“Tener una sana relación con la comida es la base de una alimentación saludable”
Lina Valencia, nutricionista, lanzó recientemente “Juguemos a comer”, una guía práctica para los padres sobre cómo nutrir a los niños en sus primeros cinco años de vida.
Danelys Vega Cardozo
Usted acaba de lanzar el libro “Juguemos a comer”, enfocado en la primera infancia.
Los primeros cinco años son una etapa crítica. Es la etapa de la primera infancia, en la cual se da todo el crecimiento de los niños, su desarrollo neurológico e inmunológico; es una ventana importante en cuanto a la salud del ser humano. También, se establecen en estos momentos los hábitos de alimentación del niño y futuro adulto. Por eso, me parece que esta es una etapa fundamental para hacer educación nutricional a la familia.
¿Cómo lograr que esos hábitos sean los adecuados?
Cuando hablamos de hábitos de alimentación adecuados nos referimos a que los niños tengan una alimentación variada y completa. Es decir, que tengan todos los grupos de alimentos en su plato: verduras, frutas, proteínas, cereales o granos enteros y grasas saludables. No solo es importante el aporte de los nutrientes críticos, sino el cómo les estamos ofreciendo estos alimentos, que es un punto muy importante que toco en el libro: cómo son las formas en que estamos ofreciendo alimentos a los niños a través de una crianza más respetuosa.
Hablemos de esas formas…
Los padres cometemos muchos errores, como amenazar o premiar con la comida, no respetar las señales de saciedad de un niño (el típico “no te paras de la mesa hasta que no termines lo que está servido”), no persistir cuando los niños rechazan un alimento y empezar a ofrecer dietas cada vez más monótonas y menos variadas.
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¿Qué aspectos tuvo en cuenta para la construcción del libro?
Como toco este tema de la primera infancia, hay aspectos que me parecieron importantes incluir. El libro está documentado en una guía, paso a paso, casi desde el embarazo, pasando por la alimentación complementaria del bebé ―que es cuando empieza a comer alrededor de los seis meses― y los dos años. Los siguientes capítulos son sobre cómo asumir esos retos de los niños más grandes; es decir, a partir de los dos años en adelante. En el libro comparto las experiencias propias que he tenido como mamá y nutricionista en la consulta.
¿Cuáles han sido sus experiencias como mamá?
Por ejemplo, en el libro hablo de cuando Alejando, mi hijo mayor, era bebé y le encantaba el tomate. De un momento para otro, más o menos alrededor de los nueves o diez meses, dejó de comerlo. Las personas que estaban alrededor mío, como mi mamá y la nana, empezaron a dejar de darle tomate. Yo les decía: “No, todo lo contrario. Debemos seguir exponiéndolo al tomate y en diferentes formas”. Tiempo después, mi hijo lo volvió a recibir. Ese es uno de los principios: persistir con los alimentos cuando los niños empiezan a rechazarlos.
¿Cómo influye la alimentación en la calidad de vida de los niños?
Mucho. Incluso, desde antes del embarazo estamos modulando los genes de ese futuro bebé, estamos moldeando casi la respuesta salud-enfermedad de ese futuro adulto. Cuando un niño se alimenta bien tiene menos probabilidades de tener, por ejemplo, anemia, deserción escolar o bajo rendimiento escolar, tiene más energía para jugar, mayor coeficiente intelectual y un mejor nivel de concentración.
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¿Cómo ha influido su profesión en la alimentación de sus hijos?
Mucho. Afortunadamente, tengo la formación académica y científica para saber cómo alimentar no solo a mis hijos, sino también a mis pacientes. Como mamá, también he vivido experiencias que me permiten sentir de cerca cómo son los dolores que vive una mamá, un papá o una familia. Me he tenido que enfrentar a situaciones en donde los hijos no quieren comer, tiran la comida al suelo o deciden, por ejemplo, no volver a comer verduras.
¿De dónde surgió ese interés suyo por la nutrición?
Realmente, primero estudié Ingeniería Industrial, pero siempre había tenido un interés particular sobre cómo los alimentos funcionaban en nuestro cuerpo. Entonces, en segundo semestre, decidí que tenía que estudiar algo relacionado; ni siquiera sabía que Nutrición existía como carrera, pero cuando me enteré de que así era, no lo dudé ni dos veces, porque sabía que tenía una influencia muy positiva en la salud de las personas.
¿Qué aportes ha hecho desde su carrera?
Ya son casi doce años trabajando en consulta, en asesoría a empresas y familias, y espero estar haciendo un aporte positivo para que las personas se alimenten mejor y eso tenga un impacto en su salud. También creo que hay un impacto positivo desde enseñar la nutrición no como se concibe hoy en día: desde la restricción, diciendo que hay alimentos que son malos o son venenos, sino que las personas realmente tengan una mejor relación con la comida y sus cuerpos.
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¿Qué pasa cuando la alimentación es restrictiva?
La idea es que tú logres entender que puedes consumir ciertos alimentos que te generan placer de manera esporádica o que no consumirlos está bien, pero no patinar alrededor de la prohibición, porque eso genera mucha más ansiedad, en algunos casos trastornos de la conducta alimentaria. Definitivamente, tener una sana relación con la comida es la base de una alimentación saludable.
