Las artes llevan la batuta en la calle
A lo largo de este paro nacional han surgido diferentes expresiones artísticas. El Espectador consultó a académicos, escritores y artistas, quienes dieron una luz sobre los motivos por los cuales el arte ocupa algunos espacios en medio de las manifestaciones sociales.
María Paula Lizarazo
En estas noches de mayo el poeta José Luis Díaz-Granados recuerda las marchas estudiantiles de los años sesenta y setenta, y las de la Unión Patriótica en los ochenta. Algo que tienen en común esos tiempos y el paro nacional, que arrancó hace más de una semana, es el surgimiento de diferentes expresiones artísticas en medio de las protestas. El teatro político que se empezaba a hacer en esas décadas en Colombia le recordaba a los partisanos en Italia cantando la Bella Ciao.
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En estas noches de mayo el poeta José Luis Díaz-Granados recuerda las marchas estudiantiles de los años sesenta y setenta, y las de la Unión Patriótica en los ochenta. Algo que tienen en común esos tiempos y el paro nacional, que arrancó hace más de una semana, es el surgimiento de diferentes expresiones artísticas en medio de las protestas. El teatro político que se empezaba a hacer en esas décadas en Colombia le recordaba a los partisanos en Italia cantando la Bella Ciao.
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Durante esta larga semana, pese a las denuncias por diferentes casos de violencia, en lugares como Cali, Buga, Siloé, Aracataca, Cartagena, Bogotá, Manizales, Pereira, Medellín, entre otros, las marchas han tenido un componente de expresiones artísticas. Hay manifestantes que han salido con sus tambores y maracas, otros vestidos para representar un performance. Algunos han llevado sus telas para colgarse, otros han hecho malabares. Incluso, la Orquesta Filarmónica salió el miércoles pasado a tocar en las calles del Parkway de Bogotá como un llamado pacífico a la no violencia en medio del paro.
Este tipo de expresiones llevan a la reflexión sobre los diferentes espacios o motivos que puede tener el arte en medio de cohesiones sociales. Para el escritor y columnista Juan Esteban Constaín, “el arte es siempre un territorio de libertad y de rebeldía; el arte es en sí mismo una forma de insubordinación y de crítica, quizá la forma más extrema de insatisfacción frente al mundo. Por eso no es raro, todo lo contrario, que toda clase de expresiones artísticas vayan acompañando y jalonando la protesta social. Es una larga tradición, además, y esta época no tiene por qué ser la excepción. El arte es también alivio y refugio y reparación, y su presencia en las calles realza todavía más esa condición cuando en ellas está la gente levantando su voz”.
A la cantante Marta Gómez, autora de Para la guerra nada, le resulta interesante que en las marchas se expresen artísticamente personas que no son artistas ni viven del arte. Está convencida de que “nuestra violencia como pueblo es nuestra crianza, es la música que se escucha en la radio, en los buses. Estoy segura de que si escucháramos otro tipo de música tendríamos otra sociedad, y esto está comprobado, cuando se expone a los niños a música que no incite a la violencia son seres humanos mucho más capaces de dialogar. La música es una conexión directa con los sentimientos. Es válido si sale de forma agresiva en este momento y sacamos la rabia con nombres propios y juzgando, pero el arte que sana y acompaña es el que se va a quedar cuando todo esto pase”.
Andrea Rodríguez, fotógrafa de Buga, apunta que las expresiones artísticas en medio del paro surgen como una afrenta al miedo que produce la violencia, y añade que “es importante que en estas manifestaciones se presenten componentes artísticos para que esto trascienda en el tiempo”, coincidiendo con Gómez, que comenta que “tenemos murales que están desde las manifestaciones por el asesinato de Jaime Garzón, y siguen allí. Los jóvenes que ahora marchan quizá no conocieron a Jaime Garzón y, sin embargo, cuando pasan por los murales dicen ‘por él también estamos marchando’”.
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La calle es la expresión del lugar de lo público, dice el crítico cultural Ómar Rincón. Y en palabras de Díaz-Granados, “el arte es la única manera en que uno reconstruye y reinventa la vida. El arte tiene eso, que la gente se identifica, los problemas que tenemos ahora son los mismos que tenían en la Roma antigua o en la época de la Segunda Guerra Mundial. Se recitaban poemas de Neruda cuando el ejército soviético derrotó por primera vez a los nazis, en las calles de México y de Chile. Cuando los franquistas bombardearon Guernica, Picasso, con ese cuadro, demostró de manera simbólica todos los horrores que hicieron los franquistas”.
