Cincuenta años de un ícono de la arquitectura colombiana y latinoamericana
Durante el mes de mayo se conmemoran los 50 años de la construcción de las Torres del Parque, un proyecto del arquitecto Rogelio Salmona, que se convirtió en una de las vistas reconocidas de la capital.
Enrique Uribe Botero
Las Torres del Parque, corazón de ladrillo con latido propio.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Las Torres del Parque, corazón de ladrillo con latido propio.
Las tres se enroscan sutilmente entre sí, replicando el anillo de los cerros.
Espléndidas y protectoras, coronan a Bogotá.
Abrazan a la ciudad como si de verdad la quisieran.
Porque de verdad la quieren. Y la afirman.
Laura Restrepo.
Las Torres del Parque, diseñadas en Bogotá por el arquitecto franco colombiano Rogelio Salmona al final de la década de los sesenta y entregadas a la ciudad en mayo de 1974 por su estratégica ubicación en la ciudad y sus calidades arquitectónicas, han sido y serán siempre un punto de referencia en la arquitectura colombiana y en el paisaje bogotano.
Sobre la ubicación
Desde principios del siglo XX, cuando la ciudad comenzó su expansión hacia el norte y el occidente, el hoy Parque de la Independencia se concibió como el lugar estratégico para construir el primer parque metropolitano de la capital y punto de encuentro de sus habitantes y visitantes. Era ideal para conmemorar el centenario de nuestra independencia, celebración que se hizo con una gran exposición agrícola e industrial que, de alguna manera, emulaba las exposiciones que se hicieron en Europa por la misma época. También era contiguo al preexistente parque Centenario que conmemoraba el centenario del nacimiento del libertador Simón Bolívar (1783-1883).
Fue así como se señaló en el plano el punto de mayor jerarquía urbana por la inmediatez con los cerros, el centro histórico y administrativo, amén de la confluencia de los caminos que venían o iban hacia norte: primero la carrera Séptima y más tarde la Avenida Caracas, la carrera 10 y la 13. Además, quienes venían del río Magdalena llegaban a Bogotá por la que hoy es la calle 13. Enseguida se construyó la Avenida de las Américas, que daba una elegante y amplia bienvenida a quienes aterrizaban en el aeropuerto de Techo, que en la década de los 50 se trasladó a donde hoy se encuentra El Dorado, dando como origen a la calle 26 o la Avenida del mismo nombre, que termina en el sector del parque.
A partir del Parque de la Independencia se consolidó un centro de encuentro, cultura, recreación y definición de la ciudad en construcción. En sus inmediaciones se construyó el gran Salón Olympia, más tarde vinieron la Plaza de toros de Santa María, la Biblioteca Nacional y, en la década de los 60, el Planetario Distrital y el Centro Internacional. A inicios de los 70 llegaron los que hacían falta para darle vida al sector: los habitantes.
Las Torres del Parque, un conjunto de 294 apartamentos y varios locales comerciales, fueron una iniciativa del Banco Central Hipotecario en respuesta a la directriz del acalde (1966-1969) Virgilio Barco Vargas, que promovía la densificación del centro con proyectos de vivienda en altura. Se le encargó entonces el diseño al joven Rogelio Salmona, con una corta pero brillante experiencia en Colombia. A su edad, ya contaba con el prestigio de haber trabajado en París durante siete años en el taller del entonces más influyente arquitecto en el mundo, el suizo-francés Charles-Édouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier.
Al llegar de Europa, Salmona emprendió la “quijotesca” acción (como él la llamó) de recuperar los restos dejados por la construcción de la Calle 26, que mutiló el Parque de la Independencia, demolió los pabellones que en él estaban y dejó por fuera del mismo a la Biblioteca Nacional. Esta acción también borró del mapa al vecino Parque Centenario, lo que ocasionó que, décadas después, la estatua ecuestre de S. Bolívar fuese desplazada al también desaparecido monumento a los Héroes.
Muchos lamentamos esta última desaparición, pero otros la celebran: Bolívar por fin regresó al Parque de la Independencia, vecino a su lugar de origen. También lo hizo la valiosa estatua de la bañista Rebeca, otrora localizada en el Parque Centenario, que sufrió desplazamiento para llegar a un insustancial recorte de lo que quedó del paso de la avenida 26 por el sector.
Salmona se refirió a este tema en una entrevista para la Junta de acción comunal de La Macarena, en octubre de 2005: “Tratar de recuperar el parque... Hice un proyecto que mantuve por mucho tiempo desde 1961. El Ministerio de Obras Públicas estaba encargado de los parques nacionales y yo, en mi afán de recuperar no solo el Parque de la Independencia, sino también el Nacional, pasé por varios ministros… Dentro de la zona estaban los predios del lado oriental de la Plaza que había adquirido el Distrito en los años 50 y que entregó al Banco Central Hipotecario”.
Aunque jamás se imaginó que con esta acción buscaba construir un conjunto de edificios en las cercanías, con ella logró no solamente recuperar el parque, sino dar a Bogotá, Colombia y Latinoamérica una emblemática obra de arquitectura y un hito en la historia urbana y cultural colombiana. Sin ella, ni el parque, ni el sector, serían lo que hoy son.
