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Corría 1991 y el fantasma del sida ya había salido de los círculos marginales para convertirse en una enfermedad que atacaba también a ricos y famosos.
El 7 de noviembre, el legendario baloncestista Magic Johnson, uno de los personajes públicos más populares en la década de los 80, reveló en una rueda de prensa de que era portador del VIH. Poco más de dos semanas después, el 23 de ese mismo mes, Farrokh Bulsara, más conocido por su nombre artístico Freddie Mercury, difundía un comunicado a través de su agente.
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“Tras las enormes conjeturas en la prensa durante las dos últimas semanas, deseo confirmar que he dado positivo en VIH y que tengo sida”, anunció el cantante, pidiendo respeto a su vida privada.
Solo un día más tarde falleció, a los 45 años, en su casa de Logan Place, en el acomodado barrio londinense de South Kensington.
Por allí delante desfilaron este miércoles decenas de admiradores del cantante de Queen.
“Mi regalo de cumpleaños es venir a la casa de mi Freddie”, dijo la mexicana afincada en la ciudad española de Getafe (Madrid) Sonia Olvera Villanueva.
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Para esta mujer, que se convirtió en seguidora del vocalista a raíz de la película “Bohemian Rhapsody”, visitar la última morada de Mercury es el “sueño” y la “ilusión” de su vida.
“Vine con mi hija, que me ha acompañado desde Getafe. Soy enfermera, trabajo de noche e hice cambios para poder venir aquí, estoy que no me lo puedo creer. Desde que estaba en la esquina he llorado de emoción, he gritado, me duele la cabeza y no me puedo creer que esté aquí, en la casa de Freddie Mercury”, dijo Olvera.
La mujer recordó que trabajaba como azafata de vuelo el día en que murió el cantante: “Acababa de cumplir 24 años y recuerdo perfectamente ese día, que nos avisaron y nos dijeron la noticia”.
Al igual que ella, el goteo de seguidores de Queen no cesó a lo largo del día. Venidos de Birmingham, del extranjero, de la propia capital británica, los presentes dejaron sus recuerdos en forma de fotos, flores o carteles.
Una joven mostraba orgullosa su brazo totalmente tatuado con la icónica imagen del cantante en el concierto de Wembley en 1986. Otros prefirieron dejar claro el mensaje “Todavía te amamos” sobre una bandera polaca, con los nombres de Sonia y Zbyszek.
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Si la última casa del líder de Queen se ha convertido en su mausoleo, eso se debe sobre todo a un misterio, quizá el gran secreto que queda por resolver sobre la vida (o mejor dicho, la muerte) del polifacético artista.
Tras su fallecimiento, los restos de Mercury fueron incinerados y su expareja Mary Austin (a quien llamó el “amor de su vida” en la canción “Love of my life”) los llevó a un lugar que nunca ha hecho público.
En 2013, pareció resolverse el enigma. Una pequeña placa aparecida en el cementerio de Kensall Green, en el oeste de Londres, parecía señalar el lugar donde sus restos fueron depositados.
El texto de la placa de bronce decía: “En memoria amorosa de Farrokh Bulsara. 5 Sept. 1946 - 24 Nov. 1991″ (las fechas de nacimiento y muerte del cantante) y estaba firmada por “M”, aparentemente en alusión a Mary Austin.
Pero solo unas semanas después de que la prensa británica difundiese ese descubrimiento, la chapa desapareció, sin que se haya vuelto a saber de ella.
Como dijo la propia Austin en una entrevista, “él quería que fuese un secreto y así seguirá siéndolo”.