Las historias de la 'ciudad de la neblina': Pamplona
Entre las calles de la ‘Ciudad de la Neblina’, allí en el valle del Espíritu Santo (Hulago en el idioma de los indígenas chitareros que poblaron esas tierras) y detrás de las conservadoras fachadas coloniales que luchan por no desaparecer ante la modernización, se esconde la extensa historia de Pamplona (Norte de Santander), uno de los centros económicos, políticos y religiosos del país durante el Nuevo Reino de Granada. Hoy, 462 años después, es un destacado epicentro educativo.
Héctor Sandoval / hsandoval@elespectador
A estas tierras rodeadas de montañas, donde habitaban los indios chitareros, llegaron en 1549 los conquistadores españoles Pedro de Ursúa y Ortún Velasco con un total de 111 acompañantes, por orden de Miguel Díez de Armendáriz, el visitador español, en cumplimiento de la instrucción dada por los Reyes Católicos (Fernando e Isabel): ir a buscar en la Provincia de Vélez (Santander) las riquezas escondidas en los ríos y en las minas. Pero fueron más allá, luego de vagar entre cordilleras, hasta llegar a la Ciudad de la Niebla, donde decidieron fundar la población para someter a los nativos.
Antes de que Pamplona (llamada así en honor a la capital de Navarra, España) fuera declarada ciudad por el rey en agosto de 1555, sostienen las historiadoras Flor Delia Pulido y María Clara Valero, el auge económico de la población y de la provincia de Pamplona ya había comenzado con las minas de oro descubiertas en 1551 y explotadas con el sometimiento de los nativos. Durante este tiempo, la ciudad estuvo bajo el mando de Ortún Velasco. Entre el final del siglo XVI y los primeros 20 años del XVII los nativos fueron forzados a trabajar en la explotación del oro para sostener las exigencias de España.
“Las ciudades con las que Pamplona establecía relaciones comerciales eran Vélez, Tunja, Santafé y Ocaña”, aseguran las historiadoras, e indican que los exagerados impuestos que pagaban los criollos a la corona durante la época de la Colonia fueron insertando el germen de la rebelión.
En cuanto a la urbanización de la ciudad, el historiador Silvano Pabón Villamizar escribió en una de sus obras que “la construcción de obras civiles y religiosas de importancia se inició en la última década del siglo XVI y las primeras del siglo XVII”. Esto significó que hacia 1590 se estaba construyendo la iglesia de Santa Clara (actual catedral ubicada en el parque Águeda Gallardo) y el casco urbano fue sustituyendo “chozas de paja y bahareque”.
Mientras Pamplona se consolidaba como centro económico, la llegada de las comunidades religiosas españolas como los Dominicos, las hermanas Clarisas, los frailes de San Agustín y la Compañía de Jesús, marcaron el rumbo en la constitución de la ciudad, de la mano con el Tribunal de la Inquisición, para defender la evangelización y la religión católica.
Transición a la independencia
Pamplona, al igual que Socorro, fue parte de las revueltas comuneras contra el régimen español a finales del siglo XVIII. En junio de 1810 el pueblo pamplonés se rebeló contra el régimen. Así mismo, en otras provincias cercanas se repitió el fenómeno que condujo al grito de independencia el 20 de julio de 1810. En los años siguientes, en la provincia de Pamplona se gestó la primera constitución del país: la Constitución de Cúcuta de 1821 que crearía la República de Colombia. Luego, en 1858, la Ciudad de la Neblina sería cuna de una de las constituciones del país. También fue escenario de las rencillas entre liberales y conservadores a finales del siglo XIX y padeció las consecuencias de la Guerra de los Mil Días que se desató en 1899. Pese a la ruina que dejó el conflicto en la ciudad, el comienzo del siglo XX estuvo marcado por la llegada de inmigrantes alemanes e italianos y por el surgimiento de prósperas industrias como el Banco de Pamplona y una planta de cerveza de Bavaria.
Pese a la desaceleración industrial de la ciudad en lo corrido del siglo XX, debido a que los polos productivos se fueron concentrando en otras áreas del país, Pamplona no quiso dejar atrás su gran historia. Por ello, comenzando la década de los sesenta, el padre José Rafael Faría emprendió la creación de la Universidad de Pamplona, símbolo del emprendimiento de la región.
Una ciudad estudiantil
El impulso de los centros de enseñanza en la Ciudad de la Neblina, como la Universidad de Pamplona desde la década de los sesenta, aceleró la llegada de estudiantes venezolanos y también del Cesar.
Entre tanto, con el paso de los años, centros de enseñanza de corte católico, como el Colegio Bethlemitas, el Colegio La Presentación, la Normal de Varones de Pamplona y el Colegio Provincial, se han convertido en insignias.
