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“Siempre existen fuerzas que necesariamente no son visibles y que llevan a desatar una guerra”. Esto lo dice Romain Gavras a propósito de Athena, que compite por el León de Oro en la Mostra de Venecia y que literalmente le ha volado la cabeza al público y a la crítica especializada.
El tercer largometraje de este director francés cuyo apellido denota pedigrí cinematográfico – es hijo del aclamado cineasta Costa Gavras -, cuenta en clave de tragedia griega moderna el desencuentro de tres hermanos que viven en la periferia francesa y han tomado caminos muy diferentes en sus vidas.
El desencadenante de la tragedia de Athena es el asesinato del hermano más pequeño, supuestamente achacado a la brutalidad policial. El polvorín no tarda en estallar. Esta especie de guerra civil se alimenta no solamente de las ansias de venganza sino también de elementos con los que han convivido en ese banlieu: la rabia, la indignación, la violencia, el racismo, el sentimiento de ser ciudadanos de tercena clase.
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La rotunda propuesta de Romain Gavras, co-escrita con Ladj Ly (Los Miserables) y con un elenco que da la talla, destila una ambición artística tanto en forma como en contenido. Aparte de constituir un prodigio cinematográfico, Athena es una película que deja al descubierto al menos algunas de esas fuerzas casi invisibles que pueden desatar una guerra, como lo es la extrema derecha, dispuesta a aniquilar a una parte de la sociedad.
Con la avanzada de la extrema derecha, legitimada en las recientes elecciones presidenciales de Francia, sin dudas Athena es una película relevante y necesaria.
Nan Goldin versus la familia Sacklers
Tal parece que si no nos autodestruimos – como prueba están los destrozos al medio ambiente - , nos intentan extinguir.
A veces para matar no se necesita ni de la violencia ni de armas de destrucción masiva. Esto lo deja claro la documentalista Laura Poitras en All the Beauty and the Bloodshed, también en la competición de la Mostra de Venecia, la cual se deja constancia del activismo de la fotógrafa Nan Goldin contra la familia Sacklers.
Esa familia en cuestión son los amos y señores de Purdue Pharma, la compañía farmacéutica responsable de la crisis de los opioides en EE.UU que hasta hoy en día hace estragos. La adicción al medicamento OxyContin ha llevado a la tumba a unas 500 mil personas en el territorio estadounidense.
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La realizadora Poitras, conocida por Citizenfour, narra en su filme que raíz de una operación Nan Goldin también se enganchó al OxyContin; al superar la adicción casi de milagro, creó el colectivo P.A.I.N - Prescription Addiction Intervention Now – no solamente para visibilizar la responsabilidad Purdue Pharma, además de la prohibición del medicamento, sino también para lograr que los museos y galerías alrededor del mundo (entre ellos la Tate Gallery, el Metropolitan de Nueva York, el Guggenheim o el Louvre), no aceptaran más las donaciones millonarias de los Sacklers, así como que se suprimieran el nombre de esa familia en esos templos del arte.
Las fuerzas (casi) invisibles aquí vienen representadas por el poder económico de una familia a costa de la salud de los ciudadanos estadounidenses; hablamos de billones de dólares de ganancia que genera la adicción a un pain killer. Si bien la cruzada de Nan Goldin ha ganado apenas una batalla, la guerra aún está en plena marcha.
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