Lo sagrado y lo secular: el arte del Doktor Lakra
El artista mexicano Doktor Lakra fue el encargado de la intervención a las monjas coronadas de la colección del Museo de Arte Miguel Urrutia. Aquí la historia de esta obra y la de su autor, que hace parte del especial “La muerte en tinta y óleo”.
Samuel Sosa Velandia
Vasili Kandinski, en su empeño por teorizar su oficio, encontró que toda etapa de la cultura producía un arte específico que no podía ser repetido, pues tenía la idea de que eran el tiempo y el contexto los únicos capaces de definir la estética, la técnica y el espíritu de la obra. Por eso afirmó que pretender resucitar las premisas artísticas del pasado solo resultarían en creaciones que serían como un niño muerto antes de ver la luz. Sin embargo, también dijo que la obra se convertía en un sujeto independiente del artista. Que el arte vivía y actuaba libre y sin dueños.
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Vasili Kandinski, en su empeño por teorizar su oficio, encontró que toda etapa de la cultura producía un arte específico que no podía ser repetido, pues tenía la idea de que eran el tiempo y el contexto los únicos capaces de definir la estética, la técnica y el espíritu de la obra. Por eso afirmó que pretender resucitar las premisas artísticas del pasado solo resultarían en creaciones que serían como un niño muerto antes de ver la luz. Sin embargo, también dijo que la obra se convertía en un sujeto independiente del artista. Que el arte vivía y actuaba libre y sin dueños.
Quizás esa mirada de la obra como una materialidad tiene la posibilidad para que las piezas puedan ser reinterpretadas, pero también modificadas. Pues su valor como objeto vivo la convierte en una conversación constante con el entorno y quienes lo habitan, lo que resulta en un ejercicio de intercambio y apropiación: “El arte no es solo una imitación de la naturaleza, sino una interpretación personal del mundo”, manifestó Kandinski.
Hoy vemos cómo la iconografía religiosa nutre la obra de artistas contemporáneos, quienes con su propio lenguaje nos cuentan una nueva historia sobre esas piezas. Es el caso de las que actualmente reposan en las paredes del Museo de Arte Miguel Urrutia, en Bogotá.
Un mural y ocho cuadros de las monjas muertas, que son parte de la colección “Los primeros tiempos modernos”, en la que se encarna el período colonial de nuestro país, fueron tomados por Jerónimo Toledo Ramírez, más conocido como Doktor Lakra, para ser intervenidas y acentuar la idea de que en el arte todo es susceptible de ser “reimaginado”.
Aunque inicialmente la invitación que le enviaron a Doktor Lakra era para que expusiera sus piezas artísticas, las que hace en México, su casa, cuando sus ojos vieron las imágenes de las monjas muertas tuvo la idea de intervenirlas y resignificar esos cuadros que en su origen sirvieron para recordar a aquellas religiosas que erigieron su vida como un modelo de comportamiento digno de memoria.
“Al ver estas señoras muertas, propuse que me mandaran imágenes en alta resolución para poder hacer unas reproducciones del tamaño casi que original. A unas les abrí los ojos, a otras les puse arañas y penes… Lo que hago siempre, lo que siempre pasa en mi trabajo”, contó el artista, quien se aventuró por una técnica no muy aplicada en su obra: el óleo, con la que vio que podía hacer más homogénea la pintura.
Doktor Lakra admitió que tiene una fascinación por los lienzos ya adornados, más que por los que están en blanco. Dijo que lo suyo es otorgar un nuevo significado a lo que ya está establecido. Y es por eso que su obra se presenta como un gesto de rebeldía y que desafía las normas.
En términos artísticos, lo de este mexicano es lo que se conoce como el pastiche, una técnica que combina estilos diversos para crear nuevas obras a partir de algo ya hecho. En este caso, un diálogo entre imágenes populares y religiosas con el paradigma de un mundo contemporáneo que habita dentro de él.
“Mi trabajo siempre ha tenido que ver con el soporte en cosas que existen. Es como reciclar imágenes, significados y discursos para inventar algo nuevo”, explicó.
Él, como un creador autodidacta que en “la urgencia de huir de la normalidad” y la academia hizo de la pintura su forma de escape y de vida, ha tomado cada cosa que ha visto y aprendido para convertirlo en su lenguaje artístico. Así, las postales eróticas, los dibujos carcelarios y los tatuajes lo han cautivado. Pero, ante todo, han hecho del collage su medio de expresión, porque le permite unir esos fragmentos, que pueden parecer que no tienen sentido entre sí.
“En mi trabajo hay mucho collage, pues es una mezcla de varias cosas: recorto y junto cosas que tal vez no estarían juntas, cambio las dimensiones y composiciones. Lo que hice con las monjas muertas es un reflejo de esto”. Al observar estas piezas, que estarán expuestas hasta el 25 de enero del próximo año, encontramos esa combinación de elementos, los cuales también convergen en el mural que hizo y que representa el mundo onírico de las monjas.
Aquel “caos de imágenes”, como se refirió al collage, dijo que le recuerda a la vida misma: “El collage es como la propia vida, en la que agregas conocimientos y vivencias”. Entonces, Doktor Lakra ha hecho de su trabajo una extensión de ese mundo interior del que habló Kandinski.
“La obra, sin duda, refleja cierta filosofía o mentalidad. A nadie se le ocurriría hacer lo considerado bello, algo feo, entonces lo que hago es reflexionar sobre esos cánones”, puntualizó. Para ello ha hecho del humor subversivo parte de sus composiciones. Le gusta burlarse de lo que se cree correcto e incorrecto, o de esa dicotomía entre arte “elevado” y “popular”. “Mi humor es algo macabro, y surge como una especie de crítica y que evidencia cosas que básicamente me hacen reír”, reflexionó.
Desde 1988 ha trabajado también como tatuador profesional. De allí fue donde aprendió sobre los dibujos carcelarios y también de donde adquirió el nombre de Doktor Lakra. Cuando empezó en este mundo llevaba consigo un maletín de doctor y alguien lo llamó así, ya fue después que él mismo se puso “Lakra”.
Su obra ha sido expuesta en varios países del Viejo Continente, pero por primera vez llega a Colombia. Aseguró que esos trabajos, como todos los demás, son el resultado de algo orgánico y no planeado. Y que a pesar de que haya una historia detrás, no pretende que exista una única interpretación. “No tengo expectativas de lo que la gente va a interpretar. Me gusta respetar la libertad y no dirigir al espectador con un título o con algo que ya sé a dónde va a llegar. Quiero que cada espectador tome el camino que quiera y que lo interprete como desee”.