León a la valentía
La 78ª edición de la Mostra de Venecia superó con creces todas las expectativas, tanto las cinematográficas como aquellas relacionadas con las medidas sanitarias.
Janina Pérez Arias
Con la fiesta concluida, no queda más que sacudir los manteles, recoger la casa y sacar conclusiones. Después de declararse la clausura de la Bienal de Venecia, se puede afirmar que la 78ª edición superó con creces todas las expectativas, tanto las cinematográficas como aquellas relacionadas con las medidas sanitarias.
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Con la fiesta concluida, no queda más que sacudir los manteles, recoger la casa y sacar conclusiones. Después de declararse la clausura de la Bienal de Venecia, se puede afirmar que la 78ª edición superó con creces todas las expectativas, tanto las cinematográficas como aquellas relacionadas con las medidas sanitarias.
En la segunda edición en época de pandemia, volvieron al Lido de Venecia celebridades, prensa internacional y público gracias a la puesta en práctica de un plan sanitario que hizo que los asistentes se sintieran seguros: en las salas de proyección al 50 % del aforo, con acceso restringido a la zona del festival y con la alfombra roja protegida con tabiques de casi dos metros de altura.
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En este tiempo nada es normal y la dirección de la Bienal tenía muy claro que los fuegos artificiales, las rimbombancias y vistosidades tenían que estar más balanceadas con peso en otro sitio, concretamente en la selección de las películas que optaron por el León de Oro.
Con la sensación (o ilusión) de que los periodistas y su amenazada salud (como la de toda la humanidad) les importa a los organizadores de la Bienal, pudimos disfrutar de una selección de películas de gran calidad e importancia no solo desde el punto de vista cinematográfico. Puede que algunas caigan en el olvido, como de costumbre, pero la mayoría de ellas dejarán su impronta por diferentes razones.
La luz de Penélope
Uno de los aspectos más importantes de la selección de este año fue la presencia de varios nombres del cine hispanohablante, algo que no es muy común en una competición cinematográfica de la categoría de La Mostra.
El español Pedro Almodóvar, con Madres paralelas; el mexicano Michel Franco, con Sundown, el venezolano Lorenzo Vigas, con La caja; los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, con Competencia oficial, así como el chileno Pablo Larraín, con Spencer, demostraron una altísima calidad, diversidad de propuestas y hasta maestría con sus películas.
Sin embargo, la única premiada de la representación hispanohablante fue Penélope Cruz por su trabajo con Almodóvar. El jurado presidido por el surcoreano Bong Joon Ho (conocido por Parásitos) estuvo tanteando la posibilidad de galardonar a la actriz española tanto por Madres paralelas como por la comedia Competencia oficial, pero no pudo darle la vuelta al reglamento de la repartición de premios. Al final con la Copa Volpi reconocieron el trabajo de Cruz por el rol de la fotógrafa Janis en la película de Almodóvar.
Se trataba de dos propuestas extremas en las que Penélope Cruz demuestra todo lo que puede y quiere lograr como actriz. La comedia Competencia oficial, desarrollada en el mundo del cine, encantó con su audacia y frescura. Cruz, como la excéntrica directora Lola Cuevas, junto a los hilarantes Antonio Banderas y el argentino Óscar Martínez, pusieron muy en alto este género tan menospreciado, pero a la vez tan importante para el cine y los espectadores.
En cambio, Madres paralelas es un drama —o más bien un melodrama— en el que Almodóvar cruza la maternidad desde el punto de vista de tres mujeres muy diferentes entre sí, con el de la memoria histórica y los miles de cuerpos que desde la Guerra Civil española y el franquismo aún se encuentran en fosas comunes a lo largo y ancho de España.
Sin sutilezas ni rodeos, este es el filme más político de la extensa y productiva trayectoria del director español, una cinta en la que Penélope Cruz brilla y demuestra la simbiosis entre ambos.
Pero Almodóvar no fue el único de los directores hispanohablantes que narró sobre mujeres. También lo hizo Pablo Larraín (siguiendo la estela de Jackie, 2016) al tomar a la famosa Diana de Gales como objeto de exploración en Spencer. Un fin de semana de Navidad en la difícil vida de Lady Di (interpretada por la también célebre Kristen Stewart) a punto de cortar amarras, devela a una mujer más compleja de lo imaginado.
A pesar de que las cintas de los hispanohablantes hicieron mucho ruido, no consiguieron un puesto en el cuadro de premiación.
El poder de las mujeres
Ya que estamos con el tema de las féminas, vale la pena subrayar que cinco de las 21 películas de la selección oficial fueron dirigidas por mujeres. Abogar por más presencia femenina en festivales de cine de la categoría de La Mostra se ha convertido en una cruzada, y aunque la proporción no lucía este año precisamente cercana a una paridad, las cinco cineastas seleccionadas lograron destacar en gran medida, tres de ellas ganaron grandes premios y hasta sentaron precedentes.
Por una parte, la vuelta a la gran pantalla de Jane Campion, quien obtuvo el León de Plata a la mejor dirección por The Power of the Dog. Después de doce años de ausencia en la gran pantalla, la directora neozelandesa apostó por un western basado en la novela homónima de Thomas Savage que explora la masculinidad tóxica.
El triunfo rotundo de Campion, recordada por El piano, también lo fue de Netflix. La plataforma de streaming —cuyas producciones no pueden concursar en el Festival de Cannes— está detrás de The Hand of God, la película semiautobiográfica del italiano Paolo Sorrentino, otro de los ganadores en la Bienal de Venecia. Con estos premios Netflix acicala el camino hacia los Óscar y afines.
Otra ganadora que se apoyó en un libro fue Maggie Gyllenhaal. El gran debut en la dirección de la actriz estadounidense con The Lost Daughter (basada en la novela La hija oscura, de Elena Ferrante), una historia que también trata de la maternidad o, más bien, de la percepción de esta y sus significados, fue reconocido con el Premio a mejor guion.
Como nunca, La Mostra tuvo un extraordinario cierre. Bong Joon Ho y sus compañeros de deliberación ayudaron a hacer historia al premiar con el León de Oro a la francesa Audrey Diwan por L’evénement (El acontecimiento).
El relato de una joven (interpretación extraordinaria de Anamaria Vartolomei) que se somete a un aborto en la Francia de 1963, cuando esa práctica estaba penada con cárcel tanto para la mujer como para quienes le ayudasen, estremeció al jurado, a la prensa especializada y al público. Desde su primera proyección se alzó como una de las grandes favoritas y los vaticinios, que suelen quedarse en puros deseos, esta vez no fallaron.
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Diwan, quien se basó en la novela homónima de Annie Ernaux, plantea su historia en el pasado con la mirada puesta en el presente, cuando aún en pleno siglo XXI las mujeres tienen que seguir luchando por el derecho de tener control de su cuerpo y en algunos países todavía son criminalizadas. Conceder el León de Oro a L’evénement —por unanimidad— implica así mismo toda una declaración de principios tanto en lo artístico como también en lo social y político.
Por segundo año consecutivo, una mujer gana el máximo galardón en La Mostra. Recordemos que el año pasado Chloé Zhao, esta vez en el jurado, agradecía desde la distancia el primer éxito de Nomadland. Sabemos todo lo que vino después.
Es probable que Audrey Diwan y su filme corran con la misma suerte que Zhao. Y si el oráculo falla, queda al menos el hecho de que en aquel fin de verano de 2021 se premió la valentía de una directora y su protagonista.