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Las resurrecciones de Pessoa

¿Por qué detrás de las monumentales obras literarias de Antonio Tabucchi, muerto la semana pasada, y del Nobel José Saramago están los versos del poeta portugués? ¿Por qué leerlos?

Nelson Fredy Padilla
07 de abril de 2012 - 08:00 p. m.
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Ahora que Antonio Tabucchi murió, se cumplió uno de sus sueños: descansar en paz, hecho cenizas, en el mismo Cementerio de los Placeres que recibió los restos de Fernando Pessoa en 1935. También pidió cremación y volver a la tierra en Lisboa, bajo las raíces de un olivo, el Nobel de Literatura José Saramago. Los tres unidos por la poesía del primero y la poética común a sus obras.

Pessoa murió a los 47 años de edad (1888-1935) a causa de una cirrosis generada por el aguardiente Águila Real. En vida sólo publicó Mensaje y dejó una monumental obra inédita que discípulos como Saramago y Tabucchi se encargaron de universalizar. El mejor Saramago está en El año de la muerte de Ricardo Reis, novela en la que lleva al exiliado heterónimo de Pessoa de regreso a la capital portuguesa para hacerle un homenaje a su poesía en el preludio de la muerte; al hombre que “hizo versos como los versos se hacen, como si fuese la primera vez”; el Fernando que “nunca llegó a tener verdaderamente la certeza de quién era, aunque esa duda hace que nosotros vayamos consiguiendo saber un poco más quiénes somos”.

Tabucchi fue aún más apasionado con el Pessoa que descubrió en la Sorbona en el poema Tabaquería (“No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada…”): tradujo toda su obra al italiano, se hizo portugués, encontró en María José de Lancastre amor y, cómplice de esa nacionalidad, escribió en esa lengua Réquiem, su alucinante búsqueda del fantasma de Pessoa. Eso sin olvidar Un baúl lleno de gente: Escritos sobre Pessoa y Pessoana mínima. Con ese humor que lo caracterizaba, con esa dulce voz ronca de fumador empedernido, sostenía Tabucchi: “Me lo ha enseñado todo/ me ha enseñado a mirar las cosas/ me señala lo que hay en las flores/ me muestra la belleza de las piedras…”.

Como a Pessoa el licor, Tabucchi intuyó que lo mataría un cáncer producido por el cigarrillo y gran parte de su obra la escribió para explorar la muerte, desde los relatos de Los volátiles del Beato Angélico hasta Tristano muere; la muerte en Lisboa como la reconstruyó en Los últimos tres días de Fernando Pessoa, afeitado, huyéndole al dolor junto a tantos heterónimos que los estudiosos de Pessoa han revivido por cien.

La muerte de Saramago hace casi dos años fue una resurrección de Pessoa. La de Tabucchi la semana pasada, otra. Bien dijo el secretario de Estado de Cultura de Portugal, el escritor y editor Francisco José Viegas: “Tabucchi no era sólo el amigo íntimo de Lisboa, el amigo íntimo de nuestra literatura, el gran divulgador de Pessoa, era el más portugués de todos los italianos”.

No dependemos de un tratado sobre heteronimia ni de uno sobre psicoanálisis freudiano para acercarnos a la obra de Pessoa. Basta que volvamos sobre sus versos para que su espíritu resucite. El porqué lo explicó el Departamento de Literatura de la Universidad de los Andes en una bella exposición a finales del año pasado: “porque es el mayor mito literario de Portugal... Pessoa fue el único escritor del siglo XX que desplazó en el imaginario lusitano al escritor por excelencia de la nación portuguesa, Luís de Camões, equiparable a Dante, Goethe, Cervantes o Shakespeare en la historia literaria de sus respectivos países. Alcanzó, así, una verdadera proeza: darle un carácter fundacional a su obra, moderna, ampliamente fragmentaria y que abarca todos los géneros”. Fernando Pessoa se llama la Cátedra de Estudios Portugueses creada en esa universidad con el apoyo del Instituto Camões.

Para Pessoa la muerte no era más que “la curva del camino”, “morir es sólo no ser visto…”, en su caso para ser leído. “El desconocido de sí mismo”, como lo llamó Octavio Paz, es cada vez más el conocido de todos —como Borges—, así los “más pessoanamente pessoanos en Pessoa” hayan sido Saramago y Tabucchi.

Sobre ‘Alberto Caeiro’

“8 de marzo de 1914... me acerqué a una cómoda alta

y, tomando un papel, comencé a escribir, en pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tal poemas sin interrupción, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca

podré tener otro así. Abrí con un título, ‘El guardador de rebaños’. Y lo que vino después fue la aparición de alguien en mí, a quien di de inmediato el nombre de Alberto Caeiro”.

Fernando Pessoa en carta a Adolfo Casais Monteiro (13-I-1935).

