Angie Carrillo, asistente administrativa de la dirección artística, y Carlos Grynfeld, productor de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.
Foto: Caterine Alvarado
El límite de la aerolínea era de 23 kilos por maleta. Las partituras iban en carpetas de cuero y, al pesarlas, resultaron con 40 kilos cada una. El costo adicional era de $3 millones: imposible. Estos papeles se comenzaron a repartir entre las personas de la producción (y algunos músicos) que no hubiesen alcanzado su tope de carga: tres kilos para la asistente de dirección, otros más para la fotógrafa... Aun así, se tuvo que comprar una maleta adicional para las que no pudieron ser reubicadas, pero las partituras tenían que viajar en ese...
Por Laura Camila Arévalo Domínguez
Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com