En cuanto al legado histórico de Pamplona, lugares como el Museo Anzoátegui, la Casa de las Cajas Reales, el parque Águeda Gallardo, la Casa de Mercado (construida en 1920), el templo del Señor del Humilladero, la Catedral de Santa Clara, la iglesia de El Carmen y el Convento de Santo Domingo conservan vestigios históricos de los 462 años de la Ciudad de la Neblina.
A estas tierras rodeadas de montañas, donde habitaban los indios chitareros, llegaron en 1549 los conquistadores españoles Pedro de Ursúa y Ortún Velasco con un total de 111 acompañantes, por orden de Miguel Díez de Armendáriz, el visitador español, en cumplimiento de la instrucción dada por los Reyes Católicos (Fernando e Isabel): ir a buscar en la Provincia de Vélez (Santander) las riquezas escondidas en los ríos y en las minas. Pero fueron más allá, luego de vagar entre cordilleras, hasta llegar a la Ciudad de la Niebla, donde decidieron fundar la población para someter a los nativos.
Antes de que Pamplona (llamada así en honor a la capital de Navarra, España) fuera declarada ciudad por el rey en agosto de 1555, sostienen las historiadoras Flor Delia Pulido y María Clara Valero, el auge económico de la población y de la provincia de Pamplona ya había comenzado con las minas de oro descubiertas en 1551 y explotadas con el sometimiento de los nativos. Durante este tiempo, la ciudad estuvo bajo el mando de Ortún Velasco. Entre el final del siglo XVI y los primeros 20 años del XVII los nativos fueron forzados a trabajar en la explotación del oro para sostener las exigencias de España.
“Las ciudades con las que Pamplona establecía relaciones comerciales eran Vélez, Tunja, Santafé y Ocaña”, aseguran las historiadoras, e indican que los exagerados impuestos que pagaban los criollos a la corona durante la época de la Colonia fueron insertando el germen de la rebelión.
En cuanto a la urbanización de la ciudad, el historiador Silvano Pabón Villamizar escribió en una de sus obras que “la construcción de obras civiles y religiosas de importancia se inició en la última década del siglo XVI y las primeras del siglo XVII”. Esto significó que hacia 1590 se estaba construyendo la iglesia de Santa Clara (actual catedral ubicada en el parque Águeda Gallardo) y el casco urbano fue sustituyendo “chozas de paja y bahareque”.
Mientras Pamplona se consolidaba como centro económico, la llegada de las comunidades religiosas españolas como los Dominicos, las hermanas Clarisas, los frailes de San Agustín y la Compañía de Jesús, marcaron el rumbo en la constitución de la ciudad, de la mano con el Tribunal de la Inquisición, para defender la evangelización y la religión católica.
Transición a la independencia
Pamplona, al igual que Socorro, fue parte de las revueltas comuneras contra el régimen español a finales del siglo XVIII. En junio de 1810 el pueblo pamplonés se rebeló contra el régimen. Así mismo, en otras provincias cercanas se repitió el fenómeno que condujo al grito de independencia el 20 de julio de 1810. En los años siguientes, en la provincia de Pamplona se gestó la primera constitución del país: la Constitución de Cúcuta de 1821 que crearía la República de Colombia. Luego, en 1858, la Ciudad de la Neblina sería cuna de una de las constituciones del país. También fue escenario de las rencillas entre liberales y conservadores a finales del siglo XIX y padeció las consecuencias de la Guerra de los Mil Días que se desató en 1899. Pese a la ruina que dejó el conflicto en la ciudad, el comienzo del siglo XX estuvo marcado por la llegada de inmigrantes alemanes e italianos y por el surgimiento de prósperas industrias como el Banco de Pamplona y una planta de cerveza de Bavaria.
Pese a la desaceleración industrial de la ciudad en lo corrido del siglo XX, debido a que los polos productivos se fueron concentrando en otras áreas del país, Pamplona no quiso dejar atrás su gran historia. Por ello, comenzando la década de los sesenta, el padre José Rafael Faría emprendió la creación de la Universidad de Pamplona, símbolo del emprendimiento de la región.
Una ciudad estudiantil
El impulso de los centros de enseñanza en la Ciudad de la Neblina, como la Universidad de Pamplona desde la década de los sesenta, aceleró la llegada de estudiantes venezolanos y también del Cesar.
Entre tanto, con el paso de los años, centros de enseñanza de corte católico, como el Colegio Bethlemitas, el Colegio La Presentación, la Normal de Varones de Pamplona y el Colegio Provincial, se han convertido en insignias.
En cuanto al legado histórico de Pamplona, lugares como el Museo Anzoátegui, la Casa de las Cajas Reales, el parque Águeda Gallardo, la Casa de Mercado (construida en 1920), el templo del Señor del Humilladero, la Catedral de Santa Clara, la iglesia de El Carmen y el Convento de Santo Domingo conservan vestigios históricos de los 462 años de la Ciudad de la Neblina.