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Libros bajo el árbol

Los regalos y hasta la Navidad deberían estar en desuso, los libros, jamás.

Juliana Muñoz Toro
15 de diciembre de 2021 - 09:53 p. m.
Winter books.Winter cozy reading. A pile of white books, shining stars and garlands on a white wooden table.Cozy mood.books close up. Book pages macro and shining garland. Winter Season.Christmas book
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Foto: Getty Images/iStockphoto - yul38885 yul38885
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Los regalos deberían estar en desuso, pero no las historias. Por eso, bajo el árbol aguardan las letras que han de ser acariciadas esos primeros días del año, cuando parezca que el tiempo sobra con tantos meses por delante. Bajo el árbol están las páginas donde bailan las ilustraciones de una mujer y un gato, o al menos esa fotografía de la portada que llamó la atención desde los anaqueles.

El primer libro que pondría es Todos los días son días (Casa Tinta Editorial), de Alejandra Vélez Giraldo. Es una historia silente que se narra con la proeza de los trazos de la autora. Amanece no solo el día, sino la protagonista. Su rutina se compara a la de una fiera que abre los ojos en el bosque tropical: los pies, las raíces; la ducha, una corriente del río; el camino de las palomas, una constelación. En la ilustración hay una mirada, que es la materialización de la imaginación de la mujer que camina, así, un trayecto se hace más entretenido: “si los días son iguales a los días y las noches a las noches has permanecido demasiado tiempo dentro de ti misma”. El texto contiene un código QR para ver las imágenes en movimiento y además fue el ganador de la Beca para la publicación de libro ilustrado del Ministerio de Cultura en 2021.

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Seguiría con La memoria del bosque (Cataplum), de Sara Bertrand con ilustraciones de Elizabeth Builes. De entrada, parecerá un libro para niños, pero no es solo para ellos. Es un libro que resulta ser además un objeto con peso, con densidad, con arte. Es un relato que no se queda con una sola versión: “Eran días felices y ella jugaba a aparecer y desaparecer”. Surge una voz que la quiere intervenir, transformar. Entonces se van abriendo capas narrativas, como el follaje que Builes dibuja y colorea en cada página. Muestra que el lector no es pasivo, que quiere hacerle preguntas al texto antes de que termine. Y como se trata de una historia contada más que escrita, por raro que parezca, las ilustraciones complementan contando la otra historia: lo que sucede mientras se narra, el camino por el bosque, las simples cosas.

El último aguinaldo sería Nuncaseolvida (Babel), de Alejandra Algorta con ilustraciones de Iván Rickenmann, uno de los libros seleccionados por el NY Times como uno de los mejores de 2021. Al estilo de la colección Frontera de Babel, este comienza con un relato visual que podría (y a la vez no) estar relacionado con el texto que se abre en la mitad: Bogotá y sus dificultades, Bogotá y sus personajes con historias mínimas que, si se miran con atención, abren todo un mundo, o al menos una nueva manera de verlo para no olvidar, que es el miedo principal de su protagonista: “el barrio que recorría en su bicicleta era mucho más iluminado, más cálido, más fugaz, más suave, más pájaro que jaula”.

Los regalos y hasta la Navidad deberían estar en desuso, los libros, jamás.

Por Juliana Muñoz Toro

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