Lo que hay detrás de cada puerta
En La puerta que no quise abrir, once escritores de varios rincones de Latinoamérica y Europa rompen las barreras geográficas para sorprendernos con esta amalgama de historias, unas futuristas y distópicas, otras de amores desviados, poéticas otras, cercanas al ensayo, unas divertidas, otras tantas oníricas, de traición y engaño, porque nada es ajeno al espíritu humano… o a esta antología.
Jefferson Echeverría
Tiene mucha razón Alejandro Alba García en su prólogo (o, mejor dicho, en su bienvenida) sobre la antología de cuentos La puerta que no quise abrir. Estas once voces narrativas nos ofrecen un sinfín de ritmos llenos de conflictos que se traslucen entre lo extraordinario y lo casual, lo melancólico y lo exótico, lo desalentador y lo cruel. Pero no basta solamente con atribuir la genialidad de tales relatos a las emociones; internas o externas, expuestas por los personajes y su entorno. Hay algo más allá que nos desafía a resolver como lectores mediante un misterio continuo: ¿Qué se esconde detrás de cada puerta?
Siempre he creído en los hechizos que conforman los cuentos; principalmente cuando estos involucran la casa, el edificio y el templo, como testigos importantes de grandes circunstancias. Sin embargo, debo confesar que nunca antes había reparado en un objeto tan simple como lo es una puerta. Pero al leer esta antología, su sentido adquiere por fin una validez significativa. El hecho de atravesar (o intentar atravesar) varias de ellas, no solo justifica las conductas de sus protagonistas sumidos en su propia angustia, sino también permite vislumbrar con otros ojos la función que tiene una puerta en nuestra realidad. De ser un objeto trivial a convertirse en un portal revelador, cada una de estas puertas es el indicio necesario para que los lectores logren entrever un pasaje hacia lo desconocido.
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Porque cada cuento es una puerta que debemos abrir. Por eso, más que avanzar en sus páginas, la invitación es a tratar de correr los cerrojos, dar un portazo, girar la perilla con delicadeza, empujar con desesperación y entrar en las habitaciones donde las diferentes almas que habitan allí, muestren su lado más trágico. Estoy convencido de que, cuando los lectores terminen de visitar todos los rincones, hallarán un vínculo cercano con las casas o edificios de su entorno, asegurados siempre por ese muro como lo es una puerta, sin importar sus diferentes formas y colores.
No se les haga extraño encontrar en alguna playa una puerta descolorida, como la creada por el autor portugués Afonso Cruz, que todavía resguarda el tesoro más preciado de un anciano, Manuel, cuya gloria supersticiosa le ha legado a su nieta; la indiferente Luz, el último deseo por preservar su memoria ya disuelta en el mar.
Y cuando intenten abrir un ruidoso y desvencijado portón, como el perteneciente a la autora cubana Legna Rodríguez Iglesias, piensen en cualquier suburbio de la ciudad donde habita una vietnamita prófuga quien trata de resolver sus infortunios de desamor y aburrimiento, esperando el adiós definitivo de su amada.
Sé que futuros lectores se atreverán a abrir una puerta mecánica controlada por el Ministerio de la Sabiduría, un ente perverso capaz de decidir el tiempo de vida en las personas. Solo espero que el chip que les implanten, les sirva para ser partícipes de una de las escenas más atroces promovidas por una nación carente de piedad. Es uno de los relatos distópicos más fascinantes que he visto del autor argentino Carlos Chernov.
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Cuando asistan a un museo, en lo primero que deberían fijarse es si los cuadros exhibidos tienen conexión con alguna puerta. Así sentirán la misma intriga e inconformidad de aquel personaje cuya obsesión particular por buscar la puerta que se ajuste a sus anhelos, lo obliga a visitar muchas galerías en su trasegar por el mundo. De paso recordarán que esta obra fue escrita por la venezolana Jacqueline Goldberg.
Piensen ahora en un prisionero ilustre que, para resolver el enigma de la mujer anónima, debe caminar por un amplio y solitario pasillo. Al llegar a una puerta y enfrentarse, a escasos centímetros al recuerdo de su pasado, un fantasma lo acecha con paciencia para condenar sin misericordia sus anteriores infamias. Definitivamente es un cuento abrumador que nos brinda la pluma de la colombiana Fanny Buitrago.
Cuando vayan a una farra descontrolada, desconfíen de una pareja de recién divorciados. Primero ganarán su confianza para llevarlos a un sitio exclusivo, luego los invitarán a abrir tres puertas misteriosas y por último serán partícipes de una serie de actos inescrupulosos. Es un relato nocturno muy bien desarrollado por Antonio Orlando Rodríguez (Premio de Novela Alfaguara, 2008).
