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Los dones, un arma de doble filo

La obra “Serrar la horca o el cadalso”, dirigida por Martha Leal, se presenta hasta el domingo 6 de noviembre en el Teatro Libre del Centro.

Danelys Vega Cardozo
04 de noviembre de 2022 - 12:00 p. m.
Martha Leal tiene una relación muy tranquila con la muerte.
Martha Leal tiene una relación muy tranquila con la muerte.
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga
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¿Cómo surgió la idea de crear esta obra?

Lopera Sánchez es escritor de ficción y Serrar la horca o el cadalso es su segunda obra para la escena teatral. Su idea era hablar sobre la venganza, porque le parece que es un mal sentimiento. Él quería crear una situación en donde la venganza no fuera posible. Cuando la obra llegó a mí, ya existía la historia de dos amigos que se separan en un momento dado por algo que uno de ellos (Áresh) siente como una traición. Él se queda con esa sensación y, luego, cuando le dicen que se va a morir, se reencuentra con su amiga y quiere vengarse de ella. Decide saldar esa deuda porque le quedan pocos meses de vida y no tiene nada que perder. Entonces, busca a su amiga para obtener revancha. Ella tiene una característica y es que es sanadora (puede curar el cuerpo con sus manos). Su don le causa mucho daño y por eso un día decide no volver a usarlo. Ella se estaba enfermando tanto a nivel físico como psicológico, porque las personas que curaba le transmitían todas sus sensaciones, dolores, sentimientos y pensamientos (es demasiado para una sola persona sentir lo que siente el mundo).

¿Y por qué Aresh se siente traicionado?

Cuando su amiga toma la decisión de no volver a usar su don, Aresh la apoya cien por ciento, hasta el día que su mamá se enferma y quiere que su amiga la cure, pero ella le dice que no va a volver a curar a nadie más, esa es la traición. Ahora que él está cercano a la muerte, no quiere ser sanado, sino obtener revancha. En el transcurso de la obra vemos cómo se vuelven a encontrar y trabajan esa amistad perdida. Hay un tercer personaje (que no queremos que esté claro quién es), un ángel malvado o una especie de duende del bosque (no sé) o incluso también la mente de los personajes; estas voces que tenemos en nuestras cabezas y con las que discutimos todo el tiempo y que a veces nos dan malos consejos. Este personaje, que se llama Uzú, los incita a que se confronten, les implanta malos pensamientos.

¿Y cómo cree que la venganza nos afecta a los seres humanos?

Nos afecta mucho, al igual que otros sentimientos como el odio. Trato de no sentirlos, de mantenerlos alejados de mí, porque me parece que no nos ayudan a construir, a crear relaciones sanas o un mundo mejor (a mí me da risa porque qué será mejor) o al menos uno en donde podamos vivir tranquilos y felices o lo más cercano posible. La revancha, el dolor y el odio son cosas que, para mí, envenenan. La manera como encuentro que podemos mantenerlos alejados es enfrentando y trabajando en lo que nos hace daño, no huyendo, escapando ni tapando. Puedo creer que estoy haciendo algo bueno para todo el mundo, pero puede que esté afectando a otro, y nos vamos a envenenar si él no me lo dice, no lo conversamos y no encontramos la manera de seguir adelante. En el futuro, esas cosas no sanadas se convierten en problemas y revanchas, en un mal vivir en general.

La venganza termina dañando a otros, pero también a nosotros mismos…

Sin duda, pero a lo que apunto es que no estamos solos en nuestras vidas: mi vida es con el otro. Entonces, no solo afectas tu vida, sino también la de los otros. Un poco la obra plantea eso: ¿hasta qué punto es bueno que esta persona sanadora sacrifique su bienestar por ayudar a otros?

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Esto que menciona me hace pensar en los dones como una especie de maldición…

No lo llamaría maldición (es una palabra que no me gusta mucho), pero sí es un tormento, en especial para este personaje. Todo el centro de la situación es ese: ella no puede vivir así (su cabeza, cuerpo y alma no le dan). Entonces, busca la manera de protegerse, aunque no lo consigue.

¿Dónde está el límite entre el bienestar propio y el de los demás?

Tengo una respuesta muy clara a esa pregunta, porque me la he hecho en el proceso de montaje: creo que si no estoy bien, no puedo ayudar a otros. Pienso que en la medida en que esté sana y vea las cosas positivas y objetivas, puedo ayudar a otros, pero si estoy afectada (con dolores o cosas no solucionadas o inquietudes), va a ser muy difícil que ayude a los demás, en cualquier caso: seas bombero, médico o salvavidas (como dicen en los aviones: “Primero póngase su mascarilla de seguridad y después ayude a otros”). Creo que haría lo que hace el personaje de Barnat: aceptaría el dolor, pero hasta cuando llegue a mi límite, una vez llegue a él, también necesito sobrevivir. Es decir, lo usaría hasta cuando mi ser me dijera “hasta aquí”.

