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La Tremenda Casa, el “coliving” cultural que apoya a artistas emergentes

Paola Alejo renunció a un “futuro prometedor” por un emprendimiento, ubicado en el sur de Bogotá, que se ha convertido en un espacio de creación, conexión y contacto de redes de trabajo para artistas independientes.

Danelys Vega Cardozo
18 de agosto de 2023 - 12:00 p. m.
Paola Alejo es economista y trabajó durante tres años en el Ministerio de Hacienda.
Paola Alejo es economista y trabajó durante tres años en el Ministerio de Hacienda.
Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado
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En 2017, usted creó la Tremenda Casa, un “coliving” que se transformó también en un espacio cultural…

Desde que nosotros pensamos en un coliving lo hicimos con el interés de colectivizar el espacio para actividades comunitarias. Desde la universidad estuve involucrada con el arte y los procesos colectivos. Tanto mi primo Ismael Iglesias, el otro fundador, como yo teníamos una necesidad y una convicción de que compartir en colectivo, alrededor de nuestros intereses, hacía que nos fortaleciéramos en esas áreas. Nosotros nos dimos cuenta de que había una escasez de espacios seguros y con ciertas condiciones que los artistas necesitamos al practicar, reunirnos y mostrar ese arte a otras personas. Como soy economista, lo que planteé con el coliving fue un modelo de negocio que hiciera sostenible el proyecto, sin que el sostenimiento del espacio dependiera de lo cultural.

¿Cómo la ha beneficiado este proyecto en el ámbito profesional?

Este proyecto me ha construido, sobre todo, como una profesional integral en términos de lo empírico, porque si bien había adquirido unas herramientas durante la carrera de Economía, la maestría en Estudios Políticos y mi paso por el Ministerio de Hacienda en temas de planeación e inversión territorial, la Tremenda Casa es la que me ha ayudado a desarrollar las herramientas prácticas y la experiencia para no solo comprender la teoría, sino aclararla a un contexto específico. Entonces, cuando lo conecto con el territorio y el contexto, necesariamente desarrollo otras habilidades: resiliencia, comunicación, la manera creativa de dar respuesta a los retos que tenemos y ayudar a solucionar algún problema de la sociedad, que es el móvil de la Tremenda Casa.

¿Cuáles problemáticas sociales ha resuelto por medio de la Tremenda Casa?

Principalmente resolvemos dos necesidades y problemáticas sociales. Por la parte de coliving o vivienda colectiva, nos enfrentamos a una transformación que ha habido en las formas de habitar las ciudades y las necesidades de los jóvenes. Entonces lo que hacemos es ofrecer no solo un espacio físico, sino también de creación, conexión y contacto de redes de trabajo. Por el lado de la industria cultural y musical, resolvemos las necesidades de artistas emergentes y emprendedores, ofreciéndoles un espacio seguro y creativo para el encuentro y la práctica de su arte, y herramientas de emprendimiento o elementos básicos que necesitan para visibilizar su proyecto.

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Muchos de los artistas que han pasado por la Tremenda Casa son raperos. ¿Por qué?

Primero, porque nuestro proyecto surgió con una intención de aportar conciencia a la sociedad, pues para nosotros era fundamental cuestionarnos sobre nuestras prácticas de vida y nuestra relación en comunidad. Segundo, nuestros intereses personales estuvieron atravesados por el rap, en mi caso debido a la poesía y el contenido de las letras, y en el de mi primo, porque desde los 13 años escucha este género y se ha visto influenciado por él. Además, veíamos que era un sector y una población artística fuertemente estigmatizada. En 2016 y 2017, cuando empezamos a gestionar espacios para el freestyle y el rap, nos dimos cuenta de que había persecución, una señalización por nuestra estética o estilo de música, ligada al vandalismo. Entonces pensamos que era la población que más nos necesitaba y podíamos serles útiles.

¿Cree que esa estigmatización ha cambiado?

