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                                                                                                                                Las mil y una muertes de Maradona I (Homenaje)

                                                                                                                                Su primera muerte fue a los 17 años, cuando el técnico de la Selección Argentina lo llamó aparte después de un entrenamiento y le dijo que lo iba a dejar por fuera del plantel que jugaría la Copa del Mundo.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Para él, la vida era plena y completa a los 17 años, sólo a los 17 años. No había largas vidas por delante ni nada por el estilo. Un año más tarde, en Tokio, levantó una copa del mundo, parecida a la de Pasarella, pero diametralmente distinta, la copa del título del mundo juvenil de 1979. Tenía el pelo corto porque había tenido que pagar el servicio militar obligatorio que había decretado la dictadura de entonces, Jorge Rafael Videla y Cía, y un rencor que sólo desaparecía cuando tocaba una pelota, pero era y seguía siendo Maradona. Movedizo, gambeteador, impredecible, zurdo, veloz, claro. En Tokio, se juntó una y mil veces con Ramón Díaz, y entre los dos, a pura pared, a puro cuento de fútbol, destrozaron a todos sus rivales. Se volvieron a encontrar tres años más tarde, en el equipo que iba defender el campeonato del mundo en el Mundial de España, 1982. Ya Maradona era el mejor del mundo para muchos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En aquel partido hubo palos, puños y bofetadas, como cantaba Rubén Blades. Maradona fue el centro de todo. Sangre, la camiseta rota, las piernas hinchadas, rabia, impotencia. Un tal Claudio Gentile lo persiguió por todo el capo del estadio de Sarriá y lo masacró. Eran otros tiempos, otras costumbres. El fútbol no era solo jugar a la pelota. Era eso, y era aguantar, y era devolver, y era caerse y ser capaz de levantarse, y era no dejarse provocar. Era jugar contra todo y contra todos, y en ese juego, Argentina perdió. Fue sepultada por Brasil, cuatro días más tarde. Diego Maradona acabó expulsado por un planchazo en la mitad del campo contra Batista, que era la síntesis de la rabia, de la derrota, del dolor: su segunda muerte. Muerto, pero con la cabeza levantada y una barba de cinco días que se había dejado como “cábala”, se retiró de la cancha silbado e insultado, “cuesta abajo en su rodada”, como decía el tango.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Para él, la vida era plena y completa a los 17 años, sólo a los 17 años. No había largas vidas por delante ni nada por el estilo. Un año más tarde, en Tokio, levantó una copa del mundo, parecida a la de Pasarella, pero diametralmente distinta, la copa del título del mundo juvenil de 1979. Tenía el pelo corto porque había tenido que pagar el servicio militar obligatorio que había decretado la dictadura de entonces, Jorge Rafael Videla y Cía, y un rencor que sólo desaparecía cuando tocaba una pelota, pero era y seguía siendo Maradona. Movedizo, gambeteador, impredecible, zurdo, veloz, claro. En Tokio, se juntó una y mil veces con Ramón Díaz, y entre los dos, a pura pared, a puro cuento de fútbol, destrozaron a todos sus rivales. Se volvieron a encontrar tres años más tarde, en el equipo que iba defender el campeonato del mundo en el Mundial de España, 1982. Ya Maradona era el mejor del mundo para muchos.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En aquel partido hubo palos, puños y bofetadas, como cantaba Rubén Blades. Maradona fue el centro de todo. Sangre, la camiseta rota, las piernas hinchadas, rabia, impotencia. Un tal Claudio Gentile lo persiguió por todo el capo del estadio de Sarriá y lo masacró. Eran otros tiempos, otras costumbres. El fútbol no era solo jugar a la pelota. Era eso, y era aguantar, y era devolver, y era caerse y ser capaz de levantarse, y era no dejarse provocar. Era jugar contra todo y contra todos, y en ese juego, Argentina perdió. Fue sepultada por Brasil, cuatro días más tarde. Diego Maradona acabó expulsado por un planchazo en la mitad del campo contra Batista, que era la síntesis de la rabia, de la derrota, del dolor: su segunda muerte. Muerto, pero con la cabeza levantada y una barba de cinco días que se había dejado como “cábala”, se retiró de la cancha silbado e insultado, “cuesta abajo en su rodada”, como decía el tango.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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