Lo simbólico en diferentes tiempos se ha trasladado a ese lugar de lo público. Añade Ómar Rincón que “las marchas, desde la del ‘me pongo la ruana’ en 2013, las de 2019, las del año pasado y estas, como las de Chile, como las de Argentina, son marchas nuevas. Ya no son marchas de los sindicatos ni de la izquierda. Son marchas festivas. Marchas carnavaleras. Son marchas que mezclan la cultura pop. El recurso expresivo ya no viene de un partido, sino que los recursos narrativos, simbólicos, vienen por la cultura que consumimos, vienen dados por las redes digitales, por la cultura pop, por los símbolos que compartimos. En Chile, por ejemplo, Pikachu y un Hombre Araña gay. En Argentina se baila cumbia villera, se va a la marcha como se va al fútbol, como haciendo arenga futbolera. Lo que hay que comenzar a pensar, y es lo que no han entendido los medios de comunicación cuando van a buscar a los violentos, es que las marchas hoy son una fiesta de la ciudadanía y la democracia, son una fiesta donde los recursos narrativos son mucho más diversos. Por eso, todo el mundo va con vestimentas, con arengas, con sus propias frases, con sus propias consignas: multicausas. Estas marchas tienen como repertorio simbólico todo lo que es la cultura pop, y por eso sale tanto joven, de todas las clases sociales, todos van con su estilo, con su cultura, para encontrarse ahí”.
Que actualmente las manifestaciones sociales estén impulsadas en buena parte por gente de a pie y estudiantes, a diferencia de tiempos en los que eran lideradas por nombres políticos o intelectuales (por ejemplo, en Francia en los años sesenta), ¿cree que tenga algo que ver con el auge comunicativo de las redes sociales?
Juan Esteban Constaín: Sí, yo sí creo que todas las expresiones del movimiento social, y no solo las que tienen que ver con la presencia del arte en él, están cambiando de manera radical por cuenta de las redes sociales. Es una nueva civilización la que irrumpió allí, y sobre todo es una nueva forma del poder y la ciudadanía: quizá nunca antes la democracia había tenido una especie tan vívida, y eso cobra aún más sentido en las protestas, las marchas, los brotes de la gente en la calle, con un espejo inequívoco e inmediato en esa nueva ágora que son Twitter y etcétera.
En esta semana, Federico Díaz-Granados ha compartido por Instagram poemas que hablan de violencia como Los allanamientos, de Luis Vidales, A Cali ha llegado la muerte, de Emilia Ayarza, o Llanura de Tuluá, de Charry Lara. Para el poeta las redes sociales son un espacio democrático en el que también pueden circular otras percepciones sobre el mundo, diferentes a la información e incluso a las fake news, como la poesía: y no encuentra ningún distanciamiento entre esta con las arengas, los cánticos y los murales relacionados con el paro: “La poesía nos permite varias cosas, una relación diferente con el lenguaje, y como necesitamos la palabra para comunicar y para expresar el descontento que se está viviendo, en una marcha la poesía cobra un lugar muy importante. La presencia de la poesía en la arenga, en el canto, en el grafiti, tiene lugar por el juego de palabras, es la tensión del lenguaje la que permite comunicar un profundo descontento. Esos sentidos y significados con que lo poético llena las palabras, logran que las arengas, los cánticos y las frases tengan una contundencia”.
Óscar Estupiñán, de 23 años, es actor de teatro y ha salido esta semana a manifestarse por medio de una performance en Manizales. Estupiñán resalta que “los movimientos sociales necesitan encontrar cohesión, algo que una más allá de la mera causa, porque la causa a veces es difusa, toca a cada persona de manera diferente. Los cánticos y todas estas expresiones mantienen un sentimiento de comunión, de comunidad, y eso es muy importante, porque le recuerda a la gente que está ahí sintiendo al otro y que el otro también lo está sintiendo”, es decir, para Estupiñán las expresiones artísticas traen consigo la validación del otro. Y esa quizá sea una luz para el diálogo: “Mandela perdonó, si no Sudáfrica seguiría en guerra. Hay que insistir, insistir en la paz”, concluye José Luis Díaz-Granados.