La dacha: las infinitas posibilidades de una librería
En Bogotá hay una librería donde las literaturas rusa y eslava son protagonistas y los cocteles y postres, sus acompañantes.
Santiago Gómez Cubillos
En medio de una librería en Chapinero hay un piano. Es un viejo Geyer con los martillos descolocados y las teclas de la octava central manchadas de un amarillo quemado que le dan la apariencia de una dentadura descuidada. Naturalmente, está descompuesto, pero su presencia no es exclusivamente decorativa. Fue un regalo de Luz María Cabarcas, una de las pocas visitantes que pudo darle sentido a primera vista al nombre de esta librería: La dacha. Así es como se les llama a las típicas casas de campo rusas, y ella, que las conoce bien gracias a su esposo ruso, muy pronto se dio cuenta de que faltaba algo. Faltaba un piano.
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En medio de una librería en Chapinero hay un piano. Es un viejo Geyer con los martillos descolocados y las teclas de la octava central manchadas de un amarillo quemado que le dan la apariencia de una dentadura descuidada. Naturalmente, está descompuesto, pero su presencia no es exclusivamente decorativa. Fue un regalo de Luz María Cabarcas, una de las pocas visitantes que pudo darle sentido a primera vista al nombre de esta librería: La dacha. Así es como se les llama a las típicas casas de campo rusas, y ella, que las conoce bien gracias a su esposo ruso, muy pronto se dio cuenta de que faltaba algo. Faltaba un piano.
Requirió un esfuerzo titánico, bajar en una sola pieza el instrumento que estaba en un sexto piso, subirlo a un camión y acomodarlo en la librería, pero desde que llegó de ahí no lo ha movido nadie. Esta historia cobró otro matiz cuando nos damos cuenta de que las dachas normalmente han sido esos lugares en los que se guardan los objetos que ya no caben en las casas de ciudad. La diferencia es que aquí, en vez de estar arrumado, se exhibe con orgullo en mitad del local.
En La dacha hay más historias como estas, escondidas en cada uno de los objetos. Las más importantes son las que están en cada uno de sus libros, que no son los de un típico catálogo de librería colombiana. Aquí la mayoría de las obras provienen del otro lado del mundo, de Europa del Este para ser exactos, lo que la convierte en un lugar con la capacidad de transportarnos a otros tiempos y a otras vidas muy distintas a la nuestra.
Viaje al otro hemisferio
Cuando Sebastián Aldana le propuso a su hermano Óscar que montaran una librería, le puso dos condiciones: “se tiene que llamar La dacha y debe tener un enfoque en la literatura rusa y eslava”.
La decisión fue producto de una pasión de Aldana que nació cuando él seguía en la universidad y se topó con un hombre que fue su guía en el descubrimiento de un nuevo mundo literario. “Para mí era sagrado leer siempre la columna de Juan Forn en Página 12, que salía todos los viernes”. Forn fue un escritor, editor y periodista argentino que tenía un interés particular por la literatura de Europa del Este, por lo que cada tanto le dedicaba una de sus columnas a hablar de ella. Fue ahí que Aldana descubrió autores como Serguéi Dovlátov, Dubravka Ugrešić, Eduard Limónov y tantos otros que lo fueron formando como lector.
La Dacha se pensó como un espacio para traer a esta parte del mundo a todos esos autores que habían cautivado a Sebastián, pero que se han escapado de nuestro radar. “A uno lo ponen a leer ‘Crimen y castigo’ y uno dice ¿qué es esta vaina? Un mamotreto con nombres larguísimos en el que hay que llegar a más de la mitad para medio enterarse de algo”, citó Aldana como una de las razones por las que no existe en Colombia un interés por la literatura de esta parte del mundo.
“Una de las preguntas que me hice fue: ¿qué pasó durante el siglo XX detrás de la Cortina de Hierro?”. Este fue un concepto de la Guerra Fría que designó la separación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial y que agrupó a los países del este de Europa como Polonia, Checoslovakia, Hungría, la mitad de Alemania y la U. R. S. S., entre otros. La respuesta de Aldana fue sencilla: “Pasó de todo, pero como todo fue a punta de manuscrito prohibido, ni los mismos rusos, ni los mismos eslavos lo tienen claro”.
Y es que al darse cuenta de que la historia de esta literatura estaba marcada por la censura, el exilio y la violencia, Aldana concluyó que había más que suficiente como para montar una librería que girara en torno a este tema. Así que salió un día, compró un sixpack, fue a la casa de su hermano y le planteó sus condiciones. Él llamó a su esposa, Elena Salazar, quien tenía experiencia en temas de cultura y emprendimiento, le contó del proyecto y entre los tres empezaron a construir este espacio literario en el corazón de Chapinero.
Más allá de los libros
La Dacha no es solo una librería, también es una opción si lo que busca es un café, un postre o, por qué no, un coctel. El local lo comparte con Montenegro Bake House, el negocio que montó Tatiana Aldana, hermana de Sebastián, junto a su esposo Julián Montenegro, chef de Le Cordon Bleu. Su oferta es pastelería de autor inspirada en sabores del mundo, pero con técnicas francesas. “Por ejemplo, el Bollywood está inspirado en sabores de La India; o el Miss Saigón, en sabores asiáticos”, explica Sebastián. O, si su paladar está en busca de algo más conocido, el Godofredo le da un giro a la oblea colombiana.
Ahora bien, donde más se ve la hermandad entre La Dacha y Montenegro Bake House es a la hora del club de lectura. En julio del año pasado se abrió este espacio con el libro ‘Las sepultureras’ de Taina Tervonen, una historia ambientada en el posconflicto en Bosnia-Herzegovina. “Ahí Montenegro sacó el borek, que es un hojaldre de pollo que las mamás bosnias preparaban para llevarle a los equipos de exhumación”, y los asistentes al club pudieron experimentar de primera mano la gastronomía del libro que estaban leyendo.
En julio habrá una nueva propuesta gastronómica para el club de lectura, que en esta ocasión girará en torno a ‘Papel con marca de agua’ del autor serbio Goran Petrovic, la historia de la reina Giovanna II que está en busca del papel más fino que exista para enviarle una carta a su enamorado. “Escogimos este libro porque este mes el club cumple su primer aniversario y nos parece bastante simbólico incluir en esta ruta de la seda literaria la historia del insumo con el que se hacen los libros”. El menú será una sorpresa, como es natural en el espíritu de esta dacha chapineruna, que siempre tiene algo guardado para todo el que decida entrar en ella.