A continuación, y en sus palabras, aquí la primera decisión del arquitecto: “A raíz de la preocupación por el parque en ese sector hice el proyecto de las Torres y convencí al Banco Central Hipotecario de recuperar la calle que cruza el parque…”.
Con la última frase “recuperar la calle que cruza el parque”, se define el interés de Salmona por construir un proyecto integral que, como en los castillos medievales en Europa, tanto el espacio exterior como los palacios conforman una integralidad. No es que el Palacio de Versalles está dentro del Jardín, es un solo proyecto, pero tanto el uno como el otro –el edificio como el jardín- se corresponden, lo mismo que sucede con el Parque de la Independencia, la Plaza de toros, el planetario y las Torres del Parque. Estas solidifican el grueso de este espacio y evidencia la decisión de convertir la antigua vía vehicular en un placentero recorrido en escalas.
De esta manera, el arquitecto Salmona diseña una vía de comunicación del Planetario con la quinta. Un delicioso recorrido y lugar para el encuentro, aspecto crucial en su interés de unificar los otros dos predios: el “corbatín” del costado oriental de la Plaza de toros y lo que quedaba del entonces Parque de la Independencia, que el arquitecto rediseña y, con ello, convierte el sector en esta fabulosa unidad urbana.
Las plantas —las de los jardines de las Torres del Parque y las de otros jardines— no suben ni bajan. Crecen y se podan, que no es subir y bajar. Están a la sombra de las torres y no quieren alcanzarlas. - Carolina Sanín.
Los otros gestores de las Torres del Parque
Por último, y no por ello menos importante, los protagonistas. Siempre, o casi siempre, se menciona a Rogelio Salmona como autor del diseño arquitectónico, lo cual es estrictamente cierto y no está en discusión, sin embargo, es justo y oportuno en esta celebración reconocer el trabajo y la dedicación que otras personas o entidades hicieron que este hito bogotano fuera una realidad. Sin alguno de ellos, las Torres del Parque tal como hoy las conocemos, no serían lo que son.
La gestación de este proyecto se dio cuando el alcalde Virgilio Barco Vargas (1966-1969) dictó medidas para fomentar en el centro de la ciudad la construcción de edificios en altura destinados a la vivienda, con el certero convencimiento de que una ciudad la hacen sus habitantes. Fue así como se construyeron en este sector otros tres o cuatro conjuntos en la misma década.
A la cabeza del Banco Central Hipotecario estuvo en su momento el Dr. Jorge Cortés Boschell. En la junta directiva estuvo, entre otros, Mario Calderón Rivera, quien más tarde fuera su gerente y gran promotor de la construcción del conjunto. “En este proyecto hay que destacar los esfuerzos de Mario Calderón Rivera, a quien no se le ha reconocido suficientemente la tarea que ha adelantado en el Banco”, dijo Salmona. El proyecto estructural se contrató con el ingeniero Doménico Parma, diseñador de la estructura de los más importantes edificios de la ciudad. Así se conformó la dupla de oro que el proyecto requería. “No hay proyecto arquitectónico que no sea un proyecto estructural”, le dijo R. Salmona al poeta Harold Alvarado T. en la revista Arquitrave.
Una ficha clave dentro del Banco Central Hipotecario fue el arquitecto Samuel Vieco, en su momento subgerente de construcciones del Banco Central Hipotecario. Así lo dijo la arquitecta e historiadora de este campo, Silvia Arango Cardinal: “El proyecto fue criticado públicamente en fuertes términos y por distintas personas. De no ser por la continua defensa que de él hiciera Samuel Vieco desde las oficinas del Banco Central Hipotecario, que lo financiaba, es probable que no hubiera podido construirse”.
Por último, Urbano Ripoll, la persona que dirigió y coordinó la obra de las tres torres. Cada una de ellas tuvo un constructor diferente: Cuéllar Serrano Gómez (torre A, la del centro), Esguerra Sáenz Urdaneta Samper (torre B, sur) y Pizano Pradilla & Caro (torre C, norte).
Junto con su esposa, la artista Beatriz Gonzales, Ripoll habitó las torres durante 50 años. Fue director de la obra y socio de la firma P.R.S. Parma Ripoll Salmona. “Nadie sabe muy bien todo lo que implicó la construcción de las Torres. Una obra de ingeniería absolutamente novedosa... Un ejemplo pionero de diseño…—las referencias con el paisaje, la importancia histórica del entorno, la majestuosidad de los cerros tutelares—; pero era un reto enorme por su complejidad geológica… yo coordinaba la planimetría, las discusiones y la construcción”, dijo.
No debió ser fácil. Desafortunadamente, este tipo de proyectos no son comunes en nuestro medio. Si hoy estamos celebrando los 50 años de vida de una obra excepcional en Bogotá y en Colombia, es porque los aquí presentes y sus colaboradores -incluido el último ayudante que a mano mezcló el concreto en un frágil andamio en el piso 35 de estas torres-, lograron la obra maestra. Finalmente, se concluye que “sí se puede”.