La obra de Alice Munro: algunos de sus cuentos y libros
Munro fue considerada la “maestra del relato corto”. Sus cuentos se convirtieron no solo en una exploración por su identidad y estilo como escritora, sino que también se convirtieron en un repaso por la vida humana y la feminidad.
En 1950, Alice Munro se inició en el mundo de la escritura; sin embargo, fue hasta 1968 que publicó su primer libro: una colección de cuentos titulada Danza de las sombras, el que la hizo merecedora del Premio Literario del Gobernador General, uno de los más prestigiosos en Canadá, su país natal.
Desde esa primera publicación, la autora dejó ver su interés por reflejar esa cotidianidad en la que nació, creció y se hizo a si misma: pueblos pequeños, rurales y habitados por humanos, lo que ya implicaba que con el lenguaje se aventurara por la exploración de esa condición y esa complejidad que nos atraviesa.
Lograba con pocas, pero minuciosas palabras, retratar eso que pensaba y se imaginaba, por eso la compararon con el escritor ruso Antón Chéjov, pues era una “Maestra del relato corto”, tal y como la llamó la Academia sueca, la misma que le concedió el Nobel de Literatura, aquel premió que recibió una de sus hijas, porque ella estaba afligida por la muerte de su esposo, Gerald Fremlin, quien falleció en abril del mismo año de su victoria.
“Simplemente, no soy físicamente capaz de hacerlo”, dijo Munro sobre su viaje a la ceremonia del Nobel en Estocolmo. Sin embargo, sí celebró, y se sorprendió, que su trabajo de más de 70 años de trabajo. Aquí recordamos algunas de las obras que hicieron parte de esa trayectoria.
- Danza de las sombras: quince historias (algunas de marcado carácter autobiográfico) que revelan los múltiples matices de la naturaleza humana: una joven descubre cuánto ignora sobre su padre cuando lo acompaña a hacer su ruta de reparto como vendedor de la Walker Brothers; una mujer casada regresa a casa tras la muerte de su madre e intenta compensar a su hermana por el tiempo que ha pasado cuidando de aquella; el público de un recital de piano infantil recibe una lección sorprendente cuando una estudiante «singular» transmite una emoción inesperada al interpretar una pieza.
- Mi vida querida: una colección de cuentos del premio Nobel, donde el amor, que nos acecha desde el pasado o nos reclama desde el futuro, es el tema central. Uno de los 40 libros imprescindibles escritos por mujeres, según Elena Ferrante. ¿Bastan un beso robado, un salto desde un tren en marcha, la sombra furtiva de una mujer, una borrachera de media tarde o las preguntas arriesgadas de una niña para conformar un mundo que tenga peso propio y cuente la vida entera? Si quien escribe es Munro un simple adjetivo sirve para cruzar las fronteras de la anécdota y colocarnos en el lugar donde bullen los sentimientos y las emociones.
- La vida de las mujeres: una novela de carácter autobiográfico en la que Del Jordan, una niña que vive con sus padres en el pueblo de Jubilee, empieza contando su día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos, y pronto descubrimos que esa pequeña sabe observar el mundo y sacar buen provecho de lo que ve: compadece la poquedad del padre, admira el arrojo de la madre, que deja la granja para dedicarse a vender enciclopedias por los alrededores, y comprende que tarde o temprano llega el momento en que hay que elegir entre una “risueña mediocridad” y otras opciones más interesantes y arriesgadas.
En 1950, Alice Munro se inició en el mundo de la escritura; sin embargo, fue hasta 1968 que publicó su primer libro: una colección de cuentos titulada Danza de las sombras, el que la hizo merecedora del Premio Literario del Gobernador General, uno de los más prestigiosos en Canadá, su país natal.
Desde esa primera publicación, la autora dejó ver su interés por reflejar esa cotidianidad en la que nació, creció y se hizo a si misma: pueblos pequeños, rurales y habitados por humanos, lo que ya implicaba que con el lenguaje se aventurara por la exploración de esa condición y esa complejidad que nos atraviesa.
Lograba con pocas, pero minuciosas palabras, retratar eso que pensaba y se imaginaba, por eso la compararon con el escritor ruso Antón Chéjov, pues era una “Maestra del relato corto”, tal y como la llamó la Academia sueca, la misma que le concedió el Nobel de Literatura, aquel premió que recibió una de sus hijas, porque ella estaba afligida por la muerte de su esposo, Gerald Fremlin, quien falleció en abril del mismo año de su victoria.
“Simplemente, no soy físicamente capaz de hacerlo”, dijo Munro sobre su viaje a la ceremonia del Nobel en Estocolmo. Sin embargo, sí celebró, y se sorprendió, que su trabajo de más de 70 años de trabajo. Aquí recordamos algunas de las obras que hicieron parte de esa trayectoria.
- Danza de las sombras: quince historias (algunas de marcado carácter autobiográfico) que revelan los múltiples matices de la naturaleza humana: una joven descubre cuánto ignora sobre su padre cuando lo acompaña a hacer su ruta de reparto como vendedor de la Walker Brothers; una mujer casada regresa a casa tras la muerte de su madre e intenta compensar a su hermana por el tiempo que ha pasado cuidando de aquella; el público de un recital de piano infantil recibe una lección sorprendente cuando una estudiante «singular» transmite una emoción inesperada al interpretar una pieza.
- Mi vida querida: una colección de cuentos del premio Nobel, donde el amor, que nos acecha desde el pasado o nos reclama desde el futuro, es el tema central. Uno de los 40 libros imprescindibles escritos por mujeres, según Elena Ferrante. ¿Bastan un beso robado, un salto desde un tren en marcha, la sombra furtiva de una mujer, una borrachera de media tarde o las preguntas arriesgadas de una niña para conformar un mundo que tenga peso propio y cuente la vida entera? Si quien escribe es Munro un simple adjetivo sirve para cruzar las fronteras de la anécdota y colocarnos en el lugar donde bullen los sentimientos y las emociones.
- La vida de las mujeres: una novela de carácter autobiográfico en la que Del Jordan, una niña que vive con sus padres en el pueblo de Jubilee, empieza contando su día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos, y pronto descubrimos que esa pequeña sabe observar el mundo y sacar buen provecho de lo que ve: compadece la poquedad del padre, admira el arrojo de la madre, que deja la granja para dedicarse a vender enciclopedias por los alrededores, y comprende que tarde o temprano llega el momento en que hay que elegir entre una “risueña mediocridad” y otras opciones más interesantes y arriesgadas.