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Los cuentos de amor de Clara Llano

Prólogo del libro de relatos “Llévame al río”, de la escritora caleña, publicado por Taller de Edición Rocca y presentado en la pasada Feria internacional del Libro de Bogotá.

Rodrigo Parra Sandoval * / Especial para El Espectador
05 de mayo de 2022 - 05:03 p. m.
Clara Llano es caleña y antropóloga, además de graduada de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Su anterior libro de cuentos se titula "Maleza".
Clara Llano es caleña y antropóloga, además de graduada de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Su anterior libro de cuentos se titula "Maleza".
Foto: Archivo particular
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Los cuentos de Clara Llano son un viaje. Un viaje en el sentido figurado de la literatura y, a su vez, en el sentido real. Viaja una escritora que también es antropóloga: dos miradas en una. Como Los viajes extraordinarios de Julio Verne. Solo que los viajes de Verne son imaginarios. Los personajes de Verne buscan al padre en Viaje al centro de la Tierra. En Veinte mil leguas de viaje submarino buscan la libertad, el conocimiento y la venganza. En De la Tierra a la Luna buscan lo desconocido, ir a donde nadie ha ido. (Recomendamos: Ensayo de Nelson Fredy Padilla sobre el arte de escribir cuentos).

El viaje de Clara Llano busca narrar, en el libro que celebramos hoy, las formas del amor en regiones diferentes del país. En las selvas del Pacífico con las mujeres y los hombres afrocolombianos y sus vidas subyugadas. En Cali, donde todo empezó con los amores de la María de Isaacs. Sube la cordillera Central y se detiene por un momento en las ardientes llanuras del Tolima. En sus algodonales. Allí también habrá amores. Pero habrá que imaginarlos.

El viaje cruza las aguas amarillas del río Magdalena y comienza a subir hacia la sabana de Bogotá. Encontrará historias de amor en los almuerzos y las cenas disfrutados en las haciendas, en las elegantes casas del norte de la ciudad, en los barrios de clase media y sus estudiantes universitarios, en el centro histórico, La Candelaria, el Parque de los Periodistas.

Para aproximarse a la lectura de un libro de cuentos, el lector acostumbrado a leer una sola historia en cada cuento, busca intensamente una línea narrativa que unifique y centre los textos. Un gran río a lo largo del cual navegarán las historias y el sentido de las acciones. Cuando encuentra esa línea se sienta, ahora sí plácido, y se entrega a la magia de lo escrito. Navega en aguas conocidas. Sin sobresaltos.

Sentado en el blando sillón de la sala. En Llévame al río, el libro de Clara Llano sobre el que vamos a llevar a cabo un par de reflexiones, esta forma de leer no es útil. Simplifica y confunde. Es una fórmula que, por conocida, se vuelve pasiva. Sin riesgos. Cómoda. Porque después de leer el primer cuento comienza a darse cuenta de que aparecen ramificaciones, deltas, rápidos.

Hace conciencia de que en este libro el centro es la continuación: la urgente necesidad de continuar la historia. Las historias pugnan por continuar tras el final del cuento. Esa urgencia de continuidad de la historia se presenta al unísono con la terminación del cuento de la escritora, y es fundamental para comprender lo que nos propone la escritura de Clara Llano.

Toda historia, por aislada y redonda que se pretenda, es parte de una red de historias y es allí, en esa red, donde el sentido comienza a alcanzar su plenitud. Pero contar esta parte de la historia, posterior a la terminación del cuento de la autora, es la tarea de los lectores.

Un líder social afroamericano dedicado a la defensa de la naturaleza, de los grandes bosques de la selva del Pacífico. Sus amigos le preguntan cómo hace un negro feo para tener dos hermosas mujeres viviendo en casas contiguas. Él responde: el secreto es atenderlas por igual. Y luego añade: aunque tal vez sea mejor darle a cada una lo que necesita cuando lo necesita.

Con Dominga está casado y tiene tres hijos. Ana Rosa es más joven y acaba de decirle que está embarazada. Algún violento lo amenaza por los derechos de uso del bosque. Huye a la ciudad. Cuando regresa los encuentra a todos menos a Ana Rosa. Carga a su hijo y recorre con la mirada la casa en que ella vivía. Dice: «Ni rastro de mi Rosa por ninguna parte». Fin de la historia.

Allí está servida la nueva historia. ¿El bandido que lo perseguía le robó la mujer? ¿El suegro le quitó la casa y la despidió para defender a su hija? ¿La esposa se quitó la competencia de encima? ¿Ana Rosa se fue porque él no regresó a tiempo para el bautismo del hijo? ¿Se enamoró de otro en su ausencia? Historia servida para que el lector imagine o escriba. La continuidad.

Pero, por encima de todo, los cuentos de Clara Llano están hermosamente escritos, con precisión y poesía. Hay música en su escritura, música de la alegría y la tristeza del amor. Su lenguaje sintoniza con la musicalidad de las lenguas africanas y con los acentos del Valle y del Altiplano Andino.

De manera que el lector no solamente observa la transformación de la naturaleza, sino también del habla. Si me preguntan cuál música del mundo podría acompañar la lectura de los cuentos de Clara Llano diría que Las cuatro estaciones de Vivaldi. Sí, eso diría. Con los cuentos que forman este volumen, más las historias de Maleza, su libro anterior, Clara Llano, escritora caleña, entra en diálogo con los mejores cuentistas colombianos contemporáneos.

* Escritor y sociólogo experto en educación. Ganador del Premio Nacional de Novela 2002 por ‘El don de Juan’. Su novela ‘Faraón Angola’ fue exaltada en el Premio Casa de las Américas de Narrativa 2011.

Por Rodrigo Parra Sandoval * / Especial para El Espectador

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