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Aún recuerdo con gran precisión la casa de mi abuelo, José Manuel ‘Yin’ Daza Noguera, quien fuera un destacado periodista de radio y columnista de varios periódicos en el caribe colombiano y que estaba ubicada en San Juan del Cesar, departamento de La Guajira. Tenía la que por muchos años fue considerada como la biblioteca más grande y diversa de toda la región.
Fue, sin temor a equivocarme, la persona que me transmitió la pasión por la lectura y quien me enseñó a soñar de la mano de un libro, pero por fortuna yo no fui el único beneficiado por el increíble tesoro que tenía el recordado ‘Yin’ Daza. Provenientes de diferentes municipios, era frecuente ver entrar libremente a su biblioteca a estudiantes deseosos por descubrir y aprender de la literatura universal, los grandes clásicos, obras de los grandes escritores, poetas y, por su puesto, de una completa selección de la tradición y cultura costeña.
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Así transcurrían muchos de mis días de vacaciones durante mi infancia: perdido entre libros y con los ojos cerrados oyendo a mi abuelo recitar, con una memoria prodigiosa, versos completos que me llevaron a viajar por maravillosos lugares y a descubrir las más inspiradoras historias.
La lectura es la base del conocimiento y, si existe un hábito que deberíamos adquirir y transmitir a las personas que nos rodean, es el gusto por los libros. Cuando una persona lee, abre sus alas a la imaginación, viaja a diferentes mundos y desarrolla un sentido crítico sobre lo que sucede a su alrededor.
Un cambio alentador en la lectura
Se estima que en Colombia una persona lee en promedio 2.7 libros al año, somos el cuarto país con mejor hábito en la región; sin embargo, aún estamos lejos de igualar las cifras de Argentina o Chile, donde la media es de más de cinco obras anuales por persona. Casi el doble de lo que leemos en el país. Quienes hacemos parte del sector del arte y la cultura, tenemos el compromiso de motivar y crear alternativas para que las personas tengan, sin limitaciones, el acceso a los libros.
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Durante los dos últimos años tuvimos que adecuar nuestra rutina de vida, la forma como trabajamos presentó algunas pausas y ciertas variaciones; los colegios y las universidades debieron implementar modelos remotos para seguir con sus clases. La vida social y los momentos de descanso se vieron afectados. Sin embargo, también nos dejó algo alentador y es que, sin duda, los libros se transformaron en ese vehículo para viajar, distraerse, aprender y hasta volver a enamorarse.
Al pasar tanto tiempo en casa, las personas buscaron momentos para desconectarse de la tecnología y hacer una pausa. Allí, los libros fueron ese gran aliado. Durante estos meses, también vimos que sí es posible comprar libros desde internet y que, sin importar el municipio en el que estemos ubicados, llegarán hasta la puerta de nuestra casa. Esto es, sin duda, un gran aliciente para la lectura en el país que nos confirma que el viaje de los libros no reconoce fronteras.
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La lectura es la oportunidad que tenemos para transformar nuestras vidas. El esfuerzo que hacen las editoriales, los escritores y las diferentes librerías por ampliar su portafolio, ofrecer mejores precios y realizar promociones, buscan servir de estímulo para que las personas encuentren alternativas y los libros se conviertan en una prioridad para los colombianos.