Pienso que se ha ido transformando a medida en que tanto las bases artísticas como los procesos alrededor del hip hop, en especial lo relacionado con lo educativo, se han ido fortaleciendo. Entonces, creo que esa percepción ha cambiado en la medida en que nosotros nos hemos apropiado de nuestra cultura y la hemos seguido expresando a través del arte y de espacios como la Tremenda Casa, dignificando nuestras prácticas artísticas e intereses sociales, por medio de un evento abierto al público, una feria que mueve economías locales. Otro factor para tener en cuenta es el crecimiento de la industria musical independiente en los últimos años.

Considerando su trayectoria educativa y profesional. ¿Qué la animó a emprender?

Fue una combinación de variables y condiciones. Por un lado, esta casa, que pertenece a mis abuelos, llevaba un tiempo deshabitada, sin ser rentada, y pensé que no era coherente que tanto mi primo como yo estuviéramos pagando un arriendo, en vez de ayudarles a ellos a que tuvieran un ingreso. Por otro lado, si bien era cierto que tenía una carrera muy bien construida a nivel académico y de investigación, y mi vida iba en un rumbo de crecimiento en el Ministerio de Hacienda y me daba cuenta de que estaba haciendo lo correcto dentro de las ideas de lo que algún día me había planteado y lo que a nivel social es considerado como éxito, al mismo tiempo, observaba que, en mi bienestar y en mi vida en general, no me sentía feliz ni creativa. Además, en cuanto al ritmo de vida, para poder responder por la maestría y el trabajo, era muy poco el tiempo que le dedicaba a otras cosas de mi interés. Todo eso terminó en unos problemas de salud muy fuertes, que derivaron en unas crisis de varios meses. A raíz de eso, quise aprovechar la vida al máximo, me dije: “No quiero volver a perder un segundo de mi vida”. Entonces dejaron de ser importantes ciertos estándares sociales y empezó a ser más relevante el sentido, la esencia.

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¿De qué se trataban esas crisis que mencionaba?

Por un lado, se trató de una crisis de salud mental, porque crecí en un pueblo y a lo largo de mi vida no había tenido una atención psicológica y tenía ritmos de vida muy acelerados. Además, me enfrenté a retos emocionales, porque sentía reprimida mi parte creativa y artística, y eso se conectaba con mi mundo emocional. Entonces, solía reprimir mis emociones y no sabía gestionarla, así que eso desencadenó en niveles de autoexigencia muy altos. Por otro lado, a nivel físico, tuve problemas en mi aparato reproductor, que me llevaron a someterme a una cirugía y estar en una sala de reanimación porque, como contenía tanto el dolor y no lo identificaba, llegó a un punto muy grave. Cuando ingresé a la clínica y los médicos me preguntaron por qué no había ido antes con ese dolor que tenía, me cuestioné: “¿Qué estoy haciendo con mi dolor físico, mental y emocional?”. Esos dolores me llevaron a hacer cambios profundos.

¿Qué precio ha tenido que pagar por tener tiempo?

Los costos son altos, no es un camino de rosas, detrás hay muchas renuncias. Empezando porque hay costos como el cambio de vida, de una trayectoria que llevabas para luego saltar sin certezas, desconociendo si funcionará o no tu proyecto. A mí me costó casi una maestría, un trabajo, en donde luego de mis primeros tres años como economista tenía un sueldo incluso más alto que personas que se habían graduado antes que yo. También un costo de percepciones sociales, de cómo por un tiempo mis familiares y amigos se preguntaban: “¿Qué le pasó a esta chica?”. Creo que esto es un costo porque uno debe pagar el precio de romper las expectativas de los demás, de no cumplir con lo que otros esperan de uno e incluso lo que esperaba partiendo de mis antiguas ideas. Además, a veces he tenido que renunciar a placeres de más corto plazo o estatus o libertad para acceder a ciertas comodidades por pensar a mediano y largo plazo.

A pesar de eso, ¿qué la anima a continuar con este proyecto?

Que esto me da vida.

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Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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