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Usted creció en un hogar artístico gracias a sus padres, María Murcia y Néstor Lambuley, quienes al mismo tiempo se interesaron por hacerla parte de ese mundo desde su infancia. ¿Cómo la música influyó en ustedes como núcleo familiar? ¿La música los unió?
Es muy bonito porque nunca me habían hecho esa pregunta, siempre me han preguntado acerca de la música, de cómo llegué a la música, etc. Pero realmente siempre fuimos una familia muy unida. Mis padres armaron un grupo en donde ellos dos participaban en el proyecto y tenemos muchas anécdotas como familia. Por ejemplo, ellos participaron en el primer concurso que se hizo de música colombiana, y mi mamá durante las rondas de las convocatorias estaba a punto de darme a luz. Se hicieron las rondas y ellos fueron los ganadores, debido a eso tenían que hacer un concierto; tenían que ir a tocar. En ese momento yo acababa de nacer hacía pocos días y mi mamá debía ir a dar ese concierto. Hay muchas anécdotas de ese tipo que demuestran que el hecho de que mis padres tuvieran familia no fue un impedimento para que pudieran seguir ese llamado que tenían con el tema cultural, con la investigación (…) Con los otros hijos de los integrantes crecimos juntos, y los niños más grandes cuidaban a los chiquitos. Siempre hubo esa conexión familiar entre el núcleo con mis padres, pero también entre esa familia que se fue generando a partir de esa relación musical y cultural.
¿Por qué cuando tuvo su segundo hijo tomó la decisión de dedicarse a él y parar a nivel artístico?
Porque estaba sola y no sentía ese apoyo de poder delegar esa responsabilidad, el dejar tus hijos con otras personas, en otros lugares. Apenas estaba acomodándome en este país, entonces no conocía a la gente, los lugares, así que decidí que viajar en ese momento con un bebé recién nacido iba a ser un poco engorroso. También porque con mi primera hija no hice eso y siempre me quedó la duda de poder dedicarme cien por cien a ella. Ser mamá no significa que tengas que parar, pero también sentimos ese llamado de dedicarnos a nuestros hijos, sin importar qué suceda con la carrera o con el mundo. Fue un rol que quería experimentar, el de ser mamá sin pensar en la pianista, en la artista, en la maestra, en estudios; darme el lujo de experimentar lo que es ser mamá.
¿Qué le dejó esa experiencia?
Fue una experiencia muy especial, lo veo en el carácter de mi hijo, en la conexión que tenemos. Con mi primera hija también tenemos una conexión muy fuerte, pero sí son muy diferentes las dos experiencias. En la primera, sigues adelante al mismo tiempo con tu carrera y tus hijos. En la otra como que le das un “stop” a la vida y dices me quiero dedicar a ser madre. Creo que a nivel personal también me sirvió mucho, porque yo siempre tuve mucho miedo de que por el hecho de ser mamá perdiera mi carrera o ese impulso que tenía hacia la música. Es una presión muy grande que las mujeres tenemos cuando quedamos embarazadas y somos mamás, y en realidad yo creo que no es ni para un lado ni para otro; es decir, podemos ser profesionales y también en algún momento de la vida podemos decir “no quiero ser profesional, quiero ser mamá”. Muchas veces como artistas, más allá de si eres hombre o mujer, tu vida artística empieza a ser de los demás, no tuya, entonces la gente cada vez quiere más. Uno termina complaciendo lo que la gente quiere que uno haga como artista, pero a veces se necesita parar.
Durante su infancia estuvo en clases de violín y piano, pero al final se decidió por este último instrumento. ¿Qué encontró en el piano?
Yo empecé con clases de violín porque un tío que vivía en Alemania tenía ese instrumento y se lo dio a mi papá, entonces para que yo lo pudiera usar decidió que tomara clases de violín. En esas clases realmente nunca sentí una conexión muy profunda con este instrumento. Pasó también que en esa época mi papá hizo una composición y él llevo un teclado, como una organeta, que en ese tiempo era lo máximo. Me gustaba sentarme en la organeta a tocar, podía pasar horas ahí sentada. Mi papá se dio cuenta y me puso en clases de piano y ahí sí la conexión fue inmediata.
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¿Qué le hizo sentir el piano?
Eso es una muy buena pregunta. En general el piano es un instrumento muy completo, tiene el registro de la orquesta completa. Por eso, muchas cosas de la orquesta se pueden reducir para piano. Es un instrumento que me parece también que es muy versátil en cuanto a estilos musicales; muchos géneros se han desarrollado en el piano. La parte armónica del piano también es una ventaja muy grande, es un instrumento cromático, entonces tiene la versatilidad de tocar en muchos tonos, de hacer armonía, bajo, melodía o de hacer todo al tiempo. Entonces, creo que sentí que era un instrumento muy integral. Poder tocarlo y sentir ese mundo cuando tocas, creo que fue lo que me conectó de inmediato.