Alguna Sofía en el mundo vive en un apartamento donde siente un deseo incontrolable por su vecino. Ella buscará cualquier artimaña solo para coincidir con él en la puerta del ascensor. Y, antes de afrontar una futura decepción, aprovechará la cercanía de ese amor platónico para alimentar sus fantasías íntimas luego de sentir su presencia cautivadora durante el breve descenso hacia la recepción. La autora bogotana Lina María Pérez los sorprenderá con esta historia delirante.
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Cuando se encuentren en un hotel cinco estrellas, piensen que ahí trabaja un posible Manuel, el prestigioso cocinero, cuya nueva esperanza de amor se ve otra vez en peligro por los ruidos provenientes del cuarto de su amada Manuela: ¿Vivirá otro tormento como en su anterior matrimonio? El peruano Carlos Garayar los atrapará con este trance amoroso.
En la oscuridad de sus cuartos, contemplen por un instante el misterio que puede producir una puerta cerrada a medianoche. Tal vez ahí se oculte un espíritu en forma de múltiples rostros; y por esta razón los murmullos inexplicables que alteren la tranquilidad del sueño, sean la causa de nuestros temores. Es un cuento apasionante del maestro colombiano Octavio Escobar.
¿Qué piensan de una puerta que protege a dos fugitivos del peligro? Mientras afuera se perciben las detonaciones, los gritos de amenaza y la furia de un ejército; adentro, una puerta insignificante es testigo de un hombre y una mujer sumidos en su propia desesperación, convirtiéndose siempre en la cómplice del horror en medio de la amnesia. Apreciarán la voz cautivadora de la nicaragüense María del Carmen Pérez.
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Por último, imaginen la siguiente escena como si fuera una película: Luciano y Priscila sobreviven a una tragedia en el mar y, para saber el desenlace de sus vidas, están a punto de abrir una puerta que los conducirá a un abismo extraño. Antes de hacerlo miran a su alrededor y se dan cuenta del horror que han soportado por ser los elegidos de su creador, el atribulado Salazar. Un relato con una estructura cinematográfica al mejor estilo del escritor y docente bogotano Miguel Mendoza Luna.
Sería importante que ustedes optaran por quedarse en una, o varias de estas puertas, y así puedan compartir sus frustraciones íntimas con aquellas almas que residen en dichos lugares. A lo mejor la ilusión de fuga sea menos dolorosa cuando ellas disfruten de su compañía y, al mismo tiempo, ustedes también se den cuenta que todos nosotros, en algún momento, tenemos en nuestro interior una puerta que jamás hemos querido abrir.
Tiene mucha razón Alejandro Alba García en su prólogo (o, mejor dicho, en su bienvenida) sobre la antología de cuentos La puerta que no quise abrir. Estas once voces narrativas nos ofrecen un sinfín de ritmos llenos de conflictos que se traslucen entre lo extraordinario y lo casual, lo melancólico y lo exótico, lo desalentador y lo cruel. Pero no basta solamente con atribuir la genialidad de tales relatos a las emociones; internas o externas, expuestas por los personajes y su entorno. Hay algo más allá que nos desafía a resolver como lectores mediante un misterio continuo: ¿Qué se esconde detrás de cada puerta?
Siempre he creído en los hechizos que conforman los cuentos; principalmente cuando estos involucran la casa, el edificio y el templo, como testigos importantes de grandes circunstancias. Sin embargo, debo confesar que nunca antes había reparado en un objeto tan simple como lo es una puerta. Pero al leer esta antología, su sentido adquiere por fin una validez significativa. El hecho de atravesar (o intentar atravesar) varias de ellas, no solo justifica las conductas de sus protagonistas sumidos en su propia angustia, sino también permite vislumbrar con otros ojos la función que tiene una puerta en nuestra realidad. De ser un objeto trivial a convertirse en un portal revelador, cada una de estas puertas es el indicio necesario para que los lectores logren entrever un pasaje hacia lo desconocido.
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Porque cada cuento es una puerta que debemos abrir. Por eso, más que avanzar en sus páginas, la invitación es a tratar de correr los cerrojos, dar un portazo, girar la perilla con delicadeza, empujar con desesperación y entrar en las habitaciones donde las diferentes almas que habitan allí, muestren su lado más trágico. Estoy convencido de que, cuando los lectores terminen de visitar todos los rincones, hallarán un vínculo cercano con las casas o edificios de su entorno, asegurados siempre por ese muro como lo es una puerta, sin importar sus diferentes formas y colores.
No se les haga extraño encontrar en alguna playa una puerta descolorida, como la creada por el autor portugués Afonso Cruz, que todavía resguarda el tesoro más preciado de un anciano, Manuel, cuya gloria supersticiosa le ha legado a su nieta; la indiferente Luz, el último deseo por preservar su memoria ya disuelta en el mar.
