Las librerías independientes en Colombia: dónde están, qué son y cómo funcionan
Conversamos con la presidenta de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y con algunos representantes de establecimientos de este tipo sobre su naturaleza, así como sus diferencias con las grandes cadenas. Abordamos su trabajo como libreros, las estrategias de colaboración que han desarrollado entre ellos, y el panorama que enfrentan en las regiones. También destacamos algunas de las librerías independientes que se pueden encontrar en Bogotá.
Diana Camila Eslava
No es difícil para un librero o una librera escuchar por los pasillos de sus bibliotecas: “Cuando me jubile, voy a abrir una librería”. Una visión idealizada de un trabajo que, según Gabriela Carrillo, la directora de Cooltivo Libros, requiere mucho esfuerzo. El equipo que trabaja para convertir en realidad las propuestas de la librería debe mantenerse firme. “No es un trabajo sufrido –expresó–, pero no es tan fácil como sentarse a vender”.
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No es difícil para un librero o una librera escuchar por los pasillos de sus bibliotecas: “Cuando me jubile, voy a abrir una librería”. Una visión idealizada de un trabajo que, según Gabriela Carrillo, la directora de Cooltivo Libros, requiere mucho esfuerzo. El equipo que trabaja para convertir en realidad las propuestas de la librería debe mantenerse firme. “No es un trabajo sufrido –expresó–, pero no es tan fácil como sentarse a vender”.
Se pueden encontrar en distintos lugares del país, principalmente en las grandes ciudades: oasis de papel impulsados por entusiastas que entrelazan ideas y personas. A diferencia de las grandes superficies comerciales, donde el inventario responde a proyecciones de ventas y márgenes de ganancia, las librerías independientes construyen un catálogo que puede variar dependiendo de las decisiones de sus propietarios o del equipo que las gestione. No responden a las demandas del mercado masivo ni a las tendencias inmediatas, sino que tienen la capacidad de curar un fondo que responde a los intereses de su especialidad.
En términos operativos, las librerías independientes enfrentan un escenario económico que puede ser mucho más desafiante. Los costos de alquiler, distribución y personal no siempre se compensan con las ventas, lo que las ubica en una situación de vulnerabilidad constante. Sin embargo, esta fragilidad también les da flexibilidad: son espacios capaces de ofrecer productos y servicios que no siempre encuentran cabida en otras estructuras. Pueden funcionar como centros de difusión de autores emergentes, de editoriales independientes, de libros autoeditados o de géneros literarios menos comerciales, siempre con un sentido de pertenencia con respecto a la comunidad local o a una determinada subcultura literaria.
Según Ana María Aragón, presidenta de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y directora de la librería Casa Tomada, en los últimos años ha aumentado la población lectora en Colombia, pero las librerías no han crecido al mismo ritmo. “Los posibles lectores –dijo– están muy alejados del objeto libro y de la posibilidad de encontrar a los mediadores que les recomienden buenas lecturas”.
Para Lucas Insignares, fundador de Mr. Fox, el proceso de formar una comunidad lectora no se trata solo de prosperar financieramente, sino de hacer crecer un proyecto con una voz propia, que se distinga no solo por su catálogo, sino por la relación que se establece con los lectores. Los libreros, al crear vínculos que van más allá de la transacción económica, ofrecen un espacio donde el libro no se presenta solo como un producto, sino como un objeto cultural capaz de generar reflexión, conversación y comunidad. Esta dinámica representa una de las diferencias con las grandes librerías, como La Nacional, Panamericana o La Central, que operan bajo un modelo más enfocado en el volumen.
Según Insignares, aunque en menor cantidad, las librerías independientes también pueden ofrecer en sus estanterías los mismos bestsellers que las grandes cadenas; sin embargo, se distinguen por el conocimiento profundo que los libreros tienen de su catálogo. “No estamos tan subordinados al mercado; claro que comerciamos y vendemos novedades, pero también ofrecemos una opinión adaptada a lo que buscas. Si me preguntas, por ejemplo, ‘¿Tienes la nueva edición de Cien años de soledad?’—que probablemente llega primero a las grandes tiendas—yo podría responder: ‘No tengo esa nueva edición, pero ¿qué te gusta de Cien años de soledad?’ Y si mencionas su sensualidad, sexualidad o realismo mágico, podría sugerirte Sofía de los presagios, de Gioconda Belli”. En estas librerías, los libreros conocen y leen los libros, entablando conversaciones profundas sobre el valor de cada obra.
Para Ana María Aragón, la colaboración entre las librerías, a pesar de los desafíos y el trabajo arduo, ha permitido generar espacios para la programación cultural. Mencionó también la necesidad de que las editoriales y distribuidoras cambien su enfoque de marketing, ya que muchas de sus campañas se centran en descuentos, lo que reduce el valor del libro, al precio, en lugar de enfocarse en su contenido. En respuesta, la asociación impulsó una programación anual que abordó temas específicos y resaltó el valor intrínseco de los libros.