Usted acaba de lanzar el libro “Juguemos a comer”, enfocado en la primera infancia.
Los primeros cinco años son una etapa crítica. Es la etapa de la primera infancia, en la cual se da todo el crecimiento de los niños, su desarrollo neurológico e inmunológico; es una ventana importante en cuanto a la salud del ser humano. También, se establecen en estos momentos los hábitos de alimentación del niño y futuro adulto. Por eso, me parece que esta es una etapa fundamental para hacer educación nutricional a la familia.
¿Cómo lograr que esos hábitos sean los adecuados?
Cuando hablamos de hábitos de alimentación adecuados nos referimos a que los niños tengan una alimentación variada y completa. Es decir, que tengan todos los grupos de alimentos en su plato: verduras, frutas, proteínas, cereales o granos enteros y grasas saludables. No solo es importante el aporte de los nutrientes críticos, sino el cómo les estamos ofreciendo estos alimentos, que es un punto muy importante que toco en el libro: cómo son las formas en que estamos ofreciendo alimentos a los niños a través de una crianza más respetuosa.
Hablemos de esas formas…
Los padres cometemos muchos errores, como amenazar o premiar con la comida, no respetar las señales de saciedad de un niño (el típico “no te paras de la mesa hasta que no termines lo que está servido”), no persistir cuando los niños rechazan un alimento y empezar a ofrecer dietas cada vez más monótonas y menos variadas.
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¿Qué aspectos tuvo en cuenta para la construcción del libro?
Como toco este tema de la primera infancia, hay aspectos que me parecieron importantes incluir. El libro está documentado en una guía, paso a paso, casi desde el embarazo, pasando por la alimentación complementaria del bebé ―que es cuando empieza a comer alrededor de los seis meses― y los dos años. Los siguientes capítulos son sobre cómo asumir esos retos de los niños más grandes; es decir, a partir de los dos años en adelante. En el libro comparto las experiencias propias que he tenido como mamá y nutricionista en la consulta.
¿Cuáles han sido sus experiencias como mamá?
Por ejemplo, en el libro hablo de cuando Alejando, mi hijo mayor, era bebé y le encantaba el tomate. De un momento para otro, más o menos alrededor de los nueves o diez meses, dejó de comerlo. Las personas que estaban alrededor mío, como mi mamá y la nana, empezaron a dejar de darle tomate. Yo les decía: “No, todo lo contrario. Debemos seguir exponiéndolo al tomate y en diferentes formas”. Tiempo después, mi hijo lo volvió a recibir. Ese es uno de los principios: persistir con los alimentos cuando los niños empiezan a rechazarlos.
¿Cómo influye la alimentación en la calidad de vida de los niños?
Mucho. Incluso, desde antes del embarazo estamos modulando los genes de ese futuro bebé, estamos moldeando casi la respuesta salud-enfermedad de ese futuro adulto. Cuando un niño se alimenta bien tiene menos probabilidades de tener, por ejemplo, anemia, deserción escolar o bajo rendimiento escolar, tiene más energía para jugar, mayor coeficiente intelectual y un mejor nivel de concentración.
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¿Cómo ha influido su profesión en la alimentación de sus hijos?
Mucho. Afortunadamente, tengo la formación académica y científica para saber cómo alimentar no solo a mis hijos, sino también a mis pacientes. Como mamá, también he vivido experiencias que me permiten sentir de cerca cómo son los dolores que vive una mamá, un papá o una familia. Me he tenido que enfrentar a situaciones en donde los hijos no quieren comer, tiran la comida al suelo o deciden, por ejemplo, no volver a comer verduras.
¿De dónde surgió ese interés suyo por la nutrición?
Realmente, primero estudié Ingeniería Industrial, pero siempre había tenido un interés particular sobre cómo los alimentos funcionaban en nuestro cuerpo. Entonces, en segundo semestre, decidí que tenía que estudiar algo relacionado; ni siquiera sabía que Nutrición existía como carrera, pero cuando me enteré de que así era, no lo dudé ni dos veces, porque sabía que tenía una influencia muy positiva en la salud de las personas.
¿Qué aportes ha hecho desde su carrera?
Ya son casi doce años trabajando en consulta, en asesoría a empresas y familias, y espero estar haciendo un aporte positivo para que las personas se alimenten mejor y eso tenga un impacto en su salud. También creo que hay un impacto positivo desde enseñar la nutrición no como se concibe hoy en día: desde la restricción, diciendo que hay alimentos que son malos o son venenos, sino que las personas realmente tengan una mejor relación con la comida y sus cuerpos.
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¿Qué pasa cuando la alimentación es restrictiva?
La idea es que tú logres entender que puedes consumir ciertos alimentos que te generan placer de manera esporádica o que no consumirlos está bien, pero no patinar alrededor de la prohibición, porque eso genera mucha más ansiedad, en algunos casos trastornos de la conducta alimentaria. Definitivamente, tener una sana relación con la comida es la base de una alimentación saludable.