La tremenda “Melancolía” del nuevo Premio Nobel de Literatura
Primer capítulo de una de las novelas emblemáticas del escritor noruego Jon Fosse, cuya traducción al español acaba de llegar a Colombia. Es la invocación del artista noruego del siglo XIX Lars Hertervig, que sufrió una enfermedad mental y murió pobre en 1902. En librerías con el sello editorial Random House.
Jon Fosse * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
Düsseldorf, por la tarde, otoño de 1853: estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje, y no quiero ver a Hans Gude. No quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama. Hoy no tengo fuerzas para ver a Hans Gude. Porque ¿y si a Hans Gude no le gusta el cuadro que estoy pintando y le parece que es penosamente malo, y si le parece que no sirvo para pintar? ¿Y si Hans Gude se pasa su delgada mano por la barba y me mira duramente, con sus rasgados ojos, y me dice que no sé pintar, que no tengo nada que hacer en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, nada que hacer, ya puestos, en ninguna academia de bellas artes? ¿Y si Hans Gude me dice que nunca llegaré a ser pintor? No puedo permitir que Hans Gude me diga eso. Tengo que quedarme en la cama, porque hoy Hans Gude visitará nuestro estudio, visitará el secadero de la buhardilla, donde dibujamos y pintamos dispuestos en hileras, se desplazará de cuadro en cuadro y dirá lo que le parece cada uno de los cuadros, también examinará el mío y lo valorará. (Recomendamos videoentrevista a la escritora Piedad Bonnet, sobre la obra que la partió la vida en dos. Por: Nelson Fredy Padilla).
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Düsseldorf, por la tarde, otoño de 1853: estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje, y no quiero ver a Hans Gude. No quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama. Hoy no tengo fuerzas para ver a Hans Gude. Porque ¿y si a Hans Gude no le gusta el cuadro que estoy pintando y le parece que es penosamente malo, y si le parece que no sirvo para pintar? ¿Y si Hans Gude se pasa su delgada mano por la barba y me mira duramente, con sus rasgados ojos, y me dice que no sé pintar, que no tengo nada que hacer en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, nada que hacer, ya puestos, en ninguna academia de bellas artes? ¿Y si Hans Gude me dice que nunca llegaré a ser pintor? No puedo permitir que Hans Gude me diga eso. Tengo que quedarme en la cama, porque hoy Hans Gude visitará nuestro estudio, visitará el secadero de la buhardilla, donde dibujamos y pintamos dispuestos en hileras, se desplazará de cuadro en cuadro y dirá lo que le parece cada uno de los cuadros, también examinará el mío y lo valorará. (Recomendamos videoentrevista a la escritora Piedad Bonnet, sobre la obra que la partió la vida en dos. Por: Nelson Fredy Padilla).
No quiero ver a Hans Gude. Porque yo sé pintar. Y Gude sabepintar. Y Tidemann sabe pintar. Yo sé pintar. Nadie sabe pintar como pinto yo, excepto Gude. Y luego Tidemann. Y hoy vendrá Gude para ver mi cuadro, pero yo no estaré, yo me quedaré en la cama mirando las musarañas, mirando por la ventana, lo único que quiero es quedarme en la cama con mi elegante traje lila, mi fino y elegante traje, lo único que quiero es seguir aquí, echado en la cama, escuchando los ruidos de la calle. No quiero ir al estudio. Solo quiero quedarme en la cama. No quiero ver a Hans Gude. Estoy echado en la cama, con las piernas cruzadas, estoy echado en la cama con la ropa puesta, envuelto en mi traje de terciopelo de color lila. Mirando las musarañas. Hoy no iré al estudio.
Y en una de las otras estancias de la casa está mi amada Helene, tal vez esté en su dormitorio, tal vez en el salón. Mi amada Helene también está en la casa. Dejé mis maletas en el pasillo y la señora Winckelmann me enseñó la habitación que dijo que yo ocuparía. Y me preguntó si me gustaba la habitación y yo asentí con la cabeza, porque la habitación es muy bonita, jamás había vivido en una habitación tan bonita, jamás. Y de pronto allí estaba Helene. Allí estaba, con su vestido blanco. Allí estaba, con su cabellera rubia ondeante, a pesar de llevarla recogida en un moño muy apretado, con su pequeña boca sobre una barbilla chiquitita. Y allí estaba Helene, con sus enormes ojos. Allí estaba, con sus ojos destellantes. Mi querida Helene. Estoy echado en mi cama, y en algún lugar de la casa, se pasea Helene con sus bellos y destellantes ojos. Estoy echado en la cama, escuchando, a lo mejor puedo oír sus pasos. O a lo mejor ni siquiera está en casa. Y luego está ese maldito tío tuyo, Helene.
¿Me oyes, Helene? Ese maldito señor Winckelmann. Porque yo simplemente estaba echado en la cama, con mi traje de terciopelo de color lila, y entonces han llamado a la puerta; yo estaba echado en la cama, con mi traje de color lila, y no me ha dado tiempo a incorporarme antes de que se abriera la puerta, y en la puerta ha aparecido el señor Winckelmann; su barba negra, sus ojos negros, su enorme barriga oprimida por el chaleco. Y el señor Winckelmann me ha mirado, sin decir nada.
He salido de la cama, me he puesto en pie, me he colocado en medio de la habitación. Me he dirigido hacia el señor Winckelmann, le he ofrecido la mano, pero él no la ha tomado. Allí estaba yo, ofreciéndole la mano al señor Winckelmann, pero él no la ha cogido. He mirado al suelo. Y entonces el señor Winckelmann ha dicho que era el hermano de la señora Winckelmann, el señor Winckelmann. Y me ha mirado con sus ojos negros. Y entonces simplemente se ha dado la vuelta y ha salido de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Tu tío, Helene.