En 2024, la ACLI realizó diversas iniciativas, como la campaña “Leer la naturaleza” en septiembre, que se alineó con la temática de la Feria del Libro y con la creciente oferta editorial sobre naturaleza. En octubre, se dedicó una semana al libro infantil y juvenil, con énfasis en los libros informativos, y el 11 de noviembre celebraron el Día de las Librerías con la participación de 30 establecimientos que ofrecieron programación cultural y actividades como charlas, conversatorios y recomendaciones. “Creo que esa unión entre todos los libreros ha permitido que surjan nuevas ideas. Uno debe volverse más creativo para atraer a los públicos, y hay una nueva generación de libreros que me maravillan por todo lo que hacen. Por eso, creo que trabajar en grupo nos permite cambiar un poco las rutinas comerciales y tratar de que la gente se enganche más con la lectura”, declaró Aragón.
Insignares explicó la importancia de ser parte de la ACLI como un avance significativo para el sector. Subrayó la relevancia de la cooperación entre librerías, aunque reconoció que no todos los actores del sector están preparados o tienen el tiempo para involucrarse en esfuerzos conjuntos. En relación con su visión de colaboración, mencionó que para diciembre planea un encuentro entre las librerías de Chapinero y Chapinero Alto, que aún no han sido parte de ciertos recorridos. “Podemos empezar a fijarnos entre nosotros, entre los vecinos, los más parecidos, y desarrollar proyectos que estimulen y revitalicen los corredores culturales de la ciudad. Chapinero es un gran distrito de librerías, lo que facilitaría este proceso y podría inspirar a otros actores de la ciudad y el país”, concluyó.
El panorama de las Librerías independientes en las regiones
Gabriela Carrillo señaló que, aunque existen algunos proyectos y programas destinados a fortalecer los espacios editoriales, estos no cubren adecuadamente a las librerías independientes, ni en Bogotá ni en el resto del país. Mencionó que, mientras en Bogotá al menos existen algunos programas de apoyo, en las regiones las librerías independientes enfrentan grandes limitaciones de recursos.
Para la presidenta de la ACLI, las librerías independientes en las regiones, por un lado, no tienen acceso a la amplia oferta bibliográfica disponible en Bogotá, y por otro, los públicos son más reducidos y el acceso a las ventas institucionales es significativamente menor.
Ante la pregunta sobre la existencia de algún programa estatal de apoyo directo a estas librerías, Aragón explicó: “No, hay una beca del Ministerio de Cultura que apoya la programación cultural en librerías. Es una beca para 10 librerías; debería ser un poco mayor, y se está considerando la posibilidad de desarrollar el próximo año un proyecto para comenzar a crear librerías en regiones muy apartadas. La idea es que el contacto con los libros no sea solo durante las ferias del libro, que duran solo tres o cuatro días al año, sino que sea todo el año, a través de una librería”.
Carrillo, por su parte, cree que el esfuerzo realizado en estos lugares debe ser más valorado y respaldado por las instituciones estatales. “Esto permitiría que los proyectos, creados con tanto empeño y dedicación, contribuyan al futuro que todos esperamos. Una librería siempre es fundamental para el lugar en el que se encuentra, especialmente en zonas apartadas o en ciudades regionales, donde abrir y mantener una librería resulta ser una tarea muy difícil”, concluyó.
Algunas de las librerías independientes que se pueden encontrar en Bogotá
El panorama de las librerías independientes en Bogotá se ha transformado: no son simples puntos de venta. En general, conforman una red diversa que se distingue por su capacidad para integrar la literatura con otras disciplinas y actividades culturales.
Librerías como Santo y Seña, ubicada en Chapinero, combinan libros con discos y otros productos culturales. Además de ofrecer títulos literarios, organiza actividades como sesiones musicales y conversatorios.
Casa Tomada es una librería y café ubicada el barrio Palermo, fundada en 2008. Se enfoca en la venta de una gran variedad de títulos literarios y en la organización de actividades culturales dirigidas a fomentar la lectura y el conocimiento en personas de todas las edades.
San Librario Libros se especializa en la compraventa de libros usados y se convierte en un punto clave para quienes buscan ejemplares raros o difíciles de encontrar en la ciudad.
¡Literal! Librería Geek atiende a un público específico, como los amantes de la fantasía, la ciencia ficción y los mangas, con una oferta que incluye tanto clásicos como títulos contemporáneos en estos géneros.
Prólogo y Tornamesa son ejemplos de librerías que han evolucionado con el tiempo. Prólogo organiza clubes de lectura y actividades que fortalecen el lazo entre los lectores, y Tornamesa fusiona libros con vinilos, música, cine y otras actividades culturales.
La Dacha es una librería en Chapinero, especializada en literatura rusa y eslava, con un enfoque en autores que han sido afectados por la censura y el exilio. La Librería Woolf se especializa en la promoción de la literatura escrita por mujeres, que ofrece un catálogo que abarca narrativa, ciencias, filosofía, arte, feminismo y estudios de género.
La librería Cooltivo se especializa en la promoción de la literatura colombiana, ofreciendo un espacio dedicado a autores, ilustradores y narrativas nacionales.
La librería Mr. Fox se especializa en ilustración y literatura de fantasía, con un énfasis particular en obras para niños y jóvenes. Además de su oferta literaria, el proyecto se centra en la formación de lectores a través de lo que denominan “provocación a la lectura”.