Los 15 de “El animal más feroz”
A propósito de la celebración de los quince años del Animal más feroz de Dipacho, el investigador y autor integral Carlos Riaño hace un repaso por el “detrás de” de esta publicación y del auge del libro álbum en Colombia.
Carlos Riaño*
El ritmo, la sugerencia y la sorpresa pueden ser unas reglas estimulantes para jugar. A menudo son la sustancia de las palabras. Y dispuestas en un libro pueden provocar muchas lecturas para comprimir o estirar el tiempo al ritmo de la imaginación. Así ocurre con El animal más feroz, un libro que nació de un cuento de la tradición oral, que es divertido porque las palabras juegan al suspenso y guardan una sorpresa para el final.
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El ritmo, la sugerencia y la sorpresa pueden ser unas reglas estimulantes para jugar. A menudo son la sustancia de las palabras. Y dispuestas en un libro pueden provocar muchas lecturas para comprimir o estirar el tiempo al ritmo de la imaginación. Así ocurre con El animal más feroz, un libro que nació de un cuento de la tradición oral, que es divertido porque las palabras juegan al suspenso y guardan una sorpresa para el final.
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En este las palabras van y vienen desde la pregunta y la negación, pero una negación que estimula la imaginación, para desembocar en la forma, la textura y el color. Su autor determinó el formato, eligió unos encuadres propicios y destacó las texturas para crear un solo cuerpo con las palabras, que de ese modo se expanden.
El lector puede desenredar la trama entre la geografía de los detalles, para caer en la cuenta de la singularidad de la piel de los animales, la fortaleza de la tierra, el calor del sol y la frescura del mar, quizá para redescubrir la armonía de la naturaleza, pero bajo la sospecha de un misterio.
Hace 15 años se publicó El animal más feroz y agregó una línea a la que en su momento no era una lista extensa de libros-álbumes creados en Colombia. Dipacho es su autor, es diseñador gráfico y, como tal, escribe también con imágenes: es un autor integral. En estos 15, a pesar de que cada vez se produce un mayor número de libros-álbumes, aún no son muchos los que pueden llamarse así, es decir, que conciban sus historias desde una simbiosis narrativa tejida entre palabras e imágenes, los elementos del diseño, la forma de la letra, la dimensión y proporción del formato, la virtud del papel y la calidad de la impresión.
A mediados de los años ochenta empezó a forjarse en nuestro país una idea más integral y profesional en la producción de libros infantiles, gracias a la afortunada convergencia de autores (e) ilustradores, editores y libreros que interpretaron un contexto en expansión, gracias a antecedentes como las celebraciones del Año Internacional del Niño en los setenta, que dieron lugar a muchas acciones que impactaron distintas capas de la cultura, ayudaron al surgimiento de obras que hoy consideramos significativas y, por ende, al desarrollo de un ámbito que merecía la dedicación y la mirada crítica desde distintas tribunas profesionales y académicas.
Es de esta manera que para 2008, cuando nació El animal más feroz, ya habían pasado por las manos de los lectores títulos que hoy son emblemas del género del libro infantil ilustrado colombiano: La serie de Chigüiro, Tengo miedo y Garabato, entre otros de la autoría integral de Ivar da Coll; Conjuros y sortilegios de Irene Vasco e ilustrado por Cristina López; los Cuentos pintados de Rafael Pombo y Qué bonito baila el chulo de María Fornaguera, que dialogan con las disruptivas y memorables ilustraciones del artista Lorenzo Jaramillo; Arrume de rimas, de Luis Liévano ilustrado por Diana Castellanos, que además fue pionera en la labor especializada de dirección de arte para editoriales como Kapelusz y Norma; Traba la lengua y lengua la traba de Clarisa Ruiz e ilustrado por Gian Calvi, quien llegó al país a motivar la obra de muchos ilustradores, que, como Alekos, Esperanza Vallejo o Ródez, entre otros, se constituyeron posteriormente en referentes en este ámbito.
En general, la atención que tuvo el género por parte de grandes editoriales como Norma, con sus colecciones Abra Palabra y Torre de Papel, o Panamericana Editorial, con colecciones como Literatura Juvenil -en gran parte alimentada por los fondos que dejó Carlos Valencia Editores, editorial que se la jugó publicando exclusivamente libros para el público infantil y juvenil- o la colección Corcel, impactaron con la divulgación en gran cantidad, y en general de buena calidad, de títulos que nutrieron la lista que antecede a El animal más feroz.
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Se podría decir que fue en 2000 cuando se consolidó con más claridad el género específico del libro-álbum en nuestro país, que ya contaba con algunos antecedentes, como los mencionados. Es, además, la época de las editoriales independientes que irrumpieron con criterios de alta calidad, como Gato Malo, Babel Libros (librería y editorial), Tragaluz, Cataplum y de un entorno que contaba con grandes bibliotecas públicas y librerías especializadas, lo que impulsó la divulgación de los libros infantiles y, en torno a ellos, una intensa actividad cultural y de creación que alimentaban a un público, que entre las ocupaciones adultas y el tiempo escolar y el tiempo libre de niñas y niños, requería una producción más ambiciosa que fundara o enriqueciera las bibliotecas domésticas y las secciones infantiles de las bibliotecas públicas.
Los premios y reconocimientos internacionales, por ejemplo, el A la Orilla del Viento que recibieron Jairo Buitrago y Rafael Yockteng por su obra, ya emblemática, Camino a casa, y luego el mismo Dipacho con Jacinto y María José, dan cuenta del vigor y la calidad con que hacen presencia nuestros autores ante el mundo. Se percibe que los estándares de referencia son altos, si bien es deseable que surjan más autores integrales del género del libro-álbum.
El animal más feroz no solo impulsó la obra de Dipacho como uno de los pocos autores integrales en la actualidad, quien ya cuenta con un buen número de títulos como Todos se burlan, Dos pajaritos, A pesar de todo, El monstruo come palmeras, Some do, some don´t, entre otros, sino que además contribuyó a la mencionada consolidación del libro-álbum en nuestro país y le ha dado un lugar en el mundo a través de sus premios y reconocimientos.
Por eso, para quienes nos enamoramos de estos libros y que desde nuestros distintos roles como escritores, ilustradores, editores, impresores, promotores y libreros tenemos la opción de hacerlos y ponerlos en las manos de los lectores, esta celebración del quinceañero animal es una feraz motivación para seguir abriendo las puertas de la imaginación y la esperanza.
*Carlos Riaño es diseñador gráfico, magister en Diseño y profesor en la Escuela de Diseño Gráfico y en la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Ilustrador de libros infantiles y carteles desde los años noventa, en la actualidad desarrolla proyectos como autor integral de libros álbum.