Sobre ‘Ricardo Reis’

“Tras la aparición de Alberto Caeiro, de inmediato traté de descubrirle —instintiva y subconscientemente— unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, cuyo nombre descubrí y lo ajusté a él mismo, porque a esta altura ya lo podía ver […] nació en 1887 en Porto, es médico y actualmente está en Brasil”.

ODA

Para ser grande, sé entero: nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres En lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna entera brilla, porque alta vive.

Ricardo Reis

Sobre ‘Álvaro de Campos’

“Y, de repente... como una derivación contraria a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. De un golpe, y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la ‘Oda Triunfal’ de Álvaro de Campos... Nació en Tavira, el día 15 de octubre de 1890 (a la 1:30 de la tarde, según Ferreira Gomes; y es verdad, pues, hecho el horóscopo para esa hora, está correcto). Como sabe, Campos es ingeniero naval (por Glasgow), pero ahora está aquí en Lisboa, inactivo”.

Pessoa en carta a Casais Monteiro (13-I-1935).

Ulises

El mito es la nada que es todo./ El mismo sol que abre los cielos/ es un mito brillante y mudo./ El cuerpo muerto de Dios,/ vivo y desnudo./ Éste, que aquí arribó,/ fue por no ser existiendo./ Sin existir nos bastó./ Por no venir fue viniendo/ y nos creó./ Así el mito se desliza/ entrando en la realidad,/ y fecundándola pasa./ Abajo, la vida, mitad/ de nada, muere.

‘Libro del desasosiego’

“Veo los paisajes soñados con la misma claridad con que observo los reales. Si me asomo a mis sueños es a cualquier cosa que me asomo. Si veo la vida pasar, sueño cualquier cosa. De alguien alguien dijo que para él las figuras de los sueños tenían el mismo relieve y perfil que las figuras de la vida. Para mí, aunque comprendiera que se me aplicara tal frase, no la aceptaría. Las figuras de los sueños no son para mí iguales a las de la vida. Son paralelas. Cada vida —la de los sueños y la del mundo— tiene una realidad igual y propia, pero diferente. Como las cosas próximas y las cosas remotas. Las figuras de los sueños están más próximas de mí, pero…”.

Opinan los discípulos del poeta

"La importancia de Pessoa en la obra de Saramago es tal que escribió un libro de casi 500 páginas: ‘El año de la muerte de Ricardo Reis’. Ahí queda todo dicho”.

Pilar del Río, periodista y traductora al español de la obra del Nobel de Literatura portugués.

"Pessoa es un poeta lleno de aristas y matices. Las ‘multánimes almas’, como diría De Greiff, que se plasman en sus heterónimos, permiten al lector adentrarse en un complejo mundo donde se mezcla la reflexión filosófica con la emotividad sentimental o la lucidez desencantada del hombre moderno. Pessoa cuenta con un universo de apasionados de su obra, entre los que se contó Tabucchi”.

Piedad Bonnett, poetisa y novelista colombiana, ganadora del XI Premio Casa de América de Poesía.

"Conozco de sus heterónimos y ‘El libro del desosiego’, esa bella colección de textos sobre la multiplicidades del yo y que, creo, lo llevó a vivir solo pero en función de sus diversos personajes”.

Luz Mary Giraldo, poetisa colombiana que acaba de publicar ‘Llévame como un verso –Canciones del exilio–’.

"Esa actitud dialogante que ocurre en el adentro de todo creador, como si lo habitara una Babel, fue algo que señaló para siempre a Fernando Pessoa. El poeta portugués estaba habitado. Una multitud de seres lo habitaba”.

Juan Manuel Roca, autor de la antología ‘Los cinco entierros de Fernando Pessoa’ y listo a publicar ‘Galería de espejos. Una mirada a la poesía colombiana del siglo XX’.

"La vida y la obra de Pessoa son un permanente desafío a la lógica formal. A mí, por ejemplo, Álvaro de Campos me interesa muy poco, pero amo la poesía de Alberto Caeiro sobre todas las cosas. Un gran escritor, como Shakespeare o Pessoa, no es uno, es muchos, es múltiple, es hombre y es mujer, es todos”.

Héctor Abad. Su libro ‘El olvido que seremos’ recibió en Portugal el Premio Casa de América Latina. Acaba de lanzar el poemario ‘Testamento involuntario’ (Alfaguara).

"Pessoa escribió que el misterio más alto de un hombre era la creación de mitos. Por eso en su caso nada es más difícil que separar el objeto del sujeto, ya que Pessoa se presenta unas veces como creador y otras veces como creación, para así reconocer el carácter soberano de la ficción y, al mismo tiempo, enmascararse de manera más absoluta y sutil”.

Jerónimo Pizarro, profesor del Departamento de Literatura de la Universidad de los Andes, autor de ‘Pessoa, el guardador de papeles’ (Texto Editores) y coordinador del equipo que digitalizó la biblioteca personal del poeta, con el apoyo de la Casa Pessoa.

Consulte la biblioteca personal de Pessoa en  http://casafernandopessoa.cm-lisboa.pt

Por Nelson Fredy Padilla

 

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