Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Cromos

                          Vea

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Suscriptores

                                      Beneficios

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      EE ADS

                                                                                                        Cursos y programas

                                                                                                          Más

                                                                                                          Blogs

                                                                                                            Especiales

                                                                                                              Descarga la App

                                                                                                                Edición Impresa

                                                                                                                  Suscripción

                                                                                                                    Eventos

                                                                                                                      Pauta con nosotros en EE

                                                                                                                        Pauta con nosotros en Cromos

                                                                                                                          Pauta con nosotros en Vea

                                                                                                                            Avisos judiciales

                                                                                                                              Preguntas Frecuentes

                                                                                                                                Contenido Patrocinado
                                                                                                                                01 de noviembre de 2017 - 05:42 p. m.

                                                                                                                                Lea uno de los cuentos de Alejandro Morellón, Premio Hispanoamericano García Márquez

                                                                                                                                El Espectador publica uno de los relatos del libro “El estado natural de las cosas”, publicado por el sello editorial Caballo de Troya, libro ganador de la convocatoria 2017 entre 91 inscritos.

                                                                                                                                REDACCIÓN CULTURA

                                                                                                                                El español Alejandro Morellón Mariano, recibió en el Teatro Colón un estímulo de US$100.000 y su obra circulará en las 1445 bibliotecas públicas de Colombia. / Cortesía Mincultura

                                                                                                                                El español Alejandro Morellón es el ganador de la IV edición del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2017. El libro de relatos por el que recibió cien mil dólares se titula El estado natural de las cosas y fue publicado el año pasado por Caballo de Troya. Dice el sello editorial sobre el estilo del autor que es un “género fantástico deformado”, “siete historias que ponen patas arriba el sentido común, las leyes de la naturaleza y el buen gusto convencional”.

                                                                                                                                Los temas así lo indican: Un hombre se presta a perder una parte de su cuerpo a cambio de unos miles de euros; una mujer ríe en medio de los disturbios sociales que arrasan la ciudad; un pueblo espera con devoción la llegada de un huracán; alguien entierra un testículo en el cementerio de la Almudena; un marido acaba viviendo en el techo... “Son solo algunos de los planteamientos radicales y perversos que encontramos en esta antología de relatos, tan atenta a la fabulación más exigente como a la creación de unas resonancias sentimentales capaces de interpelarnos”.

                                                                                                                                Con autorización del Grupo Penguin Random House -en un mes el libro será publicado en Colombia bajo el sello Literatura Random House-, El Espectador publica este fragmento:

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                 

                                                                                                                                ELOGIO DEL HURACÁN

                                                                                                                                Siempre he disfrutado de la violencia de lo cotidiano: por ejemplo, la de un vaso que se rompe en la oscuridad. A veces me pregunto si este recuerdo es realmente mío. Revivo la escena con una alegría difícil de contener: el objeto que cae y se desintegra y se hace estrépito sordo y luego tumulto de voces en mitad de la noche. Mi madre le da al interruptor para que se iluminen los vidrios desperdigados. Su mano abierta en el aire, por encima de mí. El sonido de la bofetada que no se parece en nada al sonido del cristal contra el suelo y la sensación de comprender que todo forma parte de la ceremonia. La violencia que empieza en un vaso y termina con el dolor que una madre le impone a su hijo.

                                                                                                                                Ya han pasado muchos años desde entonces y ya no hay vaso ni madre ni cristales desperdigados ni ese niño que era yo asumiendo el dolor de la bofetada. Ahora vivo en Ehio con el resto de mi congregación. Aquí, en este pueblo, hay violencia así como también hay armonía gracias a que pasa de vez en cuando Amalia, y todos queremos mucho a Amalia.

                                                                                                                                Sabemos cuándo vuelve por la densidad del aire, por el relinchar de los caballos, o por cómo nuestros hijos gritan sin ninguna explicación. A veces los niños son los primeros en saberlo y lloran, y nosotros creemos que es porque les duelen los dientes o porque tienen sueño, hasta que las contraventanas chocan contra la pared y la veleta del tejado empieza a chirriar; entonces caemos en la cuenta de que está aquí otra vez.

