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Perturbadora. Seductora. Atrevida. Exultante. Son algunos de los calificativos que se le pueden conceder al dibujo-pintura que Cuéllar presentó en el marco de la exhibición homónima hace unos meses en Salón Comunal. Imagen inserta en un ambiente siniestro, en el que la artista confrontó la perversidad de los juegos infantiles, el miedo que implica el descubrimiento del cuerpo y la masturbación femenina. Temas intimidantes que chocaron a los espectadores y quienes incluso llegaron a ignorar la presencia de las imágenes en una especie de represión voluntaria o de negación decidida.
La osadía de Cuéllar estuvo en poner a la vista de todos un momento privado: una mujer que estalla de placer. El gemido que llega sin más está hecho con trazos decididos que refuerzan ese breve y súblime instante.“Íntimo es el terror (1998), es un ensayo de Lyotard, donde el autor diserta sobre cómo lo único que es imposible de categorizar en términos de normalidad es la obra de arte”, manifiesta Cuéllar. Esta muestra trasgredió – con cierto juego críptico – el hacer del artista. Sus metáforas muy bien logradas con esculturas inquietantes y bellos dibujos pictóricos, incomodaron y excitaron al público. Cuerpos-materia sacaron a la luz lo que debía permanecer oculto, evocando una de las premisas más revisitadas de Freud.