Y cuando intenten abrir un ruidoso y desvencijado portón, como el perteneciente a la autora cubana Legna Rodríguez Iglesias, piensen en cualquier suburbio de la ciudad donde habita una vietnamita prófuga quien trata de resolver sus infortunios de desamor y aburrimiento, esperando el adiós definitivo de su amada.
Sé que futuros lectores se atreverán a abrir una puerta mecánica controlada por el Ministerio de la Sabiduría, un ente perverso capaz de decidir el tiempo de vida en las personas. Solo espero que el chip que les implanten, les sirva para ser partícipes de una de las escenas más atroces promovidas por una nación carente de piedad. Es uno de los relatos distópicos más fascinantes que he visto del autor argentino Carlos Chernov.
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Cuando asistan a un museo, en lo primero que deberían fijarse es si los cuadros exhibidos tienen conexión con alguna puerta. Así sentirán la misma intriga e inconformidad de aquel personaje cuya obsesión particular por buscar la puerta que se ajuste a sus anhelos, lo obliga a visitar muchas galerías en su trasegar por el mundo. De paso recordarán que esta obra fue escrita por la venezolana Jacqueline Goldberg.
Piensen ahora en un prisionero ilustre que, para resolver el enigma de la mujer anónima, debe caminar por un amplio y solitario pasillo. Al llegar a una puerta y enfrentarse, a escasos centímetros al recuerdo de su pasado, un fantasma lo acecha con paciencia para condenar sin misericordia sus anteriores infamias. Definitivamente es un cuento abrumador que nos brinda la pluma de la colombiana Fanny Buitrago.
Cuando vayan a una farra descontrolada, desconfíen de una pareja de recién divorciados. Primero ganarán su confianza para llevarlos a un sitio exclusivo, luego los invitarán a abrir tres puertas misteriosas y por último serán partícipes de una serie de actos inescrupulosos. Es un relato nocturno muy bien desarrollado por Antonio Orlando Rodríguez (Premio de Novela Alfaguara, 2008).
Alguna Sofía en el mundo vive en un apartamento donde siente un deseo incontrolable por su vecino. Ella buscará cualquier artimaña solo para coincidir con él en la puerta del ascensor. Y, antes de afrontar una futura decepción, aprovechará la cercanía de ese amor platónico para alimentar sus fantasías íntimas luego de sentir su presencia cautivadora durante el breve descenso hacia la recepción. La autora bogotana Lina María Pérez los sorprenderá con esta historia delirante.
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Cuando se encuentren en un hotel cinco estrellas, piensen que ahí trabaja un posible Manuel, el prestigioso cocinero, cuya nueva esperanza de amor se ve otra vez en peligro por los ruidos provenientes del cuarto de su amada Manuela: ¿Vivirá otro tormento como en su anterior matrimonio? El peruano Carlos Garayar los atrapará con este trance amoroso.
En la oscuridad de sus cuartos, contemplen por un instante el misterio que puede producir una puerta cerrada a medianoche. Tal vez ahí se oculte un espíritu en forma de múltiples rostros; y por esta razón los murmullos inexplicables que alteren la tranquilidad del sueño, sean la causa de nuestros temores. Es un cuento apasionante del maestro colombiano Octavio Escobar.
¿Qué piensan de una puerta que protege a dos fugitivos del peligro? Mientras afuera se perciben las detonaciones, los gritos de amenaza y la furia de un ejército; adentro, una puerta insignificante es testigo de un hombre y una mujer sumidos en su propia desesperación, convirtiéndose siempre en la cómplice del horror en medio de la amnesia. Apreciarán la voz cautivadora de la nicaragüense María del Carmen Pérez.
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Por último, imaginen la siguiente escena como si fuera una película: Luciano y Priscila sobreviven a una tragedia en el mar y, para saber el desenlace de sus vidas, están a punto de abrir una puerta que los conducirá a un abismo extraño. Antes de hacerlo miran a su alrededor y se dan cuenta del horror que han soportado por ser los elegidos de su creador, el atribulado Salazar. Un relato con una estructura cinematográfica al mejor estilo del escritor y docente bogotano Miguel Mendoza Luna.
Sería importante que ustedes optaran por quedarse en una, o varias de estas puertas, y así puedan compartir sus frustraciones íntimas con aquellas almas que residen en dichos lugares. A lo mejor la ilusión de fuga sea menos dolorosa cuando ellas disfruten de su compañía y, al mismo tiempo, ustedes también se den cuenta que todos nosotros, en algún momento, tenemos en nuestro interior una puerta que jamás hemos querido abrir.