Estoy echado en la cama, con mi traje de terciopelo lila, escuchando, ¿te oigo? ¿Tus pasos? ¿Tu respiración? ¿Puedo oír tu respiración? Estoy echado en la cama de mi habitación, totalmente vestido, con las piernas cruzadas, escuchando. ¿Puedo oír tus pasos? ¿Estás en la casa? Y sobre la mesilla está mi pipa. ¿Dónde estás, Helene? Cojo mi pipa de la mesita de noche. Enciendo la pipa. Estoy echado en la cama, con el traje puesto, el traje de terciopelo lila, y fumo mi pipa.
Y hoy Hans Gude verá el cuadro que estoy pintando, pero no me atrevo a oír lo que tiene que decirme, supongo que prefiero soportar quedarme aquí tendido, prestando oídos a tus pasos, Helene. No quiero salir. Porque ahora soy pintor. Ahora soy el pintor Lars Hertervig, estudiante en Düsseldorf, que tiene al célebre Hans Gude como profesor. He alquilado una habitación en la Jägerhofstrasse, en la casa de los Winckelmann. No soy tan malo. Soy el muchacho de Stavanger, ¡soy el muchacho de Stavanger! Que ahora se encuentra en Düsseldorf, donde se está formando para ser pintor.
Y ahora tengo unas ropas muy elegantes, me he comprado un traje de color lila de terciopelo, ahora soy pintor, yo, sí, yo, el muchacho, el pillo, el hijo del cuáquero, el muchacho pobre, el pintor de brocha gorda, yo, ahora me han enviado a Alemania, a la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, el mismísimo Hans Gabriel Buchholdt Sundt me ha enviado a Alemania, a la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, para que yo, Lars Hattarvåg, me forme como pintor, pintor paisajista.
Ahora soy estudiante de arte y el mismísimo Hans Gude es mi profesor. Y realmente sé pintar. Si bien es cierto que no sé hacer mucho más, sí sé pintar. Sé pintar, mientras que la mayor parte de los demás estudiantes no sabe pintar. Y luego está Gude, que sí sabe pintar. Y hoy Hans Gude verá el cuadro que estoy pintando, verá si le gusta o no, dirá lo que está bien y lo que está mal del cuadro. Y a mi alrededor, en el estudio, estarán los demás pintores, los que no saben pintar, y estarán allí juntos, susurrando y asintiendo con la cabeza.
También ellos oirán lo que diga Gude. Y al principio, Gude se limitará a murmurar algo entre dientes, y dirá sí, y así, bien, y entonces dirá, mientras fija sus ojos rasgados en mí, que no sé pintar, que debo volver allí de donde he venido, que no hay razón para que siga formándome como pintor, pues al fin y al cabo no sé pintar. Es posible que sea eso lo que me diga Hans Gude. Sea como sea, no llegaré nunca a ser pintor paisajista.
Hans Gude. Hoy Hans Gude verá el cuadro que estoy pintando. Pero no me atrevo a escuchar lo que Hans Gude tiene que decirme, porque si Hans Gude, que realmente sabe pintar, dice que yo no sé pintar, supongo que será porque realmente no sé. Y entonces tendré que volver a casa, tendré que volver a ser pintor de brocha gorda. Y a mí me gustaría tanto pintar los cuadros más bellos del mundo, y nadie sabe pintar como yo. Porque yo sé pintar. Pero los demás estudiantes, ellos no saben pintar. Lo único que saben hacer es estar allí, asentir con la cabeza, mofarse, reírse a carcajadas. No saben pintar.
Estoy echado en la cama, fumando en pipa. Y luego música de piano. Oigo música de piano. Oigo música de piano que proviene del salón de la gran casa en la que he alquilado una habitación, estoy echado en la cama, con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje, estoy echado en la cama con la pipa en la boca, es el pintor Lars Hertervig, un hombre de bien, quien está echado en la cama, y mientras estoy echado en la cama escucho música de piano. Oigo ejecutar una música preciosa, movimientos regulares ligeramente cambiantes.
Estoy echado en la cama escuchando a mi amada Helene tocar el piano. Porque tiene que ser mi querida Helene quien toca el piano. La más bella música para piano. Soy un hombre de bien, y ahora Helene toca el piano. Y es para mí para quien mi querida Helene toca el piano. Porque Helene Winckelmann y Lars de Hattarvågen ciertamente son novios. Eso es lo que se han dicho, sí, se han dicho mutuamente que son novios, somos novios, han dicho. Y ella, Helene Winckelmann, le ha mostrado su cabellera.
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Jon Fosse debutó en 1983 con la novela Raudt, svart, y desde entonces ha escrito más de sesenta obras entre teatro, novela, poesía, cuento infantil y ensayo. Autor de una numerosa obra, entra en el catálogo de Random House con Blancura y Melancolía, a las que seguirán Ales junto a la hoguera y Escenas de una infancia. También es el autor de Mañana y tarde, Trilogía y Septología, una novela en siete tomos con la que ha sido finalista del Booker Internacional 2022 por los volúmenes VI y VII. Ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2023 por “sus innovadoras obras de teatro y su prosa, que han dado voz a lo indecible”. Ha recibido incontables premios, como el Ibsen Award 2010, el European Prize for Literature (2014) y el Nordic Council Literature Prize (2015). En 2007, fue nombrado caballero de la Ordre National du Mérite de Francia.