                                                                                                                                Cuando llega Amalia la tierra roja del camino se desplaza, gira en remolinos y se esparce por el aire.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Cuando llega Amalia dos o tres de los nuestros entonan una canción.

                                                                                                                                Cuando llega Amalia nos santiguamos, le damos las gracias al viento y nos apresuramos a dejar nuestras ofrendas antes de que alcance la zona de las casas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En estos quince meses desde que pasó por última vez apenas hemos tenido tiempo de restituir el ganado, de reforzar los cimientos, de reconstruir el muro, de cavar otros huecos para la gente que ha venido nueva este año. Cristian y los más jóvenes han construido un doble techo para todas las casas y el resto nos hemos ocupado de la comida y del agua. Los niños han dibujado unas líneas de colores en el camino para que ella se oriente. Todo el pueblo ha hecho ya su elección para la ofrenda: telas bordadas y pelo trenzado y metales preciosos y figuritas de madera y algunos dientes tallados. Este año, los de la tercera casa van a ofrecer a su primer hijo, que está enfermo. Se lo entregan a ella para que lo envuelva y se lo lleve a otro sitio donde no exista el dolor. También dicen, les he oído cuchichearlo en voz baja después de las reuniones, que creen que ella, Amalia, es el brazo invisible de Dios.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Lo dejamos todo en el camino y nos esforzamos de verdad para que quede bien presentado y dispuesto, para que ella lo vea y se lo quiera llevar consigo, aunque casi siempre se lo lleva todo. Otros años, cuando se ha dejado alguna cosa, el dueño de la ofrenda tiene que irse para que no caiga en desgracia toda la comunidad. Este año, a nuestra hija Sally se le ha ocurrido que nuestra ofrenda sea Gianfredo, el ternero, al que hemos pintado de rojo y atado a un poste adornado con flores. Está algo nervioso y no deja de berrear.

                                                                                                                                Aún tenemos tiempo para ver cómo desaparecen, a lo lejos, los primeros árboles. Nos quedamos todos juntos y nos damos la mano para observarla; una sombra blanca y espectral que repta sin dirección, aunque todos sabemos que se dirige a nosotros, siempre lo hace. Observamos también los corrimientos de tierra, los primeros carruajes arrastrándose hacia la vorágine, los objetos menos pesados elevándose en el aire en círculos concéntricos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Oh, mensajera del cielo, Amalia, señora de todos los vientos: acepta nuestras ofrendas”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Después de la oración, soltamos nuestras manos y encerramos a los animales que nos da tiempo a atrapar. Luego corremos a refugiarnos bajo el muro de hormigón y piedras, nuestro fortín, y nos colocamos de manera que cada uno pueda tener un agujero delante para mirarlo todo. Permanecemos juntos y esperamos en silencio. No hablamos entre nosotros porque nos gusta oír cómo se acerca, las cristaleras que estallan, miles de objetos rompiéndose, la primera casa que se desploma; oímos gritar —un grito débil, casi sin fuerzas— al hijo enfermo de los de la tercera casa. Al mirarles, vemos que están llorando y que sonríen al mismo tiempo. Puede que sea cosa mía, pero también me parece oír a nuestro Gianfredo, aunque, de todas maneras, llega un momento en el que solo se la oye a ella. Todos nos acercamos más a nuestro respectivo agujero para mirar. Nadie quiere perdérselo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dentro de Amalia están todas las cosas que hemos dejado sobre el camino: tres vacas, un ternero, cinco caballos, una baraja de cartas, una bañera llena de leche, un niño enfermo, una escultura hecha de fruta, un instrumento de cuerda, una colección de libros, comida y agua en abundancia; está, además, todo lo que no hemos dejado pero que Amalia se ha molestado en llevar de todas maneras: cascotes de piedra, árboles, carruajes, casas enteras, peces del río, algunas ovejas perdidas, cerdos salvajes que ha encontrado a saber dónde, cinco personas ya muertas, los cuerpos transportados como por una nube de moscas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dicen —a mí nunca me ha tocado verlo— que estar justo debajo, en ese mismo punto en el que se origina el impulso, es como ver un túnel que conecta directamente con el cielo, y que en ese momento no hay ruido, no hay brutalidad, solo hay una música como de cosas que flotan, y todo se ralentiza. A los que les pasa esto les cambia la vida y se les da un mejor trato entre los vecinos. A mí, algún día, me gustaría verlo también, escuchar el vacío y entender esa plenitud de la que hablan. A lo mejor, lo que se oye dentro no es el silencio sino un cristal que se rompe y desintegra en la oscuridad. Todavía no lo sé. Quizá el año que viene, cuando vuelva Amalia.