¿Y cómo es ese mundo cuando toca?
Mi papá y mi mamá, cuando yo era niña, a pesar de que ellos se enfocaban en su trabajo de investigación y de campo con las músicas campesina, en la casa ponían de todo: Vivaldi, Queen, salsa, Mercedes Sosa, música muy buena. Y yo creo que en el piano encontré todas estas sonoridades que traía, hallé ese universo de sonidos en este instrumento. Cuando tú tocas, sientes que puedes hacer muchas voces al tiempo, entonces hay muchas cosas pasando que tienen forma. Eso tiene una magia y un poder: generar música con tantas cosas pasando al tiempo.
¿Por qué cree que es importante rescatar nuestras propias tradiciones y música?
Yo encontré dos cosas que se le podrían llamar problemas o falencias. Primero, en el tema educativo de los programas musicales de nuestro país en Latinoamérica, y segundo en el problema de la identidad. En la parte educativa me di cuenta de que nosotros queremos aprender todo el tiempo lo de afuera, creemos que es mejor, pero es porque no nos hemos encargado de profundizar en lo nuestro y en estructurarlo también (…) En teoría, ¿el piano por qué tuvo un repertorio y tantas cosas? Porque tuvo un desarrollo, hubo muchos compositores que se encargaron de sacar las músicas de sus países, como la polca, el vals, y todas esas cosas fueron a partir de la música tradicional de sus regiones. Ellos desarrollaron muchas cosas técnicas de acuerdo con esas músicas y generaron todo ese repertorio musical que hoy en día nosotros llamamos música clásica (…) Entonces, pienso que en el tema académico nosotros hemos asimilado esa cultura de la música clásica, pues que es una referencia importantísima en la enseñanza del instrumento, pero nos quedamos ahí, y no se le enseña al interprete que también puede proponer, improvisar, que también puede tener otro tipo de pensamiento y no solamente aprenderse de memoria un repertorio.
Por otro lado, el tema de la identidad es que, yo aprendo un repertorio clásico, pero también como interprete puedo reconocer quién soy. Todos somos únicos y nuestra cultura es diferente (…) Yo creo que cada interprete debería hacerse esa pregunta: ¿Cuál es su identidad?
Usted fue docente en Colombia y en la actualidad también enseña en Estados Unidos. ¿Qué ha aprendido durante esta etapa de su vida?
Empecé enseñando en la Sinfónica Juvenil con algunos estudiantes particulares y me fui dando cuenta de las falencias que tiene la enseñanza musical para los niños, hay muchos niños que tienen experiencias no muy agradables con los instrumentos. Creo que seguí en esa búsqueda de que la educación musical sea algo agradable para esa persona que se acerque a aprender. Cuando llegué a Estados Unidos la experiencia fue dura, porque el nivel de conciencia cultural hacia esos espacios es totalmente diferente: el nivel de atención de los niños, el sentido del valor del aprendizaje del instrumento. En nuestros países latinoamericanos valoramos mucho a pesar de la ignorancia cultural que tenemos en muchos aspectos a nivel de pertenencia. Somos una cultura que valora las cosas porque nos cuesta conseguir todo y somos una cultura con cierto agradecimiento y respeto y eso genera una actitud diferente, pero acá no, porque como todo se consigue, entonces no hay un valor hacia las cosas.
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¿Cuáles fueron esas falencias que encontró en cuanto a la enseñanza musical en los niños?
Yo creo que una de las primeras fallas es pensar que todos los niños son iguales, que todos aprenden a la misma velocidad, que les gusta lo mismo. Creo que hoy en día en cuanto a todo este tema de la investigación referente al autismo se ha ido descubriendo que realmente todos los niños aprenden en tiempos diferentes . Yo creo que poder identificar esas particularidades de cada estudiante le ayuda a uno a saber por dónde abordar la metodología que vas a usar con esa persona. Obviamente si tienes una clase grupal de diez niños es difícil aplicar esta teoría, pero yo sí creo que entre esos niños es posible reconocer que a Juan le entró más rápido que a Pedro este concepto que estoy enseñando hoy, pero eso no quiere decir que Pedro sea malo para la música o que sea perezoso, sino que está aprendiendo las cosas de otras forma y mi deber como docente es conectarme con Pedro y saber qué es lo que pasa con él para poder ayudarlo y no termine teniendo una experiencia traumática por no entender nada. Entonces creo que eso debería tener mucho más valor en la educación musical porque el arte es creativo y libre, es algo que libera a las personas y la parte creativa es algo muy importante en el desarrollo humano de los niños. Creo que nosotros como sociedad le hemos quitado valor a la importancia del arte en la educación del ser humano.
