“Todo en todas partes al mismo tiempo”: La vida como bifurcación infinita
Una serie de reflexiones después de ver la película “Todo en todas partes al mismo tiempo”.
Daniela Cristancho
Quizás este texto no sea más que una lluvia de ideas, un flujo de consciencia, un frenesí de palabras que pelean por la atención de quien las formula. Quizás sea un producto confuso o caótico, pero del que puede nacer algún pensamiento interesante, similar a la película Todo en todas partes al mismo tiempo.
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Quizás este texto no sea más que una lluvia de ideas, un flujo de consciencia, un frenesí de palabras que pelean por la atención de quien las formula. Quizás sea un producto confuso o caótico, pero del que puede nacer algún pensamiento interesante, similar a la película Todo en todas partes al mismo tiempo.
Es un título ideal para la cinta. Es la historia de una mujer china, inmigrante en Estados Unidos, a quien la aqueja su declaración de impuestos. Es también otra apuesta desde el cine a la idea de los multiversos y a la infinidad de vidas que son posibles gracias a ellos. En el universo donde comienza la película, Evelyn tiene una lavandería con su esposo y una difícil relación con su hija, Joy. Pero pronto descubre que esta es solo una versión de ella misma. En otros universos la protagonista es cocinera, estrella de cine y maestra de kung-fu, cantante. Puede serlo todo, en todas partes, al mismo tiempo.
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Su vida actual parece ser la menos estimulante de todas. “Vi mi vida... sin ti... Ojalá pudieras haberla visto... era hermosa”, le dice Evelyn a su esposo, Waymond tras experimentar la versión de su vida donde decidió no irse de China con él y, como resultado, se convirtió una celebridad en el mundo de las películas y las artes marciales. La escena me remite a una pregunta que muchas veces resulta ineviable: ¿qué hubiera pasado si ...? Es como aquella escena final de La la land, donde el espectador puede vivir por unos segundos qué hubiera pasado si los protagonistas hubieran decidido estar juntos. Una fantasía momentánea.
Al igual que a Evelyn, millones de vidas se despliegan ante mí. La Daniela abogada, psicóloga, médica. La que decidió no regresar a Colombia. La que no renunció a ciertas compañías. La que, después de decidirlo un primero de enero, continuó haciendo ejercicio con juicio. No hay decisiones insignificantes, cada una crea un universo donde pude haber sido otra. De cada bifurcación nace una versión ligera o drásticamente diferente de la vida, de mí. Quiero serlo todo, en todas partes, al mismo tiempo, quiero experimentar cada existencia posible. Pero tengo que apostarle a una y procurar que cada decisión que tomo me lleve a ella. Y, con la misma convicción, se hace necesario defender el camino elegido. “De todos los lugares en los que podría estar, solo quiero estar aquí contigo”, le dice Evelyn a Joy, después de experimentar infinitas versiones de sí misma.
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No es un proceso sencillo, a mi parecer, enterrar a las mujeres que pude haber sido, renunciar irrevocablemente a ellas, aceptar su muerte, nacer de sus cenizas. Recuerdo los versos de Gioconda Belli en su poema No me arrepiento de nada.
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido:
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
[...]
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Aunque le habla a las mujeres que su madre había deseado que ella fuera, contra las cuales se rebeló, me reconozco en sus palabras. Yo tampoco quiero arrepentirme de nada, como Belli y Piaf. Quiero abrazar la mujer que a punta de minúsculas decisiones he decidido ser. Deseo enamorarme de este universo que he creado, este todo, con su pasado y su presente. Anhelo no vivir en condicional, preguntarme qué hubiera pasado si...
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Y así como se hacen evidentes los múltiples caminos que no tomé, también se hace presente el sentimiento de tener a mis pies el resto de mi vida y, con ella, una infinitud de posibles futuros. Se abren millones de bifurcaciones a diario y quiero permitirme sentir curiosidad ante ellas. De darle pie a la curiosidad han llegado certezas.
Al final, creo que lo importante no yace en los papeles que podemos jugar. Entre esos millones de personajes que pudimos haber sido y que podríamos ser, lo que realmente afecta cada decisión es el actor. Como dice Carolina Sanín al hablar de la política de identidades, “lo que importa es reconciliar la caducidad de nuestros papeles con la inmortalidad del actor”. Cocinera, maestra kung-fu, cantante, abogada, psicóloga, médica, periodista. Lo que no muere es Evelyn, Gioconda, Edith. Esa única esencia que trasciende el rol y que se debe procurar cuidar con cada pequeña elección.