                                                                                                                                El español Alejandro Morellón Mariano, recibió en el Teatro Colón un estímulo de US$100.000 y su obra circulará en las 1445 bibliotecas públicas de Colombia. / Cortesía Mincultura

                                                                                                                                El español Alejandro Morellón es el ganador de la IV edición del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2017. El libro de relatos por el que recibió cien mil dólares se titula El estado natural de las cosas y fue publicado el año pasado por Caballo de Troya. Dice el sello editorial sobre el estilo del autor que es un “género fantástico deformado”, “siete historias que ponen patas arriba el sentido común, las leyes de la naturaleza y el buen gusto convencional”.

                                                                                                                                Los temas así lo indican: Un hombre se presta a perder una parte de su cuerpo a cambio de unos miles de euros; una mujer ríe en medio de los disturbios sociales que arrasan la ciudad; un pueblo espera con devoción la llegada de un huracán; alguien entierra un testículo en el cementerio de la Almudena; un marido acaba viviendo en el techo... “Son solo algunos de los planteamientos radicales y perversos que encontramos en esta antología de relatos, tan atenta a la fabulación más exigente como a la creación de unas resonancias sentimentales capaces de interpelarnos”.

                                                                                                                                Con autorización del Grupo Penguin Random House -en un mes el libro será publicado en Colombia bajo el sello Literatura Random House-, El Espectador publica este fragmento:

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                 

                                                                                                                                ELOGIO DEL HURACÁN

                                                                                                                                Siempre he disfrutado de la violencia de lo cotidiano: por ejemplo, la de un vaso que se rompe en la oscuridad. A veces me pregunto si este recuerdo es realmente mío. Revivo la escena con una alegría difícil de contener: el objeto que cae y se desintegra y se hace estrépito sordo y luego tumulto de voces en mitad de la noche. Mi madre le da al interruptor para que se iluminen los vidrios desperdigados. Su mano abierta en el aire, por encima de mí. El sonido de la bofetada que no se parece en nada al sonido del cristal contra el suelo y la sensación de comprender que todo forma parte de la ceremonia. La violencia que empieza en un vaso y termina con el dolor que una madre le impone a su hijo.

                                                                                                                                Ya han pasado muchos años desde entonces y ya no hay vaso ni madre ni cristales desperdigados ni ese niño que era yo asumiendo el dolor de la bofetada. Ahora vivo en Ehio con el resto de mi congregación. Aquí, en este pueblo, hay violencia así como también hay armonía gracias a que pasa de vez en cuando Amalia, y todos queremos mucho a Amalia.

                                                                                                                                Sabemos cuándo vuelve por la densidad del aire, por el relinchar de los caballos, o por cómo nuestros hijos gritan sin ninguna explicación. A veces los niños son los primeros en saberlo y lloran, y nosotros creemos que es porque les duelen los dientes o porque tienen sueño, hasta que las contraventanas chocan contra la pared y la veleta del tejado empieza a chirriar; entonces caemos en la cuenta de que está aquí otra vez.

                                                                                                                                Cuando llega Amalia la tierra roja del camino se desplaza, gira en remolinos y se esparce por el aire.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Cuando llega Amalia dos o tres de los nuestros entonan una canción.

