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Laura Mora: “Mi relación con el cine es existencial”

La directora de cine colombiana tiene un vínculo con el cine atravesado por la pasión, “la belleza de lo subversivo” y el anhelo de hallar “un lugar en el mundo”. Un texto sobre sus intereses y exploraciones con su obra.

Laura Camila Arévalo Domínguez
11 de diciembre de 2022 - 04:02 p. m.
Laura Mora ha dirigido películas como “Matar a Jesús” y “Antes del fuego”.
Laura Mora ha dirigido películas como “Matar a Jesús” y “Antes del fuego”.
Foto: Juan Cristóbal Cobo
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En la película Los reyes del mundo hay una intención de resaltar la belleza que hay en el margen, de revelar una postura con respecto al mundo. A través de este trabajo, Laura Mora, la directora de este filme, encontró una manera de exponer las relaciones que ha establecido con su existencia. Dice tener los lentes de experiencias tan bellas, pero también tan duras, como para aprender a identificar lo hermoso que se esconde en lo disidente, en lo que está por fuera de la norma o del mandato establecido.

Afirma, también, que le interesan las personas que han caminado por los linderos de la diferencia. Que la intrigan “los personajes que la historia deja por fuera” y que es ahí donde encuentra testimonios vivos para reforzar su “ética de los afectos”.

¿A qué se refiere con la ética de los afectos?

A que son contextos donde falta todo, pero se tiene todo. Es decir, en medio de esa escasez sobresale algo que hoy al mundo ha dejado de interesarle: solidaridad, generosidad, belleza y pureza en el estado más desprovisto de cualquier formación material e intelectual. Es eso lo que me ayuda a sostenerme. Y eso tiene que ver con el tipo de cine que me gusta, con lo que me gusta leer y con la gente que me rodea.

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Mora cuenta que, mientras hacía el casting de actores naturales para Matar a Jesús, se dio cuenta de que esos más de 90 jóvenes a quienes entrevistaron compartían un sentimiento terrible de exclusión, una certeza de no tener futuro. Sin embargo, estaban llenos de vida, de sueños que parecían delirantes ligados siempre al mismo deseo: una obsesión por tener un lugar en el mundo, literal y simbólicamente.

Para ella, esa búsqueda es una aventura humana: todos queremos un lugar para estar a salvo. Y es un anhelo consciente solo para algunos, pero común. Los que tienen el privilegio de elegir dónde vivir, por poner un ejemplo, eligen un refugio, un espacio para la libertad de las ideas y el resguardo del cuerpo, de la propia fragilidad.

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Esta directora de cine colombiana aprovechó el hecho de que el mundo estuviera lleno de migraciones para establecer un diálogo universal entre su película y cualquier espectador: “El mundo que nos ha tocado está lleno de viajes forzados, donde todos estos ‘sin tierra’ están buscando su pequeña isla”.

Hablemos un poco más de su insistencia en la belleza que encuentra en lo subversivo y lo desobediente…

Si uno se pone a pensar en la subversión desde el anarquismo norteamericano, lo que se está planteando es una idea muy romántica de querer cambiar el orden establecido, de querer tener un mundo más justo. Y esa es una herencia absolutamente platónica. Es la idea de luchar contra el desequilibrio para que todos vivamos en un mundo mejor, y ese principio es romántico porque no está partiendo de ningún lugar violento, sino de generar acciones para que ese orden establecido pueda ser más justo. Desobedecer la norma no como un acto terrorista, sino como un acto para detener el mundo y llamar su atención.

Se podría decir que le interesan estos gestos desobedientes, pero por causas concretas…

Sí, me interesan esos movimientos en los que el ser humano ha querido no solo salvarse a sí mismo, sino luchar de manera solidaria y colectiva por un mundo donde todos quepamos.

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* * *

El pasado 24 de septiembre, Laura Mora recibió la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián por la película Los reyes del mundo, cuya escritura comenzó a concebir mientras atravesaba una carretera del norte de Antioquia que siempre la intrigó por su historia de violencia, su belleza y sus cambios geográficos. Para ella, la película no existía en ningún otro lugar a pesar de las advertencias sobre el riesgo de rodar en esta zona. Confiesa que “no quiso rendirse” ante el rumor de la violencia en Colombia, que es tan poderoso porque es fáctico: “A pesar de que nos advirtieron tantas veces que no fuéramos, atravesamos ese rumor como quien atraviesa la neblina en un acto profundamente desobediente. Solo nos encontramos con belleza: no tuvimos contacto con ningún grupo armado. Fuimos bienvenidos. Entramos con cuidado, intentando no ser invasivos”.

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Sobre los actores que protagonizan su película —los reyes del mundo que trabajaron con ella— cuenta que su mayor prioridad ha sido quitarles la idea del falso estrellato. Que ha sido muy honesta y que se ha preocupado por repetirles que el cine no tiene la capacidad de cambiarles la realidad, o al menos no mágicamente; porque Mora sabe que la de ellos es dura, y pronuncia esta palabra con un énfasis que se siente doloroso, como si también la padeciera ella, que se comprometió con ellos: será su amiga de por vida y en ella siempre encontrarán a una persona a quien podrán acudir. Que así no tenga soluciones, puede intentar buscarlas o solo escuchar y que eso, justamente esa lealtad, es la que ella sí quiere ofrecerles por medio de su relación con el cine. Que ella siempre quiso compartirles una verdad a la que no habían accedido, y es que podían ser tratados de maneras más amorosas y justas. Y que, para ella, el mayor talento que descubrió en los cinco actores de su película no fue el de actuar, sino el de vivir.

Mora también tiene ese talento natural para la vida, pues su concepción sobre quién es resulta diáfana. Agradece el consejo que algún día le dio su padre: no dejarse descrestar, mantener los pies en la tierra. Es consciente de que la atención mediática es pasajera. Sabe que las cámaras y las luces se apagan y que su relación con el cine es muy existencial; por lo tanto, es vital, y reconoce que haber aprendido a disfrutar de las cosas más simples es uno de sus mayores logros. Que los afectos, sus relaciones, sus lazos, son los que la mantienen anclada. Es consciente de que su cine la delata; de hecho, es una decisión que su cine la delate.

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Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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