Thomas Mann, como lo admitió en "Relato de mi vida", había querido quitarle peso al peso de morir, volver cómica la tragedia.
Foto: Ilustración: Nátaly Londoño Laura
Luego del primer lógico silencio, oyó los comentarios iniciales. “La crítica -dijo- se preguntaba malhumorada si de nuevo iban a ponerse acaso de moda los mamotretos en varios tomos. Comparaba mi novela con un camión que patinaba en la arena”. Pasados los días, los meses y las lecturas, los primeros comentarios le dieron paso a otros. Un columnista, Samuel Lublinski, escribió en El diario de Berlín que en mucho tiempo aún se iba a seguir hablando de la novela. En un año se vendieron los 1.500 ejemplares de la primera edición.
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
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