                                                                                                                                Cuando llega Amalia nos santiguamos, le damos las gracias al viento y nos apresuramos a dejar nuestras ofrendas antes de que alcance la zona de las casas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En estos quince meses desde que pasó por última vez apenas hemos tenido tiempo de restituir el ganado, de reforzar los cimientos, de reconstruir el muro, de cavar otros huecos para la gente que ha venido nueva este año. Cristian y los más jóvenes han construido un doble techo para todas las casas y el resto nos hemos ocupado de la comida y del agua. Los niños han dibujado unas líneas de colores en el camino para que ella se oriente. Todo el pueblo ha hecho ya su elección para la ofrenda: telas bordadas y pelo trenzado y metales preciosos y figuritas de madera y algunos dientes tallados. Este año, los de la tercera casa van a ofrecer a su primer hijo, que está enfermo. Se lo entregan a ella para que lo envuelva y se lo lleve a otro sitio donde no exista el dolor. También dicen, les he oído cuchichearlo en voz baja después de las reuniones, que creen que ella, Amalia, es el brazo invisible de Dios.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Lo dejamos todo en el camino y nos esforzamos de verdad para que quede bien presentado y dispuesto, para que ella lo vea y se lo quiera llevar consigo, aunque casi siempre se lo lleva todo. Otros años, cuando se ha dejado alguna cosa, el dueño de la ofrenda tiene que irse para que no caiga en desgracia toda la comunidad. Este año, a nuestra hija Sally se le ha ocurrido que nuestra ofrenda sea Gianfredo, el ternero, al que hemos pintado de rojo y atado a un poste adornado con flores. Está algo nervioso y no deja de berrear.

                                                                                                                                Aún tenemos tiempo para ver cómo desaparecen, a lo lejos, los primeros árboles. Nos quedamos todos juntos y nos damos la mano para observarla; una sombra blanca y espectral que repta sin dirección, aunque todos sabemos que se dirige a nosotros, siempre lo hace. Observamos también los corrimientos de tierra, los primeros carruajes arrastrándose hacia la vorágine, los objetos menos pesados elevándose en el aire en círculos concéntricos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Oh, mensajera del cielo, Amalia, señora de todos los vientos: acepta nuestras ofrendas”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Después de la oración, soltamos nuestras manos y encerramos a los animales que nos da tiempo a atrapar. Luego corremos a refugiarnos bajo el muro de hormigón y piedras, nuestro fortín, y nos colocamos de manera que cada uno pueda tener un agujero delante para mirarlo todo. Permanecemos juntos y esperamos en silencio. No hablamos entre nosotros porque nos gusta oír cómo se acerca, las cristaleras que estallan, miles de objetos rompiéndose, la primera casa que se desploma; oímos gritar —un grito débil, casi sin fuerzas— al hijo enfermo de los de la tercera casa. Al mirarles, vemos que están llorando y que sonríen al mismo tiempo. Puede que sea cosa mía, pero también me parece oír a nuestro Gianfredo, aunque, de todas maneras, llega un momento en el que solo se la oye a ella. Todos nos acercamos más a nuestro respectivo agujero para mirar. Nadie quiere perdérselo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dentro de Amalia están todas las cosas que hemos dejado sobre el camino: tres vacas, un ternero, cinco caballos, una baraja de cartas, una bañera llena de leche, un niño enfermo, una escultura hecha de fruta, un instrumento de cuerda, una colección de libros, comida y agua en abundancia; está, además, todo lo que no hemos dejado pero que Amalia se ha molestado en llevar de todas maneras: cascotes de piedra, árboles, carruajes, casas enteras, peces del río, algunas ovejas perdidas, cerdos salvajes que ha encontrado a saber dónde, cinco personas ya muertas, los cuerpos transportados como por una nube de moscas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dicen —a mí nunca me ha tocado verlo— que estar justo debajo, en ese mismo punto en el que se origina el impulso, es como ver un túnel que conecta directamente con el cielo, y que en ese momento no hay ruido, no hay brutalidad, solo hay una música como de cosas que flotan, y todo se ralentiza. A los que les pasa esto les cambia la vida y se les da un mejor trato entre los vecinos. A mí, algún día, me gustaría verlo también, escuchar el vacío y entender esa plenitud de la que hablan. A lo mejor, lo que se oye dentro no es el silencio sino un cristal que se rompe y desintegra en la oscuridad. Todavía no lo sé. Quizá el año que viene, cuando vuelva Amalia.

                                                                                                                                Por REDACCIÓN CULTURA

                                                                                                                                Ver todas las noticias
                                                                                                                                Read more!
                                                                                                                                Read more!
                                                                                                                                Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
                                                                                                                                Aceptar