Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La jauría que retrata el cineasta colombiano Andrés Ramírez Pulido en su película homónima, estrenada en Cannes, no es un grupo de perros ni de personas que persiguen con saña a otros, sino un conjunto de adolescentes con pasado violento, pero también herido.
“El título viene de la violencia heredada de padres a hijos. Tenemos en los genes, en nuestra naturaleza, ciertas pulsiones animales y violentas, aunque no todo lo animal es violento, es una metáfora”, dijo este miércoles el cineasta.
“La jauría” se ha estrenado en la Semana de la Crítica, sección paralela del Festival de Cannes que se clausura este jueves y que hoy revela su palmarés.
Le invitamos a leer: María Elsy Morales y Olga Lucía Garzón: Dos reporteras, una guerra
Se rodó en el bosque tropical de Ibagué, ciudad en la que vive el director, y gira en torno a un centro experimental de reeducación de jóvenes delincuentes en manos de un sistema corrupto que en lugar de velar por sus intereses los explota a su favor.“Habla de cómo la violencia está en intereses económicos, estatales o de otro tipo. No quería anclarla a un hecho concreto histórico o geográfico en Colombia. Mi intención era desdibujar la realidad. Creo que tiene mucho de verdad, pero también es una ficción”, apuntó.
Esa violencia no está asociada ya al narcotráfico y al conflicto armado, sino a sus ecos.“Mi película son sus huellas, su sombra, y cómo cae en las nuevas generaciones. Nos deja ver que la violencia es un ciclo que repetimos, pero va mutando. Son procesos a veces que no podemos cerrar y creo que mi país está en ello, en ciclos que intentamos cerrar, pero de los que estamos encontrando los caminos”.
La mayor parte de su elenco, integrado entre otros por Jhojan Estiven Jimenez y Maicol Andrés Jimenez, está en manos de actores no profesionales, chicos de barrios periféricos, populares, algunos de ellos con experiencia de prisión similares a la que se ve en la gran pantalla.
Adolescentes sin figura paterna o familias desestructuradas, abandonados tanto por los suyos como por el sistema, un tema del que Ramírez Pulido ya había tratado en dos cortometrajes anteriores a esta ópera prima, “El Edén” (2016) y “Damiana” (2017), que compitió ese año por la Palma de Oro al mejor corto. “En mi adolescencia tardía esa inquietud era inconsciente y creo que ha ido tomando consciencia a la vez que he ido realizando los cortos y el largo. Y ahora obviamente como padre ponerme del otro lado es un tema que me interesa y que a diario me pone a prueba”, dijo el cineasta, de 32 años y padre desde hace dos y medio.
Le puede interesar: Federico Gutiérrez: Tan “cercano” y “real” como cualquier otro
Volver a Cannes, añadió, impulsa la visibilidad de su trabajo: “Me lo tomo con alegría, pero con mesura también”, concluyó un director para quien el cine tiene potencial de transformación y es tanto “un espacio muy interesante para pensarnos como seres humanos” como “un puente entre lo que somos y lo que podríamos hacer”.