Lo que hasta hoy han sido estadísticas, la literatura lo transforma en historias
Leer literatura de hace dos décadas, como Antes del fin, de Ernesto Sábato, es pertinente y casi precisa para los tiempos de hoy. Las memorias consagradas en las páginas de este libro cuentan la vida del escritor argentino, pero también la de muchas otras personas en el mundo.
María José Noriega Ramírez
“Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven. No quiero morirme sin decirles estas palabras. Tengo fe en ustedes. Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera”. Hace veinte años Ernesto Sábato escribió estas palabras en Antes del fin, su libro de memorias. El paso del tiempo no ha borrado la injusticia social, el conflicto violento y el daño medioambiental que el autor argentino denunció a través de su pluma. La crisis, aquella transversal a su vida y a la de todos en realidad, aún persiste.
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“Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven. No quiero morirme sin decirles estas palabras. Tengo fe en ustedes. Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera”. Hace veinte años Ernesto Sábato escribió estas palabras en Antes del fin, su libro de memorias. El paso del tiempo no ha borrado la injusticia social, el conflicto violento y el daño medioambiental que el autor argentino denunció a través de su pluma. La crisis, aquella transversal a su vida y a la de todos en realidad, aún persiste.
Testigo de la dictadura militar en Argentina, de la pérdida de valor de los ideales comunistas en el tránsito de la teoría a la práctica, porque en esencia fue fiel defensor de ellos hasta su muerte, y del desencanto frente al mundo de la ciencia, a pesar de haber sido doctor en física, Sábato encontró en la literatura un nicho de crítica frente al individualismo del ser humano, frente a ese “semidiós renacentista que reivindicó su individualidad proclamando su voluntad de dominio y transformación de las cosas”.
El escritor no solo expresó en las páginas de su libro el dolor por las muertes, torturas y desapariciones del régimen militar de su país, y la crítica frente al incumplimiento del deber ético de cerrar ese capítulo oscuro en la historia de Argentina a partir de la verdad y del compromiso de no repetición, sino que también manifestó su malestar frente a la desigualdad social. ¿Algún parecido a la realidad colombiana? Probablemente sí.
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Colombia lleva más de medio siglo en conflicto. Los últimos presidentes, con sus diferencias y particularidades, han tratado de implementar una política de paz. Quizás, de una manera imperfecta, el que llegó más lejos en esta meta fue Juan Manuel Santos. “Los acuerdos de paz pretendieron, de manera ordenada, con una mezcla de voluntad y método, con errores y extravíos por supuesto, detener la fuerza de la guerra”, escribió Alejandro Gaviria en el prólogo del libro Adiós a la guerra, de Patricia Lara. Efectivamente, un desafío fue lograr conciliar y sentar en una misma mesa a representantes del gobierno y de la guerrilla de las FARC. Sin embargo, la implementación de lo acordado es un desafío mayor. Los asesinatos de líderes sociales y de excombatientes, la pobreza y continuo abandono del campo, y la falta de voluntad política frente a la reforma agraria y de participación política, entre otros factores estructurales, muestran que Colombia está profundizando en la guerra y se está alejando cada vez más de la consolidación de la paz. Hoy más que nunca hacen eco las palabras de Gaviria: “este libro es, en últimas, una advertencia sobre la responsabilidad que nos incumbe a todos de proteger la paz. El título es simple Adiós a la guerra. Pero el mensaje es si se quiere más poderoso, más urgente, más crucial, cuidemos la paz”.
Así como Sábato escribió “la sangre, el horror y la violencia cuestionan a la humanidad entera, y nos demuestran que no podemos desentendernos del sufrimiento de ningún ser humano”, Lara advirtió en su libo: “es increíble que existiendo ocho millones de víctimas haya sido tan difícil que la gente en Colombia adquiera conciencia plena del costo humano que nos ha dejado la guerra. Tal vez ello haya sido así porque, fácilmente, las víctimas se convierten en una estadística: tantos muertos, tantos desaparecidos, tantos desplazados... Pero no se conocen las historias de carne y hueso que hay detrás de esas tragedias. Quisiera haber incluido el testimonio de los ocho millones de víctimas. Pero ello era imposible. Sin embargo, espero que todas las víctimas se sientan representadas en las pequeñas y grandes historias que aquí se cuentan”. Llámese Ernesto Sábato o Patricia Lara, los escritores se han puesto en la tarea de narrar la guerra y sus horrores para evitar la repetición de los hechos. Así, la literatura, desde una mirada crítica, no aspira a algo diferente que a ayudar a la construcción de una sociedad en paz.
Lo invitamos a que escuche el capítulo 13 de la audionovela Yo Confieso