
Leonardo Favio en plena acción como director de cine, una de sus más grandes pasiones. / Cortesía
Y una tarde, a la salida de un ensayo, le prometió que algún día haría una película para ella. Pero pasaron el tiempo, las películas, los proyectos, las derrotas, alguna sonrisa, y aquel muchacho no lograba conseguir el dinero que necesitaba para hacer su película. Entonces alguien le sugirió que cantara. Que con esa voz. Que con esas canciones que escribía. Que el amor, que el amor vendía, que era lo que más vendía. Él sonrió. Sonrió con ironía, con una ilusión rosa, con un poco de amargura. Luego comprendió. Y más luego aún empezó a...
Por Fernando Araújo Vélez

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