Patricia Lara, Olga Behar y Laura Restrepo, así como las obras de Germán Castro Caicedo, Hollman Morris, Rosemberg Pabón y otros autores que me prestaron sus voces para relatar esta historia”.
¿En la vida real cuál fue el hecho más intrigante, paradójico o insólito?
“El hecho más intrigante fue conseguir la clave que habían acordado enviarles los directivos del M-19 a los funcionarios cubanos, para saber dónde estaba y así poder recuperar la espada de Bolívar. Durante el proceso de paz, la devolución de la espada resultó un elemento de presión por parte del gobierno, pero los directivos del Eme no sabían dónde estaba, ya que desde la muerte del general Torrijos le habían perdido el rastro. Ante la presión, Navarro Wolff abrió un sobre con la clave para publicarla en un clasificado y avisarles a los cubanos que la devolvieran. Busqué los clasificados en periódicos de la época y resultaba difícil encontrar uno con el mensaje cifrado en una clave que solo ellos conocían. Pregunté a mis fuentes y nadie tenía conocimiento de tales clasificados. Afortunadamente, contacté al exmilitante y constituyente Otty Patiño, que fue quien pautó los clasificados en varios periódicos, y me dio los recibos con el mensaje cifrado en la frase: “Se compra quinta en Bogotá construida en 1974, favor de comunicarse con Emeterio”.
En la novela, ¿cuál de sus personajes considera el más apegado a la espada de Bolívar?
“Los personajes más apegados a la espada son León de Greiff, Luis Vidales, Teresita Gómez, Feliza Bursztyn y García Márquez. Todos expresan devoción por la espada y su simbolismo”.
Usted confesó en una entrevista que “Soy la espada y soy la herida” es una novela colombiana. ¿Podría considerarse latinoamericana y de algún modo también puertorriqueña esta historia?
“De la misma manera que “El Cumbanchero” se considera una canción cubana, aunque haya sido escrita por el compositor puertorriqueño Rafael Hernández, considero que es una novela colombiana, aunque la haya escrito un autor boricua. También se puede considerar latinoamericana, pues en el fondo refleja la política bélica gringa hacia Latinoamérica y el Caribe, del cual forma parte también Puerto Rico”.
¿Cómo fue la recepción de la novela en su país Puerto Rico?
“Salvo a un puñado de amigos, esos temas no interesan en Puerto Rico, quizás porque muchos letrados aún andan distraídos en su insularismo del 100 X 35. Tanto así, que algunos me han reprochado haberme apartado de los temas tradicionales y denunciar “nuestra realidad colonial”, como si fuéramos el ombligo del mundo”.
¿Qué lectura le dejó la presencia de la Espada del Libertador en la posesión del presidente Gustavo Petro?
“Llegamos a Bogotá dos días antes de la toma de posesión del presidente Petro, y nunca imaginé que iba a presenciar el revuelo de la espada durante la envestidura. A mi juicio, la lectura que dejó su presencia durante la ceremonia, fue la fuerza y el poder de su simbolismo; la primera orden del presidente a su Guardia de Honor fue, precisamente, traer allí la espada de Bolívar. Debieron esperar media hora, hasta que hizo su entrada triunfal ante el disgusto del rey de España. Durante esa larga espera, me emocionó mucho ver a uno de los personajes de la novela, la virtuosa pianista Teresita Gómez, quien debió improvisar un concierto de piano sublime para salvar la tarde”.
¿Para qué sirve la espada de Simón Bolívar en los imaginarios culturales del Siglo XXI?
“La espada podría llegar a convertirse en un referente de acción y resistencia, que propicie nuevas luchas por las reivindicaciones sociales y ambientales de la patria”.
¿Es Bolívar un mito?
“Simón Bolívar constituye un mito universal, pues solo un hombre de su grandeza es capaz de generar un sinnúmero de sentimientos y opiniones apasionados, tanto a favor como en contra”.
¿Qué tan significativo resulta para usted que el custodio ahora de la espada de Bolívar sea el presidente Gustavo Petro, un exmilitante del M 19?
“Tras la elección del presidente Petro, volvió al poder popular, como pretendió Jaime Bateman al ordenar el operativo. Escribí un epílogo para la edición colombiana “El revuelo de la espada”, que narra las interioridades de lo que aconteció desde el instante cuando el expresidente Duque le mostró a Petro la espada, hasta que el presidente Petro dio su primera orden presidencial. Con eso se cierra el ciclo, pues vuelve a brillar la gloriosa espada de Bolívar en las manos del pueblo”.
* Periodista e investigador colombiano radicado en México.