La escultora y escritora estadounidense Anna Coleman Ladd en su trabajo, con una de las máscaras que le devolvieron la dignidad a un soldado desfigurado en la Primera Guerra Mundial.
Foto: Wikimedia Commons
Los horrores de la guerra se miden en muertes y destrucción a gran escala. Con la Gran Guerra nos aseguramos de ello. Pero ¿qué fue de los hombres que pasaron días y meses en lo profundo de una trinchera? ¿Aquellos que portaron una herida no en sus brazos o piernas, sino permanentemente en sus rostros? Las repercusiones y el tabú alrededor de sus caras alteradas no eran fácil de asimilar, pero la escultora Anna Coleman Ladd se dio a la tarea de devolverles un ápice de su vida e identidad antes de la guerra a través de máscaras prostéticas.
Por Andrea Jaramillo Caro
Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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