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Una exposición en la Biblioteca Pública de Nueva York, tan monumental como su archivo, saca a relucir los vestigios de aquella 'Bohemia estadounidense' que floreció en el oeste de Manhattan entre 1912 y 1923, y que fue caldo de cultivo de la Generación Beat o el movimiento hippie décadas después.
El 'Village', por entonces degradado y barato, se llenó en aquellos años de artistas, escritores e intelectuales que defendían causas 'radicales' como el sufragio femenino, la igualdad de género, el control de la natalidad, los derechos de los trabajadores, la libre expresión, el antimilitarismo y hasta las corrientes del socialismo y el anarquismo.
La historia ha cubierto con una capa de polvo los nombres de sus vecinos, pero su legado ha pervivido en figuras como el dramaturgo Eugene O'Neill, premio Nobel de Literatura, o la poeta Edna St. Vincent Millay, premio Pulitzer.
Y también en actividades más claramente políticas, por ser el Village el barrio donde se alojan algunas de las instituciones más combativas, como Planned Parenthood (que defiende el derecho al aborto) o la Unión de Libertades Civiles (ACLU).
ACLU, una ONG que vigila los abusos gubernamentales, fue de hecho cofundada por una célebre vecina del Village, Crystal Eastman, una de las primeras mujeres de Nueva York en graduarse en Derecho, mientras que el hermano de esta, Max Eastman, fue el editor de dos revistas radicales, The Masses y The Liberator.
Las ideas transgresoras, el pacifismo y la percibida 'inmoralidad' de los bohemios les pusieron contra las cuerdas y, en el caso de editores de revistas como Eastman, fueron acusados y juzgados en casos sobre la Primera Enmienda (libertad de expresión) que sentaron precedente.
La ‘meca de los inconformistas’
En medio del intenso activismo político, los bohemios del Village también tenían tiempo para el ocio y uno de sus templos fue el Webster Hall, hoy una sala de conciertos, donde se celebraban fiestas de disfraces hasta el amanecer, algo de lo que no hay pruebas gráficas pero tampoco dudas.
Ningún rincón del barrio escapa hoy a las fotos de los turistas, pero a principios del siglo XX la oportunidad privilegiada de retratarlo recayó en Jessie Tarbox Beals, la primera mujer fotoperiodista del país, cuyas instantáneas muestran escenas despreocupadas en cafeterías, galerías y calles.
Las feministas bohemias se sumaron al movimiento de la 'Nueva mujer' y un buen ejemplo fue la ilustradora Clara Tice, colaboradora de Marcel Duchamp, Man Ray o Mina Loy, y cuyos dibujos de mujeres desnudas para revistas y carteles traían de cabeza a la Sociedad Neoyorquina de Supresión del Vicio.
Duchamp, precisamente, protagonizó en 1917 un momento simbólico inmortalizado en un grabado de John Sloan, cuando subió al arco del parque de Washington Square con otros artistas y declaró una "república libre e independiente", en un alarde bromista y provocador frente al clima cada vez más opresivo en Estados Unidos.
La entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial aquel año cortó las alas a los espíritus libres que habitaban el 'pueblo bohemio' y muchos buscaron refugio fuera, dejando atrás un barrio 'gentrificable' en el que las siguientes generaciones de artistas no han logrado recrear su esplendor original.
La llamada 'meca de los inconformistas' no solo vivió un éxodo, también pagó el haber nacido en la cuna del capitalismo: con el estilo de vida bohemia hicieron negocio desde empresarios que cobraban entrada por ver a artistas trabajando hasta promotores de fiestas o agentes inmobiliarios.
“Quién sabe, quizás otra rebelión bohemia espera en algún lugar del Village en el futuro, aunque sea remota”, sugiere uno de los textos de la exposición, abierta hasta febrero de 2025, y que concluye que aquella escena quedó “mercantilizada, caricaturizada y artísticamente gastada”.