¿Por qué cree que le hemos quitado esa importancia al arte?
Es un tema de poder, político. Socialmente le hemos dado mayor importancia a la parte de consumo, de dinero, y creo que todo eso está conectado, pero el arte no es dinero. El reguetón es dinero, mucha gente puede diferir conmigo, pero pienso que eso no es arte. Hablábamos con unos amigos músicos como la gente que está haciendo reguetón no tiene ni idea de música y no quiere decir que sean menos, pero finalmente lo que están haciendo es poner un producto que les produce dinero. Creo que todo ese tipo de disminución del valor de lo propio, de estar buscando lo “avanzado”, de querer imitar culturas; por ejemplo, la de Estados Unidos, le ha quitado valor a lo propio, donde lo desechable, lo rápido, lo fácil, es lo que todo el mundo está buscando. Es también un tema mediático en donde a través del internet se ha posicionado lo fácil y lo falso. Todo el tiempo queremos imitar lo que estas masas y esta gente nos dice, entonces perdemos el valor por lo importante. Yo decido si quiero mucho dinero o no, si me identifico con una cultura o con la otra.
Eso que mencionaba está muy relacionado con el sentido que hay detrás de lo que hacemos, algunos se dedicarán a la música porque su propósito es hacer dinero, mientras que para otros será distinto. ¿En su caso cuál es el sentido que hay detrás de lo que hace, de la música?
Yo me he preguntado mucho eso. Yo he tenido momentos en la vida en los cuales me he cuestionado si realmente quiero hacer esto de tocar y dar concierto. Todos tenemos crisis en la vida y nos preguntamos quiénes somos, qué estamos haciendo, si estamos realizando lo que queremos, para dónde vamos (…) Finalmente para mí es una pasión tocar piano, es una pasión hacer música, es lo que yo siento que es mi propósito. Yo podría dedicarme a enseñar, pero no estaría completa (…) En cierto punto tú dices: ¿Dios mío esta es la vida que yo quiero? Una vez tú te haces esa pregunta y pones las cosas en perspectiva agradeces lo que haces y lo que quieres y lo disfrutas mucho más.
A veces vamos en piloto automático y ni siquiera sabemos para qué hacemos lo que realizamos a diario…
Sí… Otra pregunta que yo me hacía hace poco es que también en nuestro hacer tenemos una misión como un ente que hace parte de una sociedad, de una familia. Si yo entiendo cuál es mi propósito creo que soy más aprovechable para esa sociedad, y para mí el mejor ejemplo es el campesino. Él sabe que es campesino y se levanta y todo su sistema está pensando en cuándo voy a sembrar, a recoger, a vender, cómo nutro la tierra; todo su sistema está en función del propósito de lo que es él y la sociedad se beneficia de ese propósito que tiene el campesino. Y si el campesino ama ser campesino, entonces la fruta le queda mejor, lo que vende es más rico. Entonces, todos nos beneficiamos de esa persona que tiene una función en la sociedad y que tiene un propósito claro. Si yo en vez de estar mirando para todos lados me centro en lo que soy y lo hago bien, entonces de esa forma estoy también aportando a la sociedad y a mi familia y a mi propia vida.
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A veces se tiene esa concepción de que los músicos clásicos pertenecen a una “élite superior”, esto puede ser perjudicial porque tal vez la gente los ves menos cercanos. ¿Cómo romper con eso?
Yo creo que es importante que las políticas culturales en Colombia logren llevar la música clásica a más zonas rurales, a las zonas que están alejadas de este tipo de música. Hay muchos músicos clásicos que creen que esta música es lo más y lo mejor del universo y eso ha generado también esas separaciones. Pero creo que cada vez que se hagan más políticas para acercar a la gente, a todo tipo de poblaciones, a este tipo de música lo que va a hacer es permitir que las personas tengan un nivel de pertenencia por la música clásica. Es un tema cultural e histórico básicamente, porque este tipo de música era para la corte, entonces a Mozart, Beethoven, Bach; a todos ellos, le decían escriba para el rey. Solo ellos se podían dar el lujo para pagar a este tipo de músicos.
¿Hasta el momento qué le ha dejado la música?
Yo he encontrado el propósito de mi vida en la música. Mi infancia, mi adolescencia y mi adultez es la música.
Todo gira en torno a la música…
Sí, es mi vida y mi propósito. Es algo que hace parte de mi vida, no es lo más importante de ella, porque lo más importante son mis hijos, pero la música es el ambiente en el que yo me muevo, es como mi hábitat y mi propósito.