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                                                                                                                                La vida de Si Spiegel, el hombre que inventó el árbol de Navidad

                                                                                                                                Si Spiegel, piloto en la Segunda Guerra Mundial, no murió combatiendo, ni subido en un avión, ni atrapado en una base militar. Murió como un hombre pacífico; envuelto en una sábana tibia y blanca, con olor a cardamomo, vainilla y pino. Y lo hizo rodeado de su familia, en su cálida casa ubicada en Manhattan, a los 99 años; tres meses antes de alcanzar un siglo de vida; límite que solo podrá superar a través de la memoria de sus seres queridos abandonados en la Tierra, y de todos aquellos desconocidos que, año tras año, con singular fidelidad, arman un árbol de Navidad.

                                                                                                                                Juan Diego Forero Vélez

                                                                                                                                Si Spiegel, exmilitar de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, inventó el árbol artificial de Navidad.
                                                                                                                                Foto: EFE - ELVIS GONZALEZ
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Conoció la guerra a través de la radio, en su pequeño apartamento ubicado en Greenwich Village, a unos pocos metros de la lavandería manual de su padre. Sus posesiones, en ese momento, eran escasas; una cama maltrecha, una mesa, más cubiertos de los necesarios para un solitario joven de 17 años, y una radio cuadrada por la que escuchó, en primicia, la desaparición de Amelia Earhart, la primera piloto en volar sola a través del océano Atlántico; y donde escuchó también la desesperación de los locutores al narrar el bombardeo a la base militar de Pearl Harbor.

                                                                                                                                Para cuando cumplió los 18 años, cargaba dentro de sí un fuerte deseo de enfrentar a los Nazis, que estaban masacrando sin piedad a su pueblo, a los judíos; pero no se lo dijo a nadie; ni a sus padres, ni a sus hermanos, ni a sus amigos, lo guardó en silencio, en su menudo cuerpo tembloroso.

                                                                                                                                Cuando se enlistó, sin embargo, en la Oficina de Reclutamiento de Times Square, lo mandaron, por su aspecto famélico, a un taller mecánico del cual huyó pensando que con “una llave inglesa sería incapaz de luchar contra Hitler”. De allí, decepcionado, partió rumbo a Mitchell Field, donde, por falta de competencia y gracias a su visión perfecta, lo aceptaron en el curso de pilotos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Luego de 35 misiones; un montón de medallas por valentía; de haber sobrevivido meses en Polonia, luego de que el B17 que pilotaba sufriera serias averías; y de no poderse comunicar con su familia o amigos por mucho tiempo; y luego de haber sido considerado muerto por el ejército de los Estados Unidos, Spiegel fue recibido en Nueva York como un soldado más, uno resucitado, sí, pero uno sin importancia. No hubo tratos especiales, ni ascensos, ni trabajo. Después de la guerra las aerolíneas no recibieron a judíos y todo volvió a la normalidad. No había orgullo, ni agradecimiento, ni mucho menos un trato correcto.

                                                                                                                                Se divorció, y se volvió a casar en muy poco tiempo, con el amor de su vida, luego de la larga guerra que le quitó parte de su sonrisa. Su segunda esposa, Ikeda Motoko, una estadounidense de origen japonés que durante la Guerra que tanto afectó a Si estuvo confinada en un campamento rodeado de alambres de púas, en Wyoming, se apoderó de su lastimado corazón, y lo cuidó bien, hasta que falleció en el año 2000 de forma súbita.

                                                                                                                                Solía decir que ella era “capaz de cocinar en cualquier idioma y que preparaba mejor comida judía que su madre”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Sin embargo, Si Spiegel no se rindió. Le pidió a su jefe que le permitiera hacerse cargo del departamento que estaba a punto de desaparecer, y, sentado en el suelo, viendo un pino y estudiando su apariencia día y noche, casi sin parpadear, logró vender, en 1970, 800.000 árboles artificiales.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En este momento, luego de su fallecimiento, el 21 de enero del 2024, casi el 80% de las familias de occidente tienen un árbol de Navidad artificial en casa, algo que parecía ridículo cuando Spiegel empezó con su alocada misión en 1970; número que, es probable, no pare de crecer jamás.

                                                                                                                                Si Spiegel, exmilitar de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, inventó el árbol artificial de Navidad.
                                                                                                                                Foto: EFE - ELVIS GONZALEZ
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Conoció la guerra a través de la radio, en su pequeño apartamento ubicado en Greenwich Village, a unos pocos metros de la lavandería manual de su padre. Sus posesiones, en ese momento, eran escasas; una cama maltrecha, una mesa, más cubiertos de los necesarios para un solitario joven de 17 años, y una radio cuadrada por la que escuchó, en primicia, la desaparición de Amelia Earhart, la primera piloto en volar sola a través del océano Atlántico; y donde escuchó también la desesperación de los locutores al narrar el bombardeo a la base militar de Pearl Harbor.

                                                                                                                                Para cuando cumplió los 18 años, cargaba dentro de sí un fuerte deseo de enfrentar a los Nazis, que estaban masacrando sin piedad a su pueblo, a los judíos; pero no se lo dijo a nadie; ni a sus padres, ni a sus hermanos, ni a sus amigos, lo guardó en silencio, en su menudo cuerpo tembloroso.

                                                                                                                                Cuando se enlistó, sin embargo, en la Oficina de Reclutamiento de Times Square, lo mandaron, por su aspecto famélico, a un taller mecánico del cual huyó pensando que con “una llave inglesa sería incapaz de luchar contra Hitler”. De allí, decepcionado, partió rumbo a Mitchell Field, donde, por falta de competencia y gracias a su visión perfecta, lo aceptaron en el curso de pilotos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Luego de 35 misiones; un montón de medallas por valentía; de haber sobrevivido meses en Polonia, luego de que el B17 que pilotaba sufriera serias averías; y de no poderse comunicar con su familia o amigos por mucho tiempo; y luego de haber sido considerado muerto por el ejército de los Estados Unidos, Spiegel fue recibido en Nueva York como un soldado más, uno resucitado, sí, pero uno sin importancia. No hubo tratos especiales, ni ascensos, ni trabajo. Después de la guerra las aerolíneas no recibieron a judíos y todo volvió a la normalidad. No había orgullo, ni agradecimiento, ni mucho menos un trato correcto.

                                                                                                                                Se divorció, y se volvió a casar en muy poco tiempo, con el amor de su vida, luego de la larga guerra que le quitó parte de su sonrisa. Su segunda esposa, Ikeda Motoko, una estadounidense de origen japonés que durante la Guerra que tanto afectó a Si estuvo confinada en un campamento rodeado de alambres de púas, en Wyoming, se apoderó de su lastimado corazón, y lo cuidó bien, hasta que falleció en el año 2000 de forma súbita.

                                                                                                                                Solía decir que ella era “capaz de cocinar en cualquier idioma y que preparaba mejor comida judía que su madre”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Sin embargo, Si Spiegel no se rindió. Le pidió a su jefe que le permitiera hacerse cargo del departamento que estaba a punto de desaparecer, y, sentado en el suelo, viendo un pino y estudiando su apariencia día y noche, casi sin parpadear, logró vender, en 1970, 800.000 árboles artificiales.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En este momento, luego de su fallecimiento, el 21 de enero del 2024, casi el 80% de las familias de occidente tienen un árbol de Navidad artificial en casa, algo que parecía ridículo cuando Spiegel empezó con su alocada misión en 1970; número que, es probable, no pare de crecer jamás.

                                                                                                                                Por Juan Diego Forero Vélez

                                                                                                                                Temas recomendados:

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