Se podría decir que “Serrar la horca o el Cadalso” también es un reflejo de los seres humanos y su lucha constante con sus demonios internos…

Es definitivamente una obra humana: trata temas muy presentes en todos los seres humanos como el temor a la muerte, la enfermedad, los dones (a los artistas nos repiten mucho “usa tus dones, dalos al mundo”, pero qué estoy sacrificando por hacer eso). Creo que hay que encontrar un equilibrio y es ahí en donde se relaciona la obra con los seres humanos. Nosotros solemos rebotar del necesitar todo al dar todo; somos de extremos. Mi sensación es que podríamos encontrar un equilibrio: dar un poco, recibir (a veces no nos enseñan a hacerlo), estar con bienestar.

¿Y en algún momento le ha costado encontrar el equilibrio?

Sin duda… Creo que todos, por más jóvenes que sean, han pasado por momentos así, porque la vida está llena de encrucijadas, la vida ocurre; tú vas en ella, pero las cosas te pasan: tus familiares, amigos y mascotas se mueren, las guerras existen, las cosas sobrenaturales que no tienen que ver con el hombre también pasan (son situaciones que llegan inevitablemente a tu vida). Si tienes una vida perfecta se te parte la uña y tienes que asumirlo, enfrentarlo, mirar cómo transitas en esa situación. Sin duda me he encontrado en esos momentos y he tomado distintos caminos. Hoy, a mis cincuenta y un años, digo que he encontrado la manera de no guardar sentimientos, odios, cosas no resueltas (yo voy hoy y adelante; una horita que es lo que sé que voy a estar viva). Los que me conocen saben que voy solucionado, incluso de forma brutal: es mejor hablarlo ahora y no dejarlo sin resolver para que después sea un cáncer o que sé yo.

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¿Pero siempre tuvo esa actitud?

No… Yo fui una persona muy solitaria: cuando era niña no tenía muchos amigos, entonces jugaba sola (de ahí creo que viene mi gusto por contar historias). Luego, en la adolescencia era muy cerrada y tenía mucha dificultad para comunicarme, a raíz de eso y de las artes escénica empecé a trabajar en cómo comunicarme con el otro, cómo vivir en el mundo con los otros, porque yo no soy el mundo (lo aprendí con los años).

Que diferente sería el mundo si entendiéramos que cada una de nuestras acciones impactan en los demás…

Las redes están llenas de “no eres tú, somos todos”; todos lo gritan, pero nadie lo asume porque implica sacrificios desde el punto de vista individual. Creo que el asunto es dejarlos de ver como sacrificios y empezar a mirarlos como bien común. Eso es algo que indagamos en la obra cuando estábamos haciendo inmersión: el bien común y el particular, cómo es esa relación de nosotros con estos dos bienes (me parece que ambos son importantes). Algo que me gusta mucho del equilibrio, y que aprendí de un maestro, es que no es quietud; el equilibrio implica que todo el tiempo estamos reacomodando o sino nos caemos, lo que involucra consciencia y eso cansa: a veces quieres dejarte caer.

Como mencionaba hace un par de minutos, esta obra trae a colación temas como la enfermedad y la muerte. ¿Por qué cree que la muerte, a pesar de que es inherente a la existencia humana, sigue siendo una preocupación latente del individuo, que lo lleva incluso a una constante búsqueda de retrasarla por medio de la ciencia?

Es una respuesta difícil de dar e incluso demasiado subjetiva. Yo tengo una relación muy tranquila con la muerte (crecí así y no sé por qué). Veo la muerte como la acabas de describir, como algo natural (muy similar a cumplir años). Lo que duele de la muerte es cómo mueres: la enfermedad y la ausencia. Si encuentro la manera de vivir con mi enfermedad y tener un bienestar suficiente, “pues está muy bien”, habrá otros que prefieran desaparecer y no sufrir eso (es muy subjetivo). Yo no quisiera alargar mi vida, quedar conectada a máquinas o algo así; sin embargo, no puedo darte una respuesta, porque hasta que no esté en esa situación no voy a saber lo que voy a sentir o qué apegos tenga que lidiar. La respuesta la tiene cada quien, porque cada uno conoce su límite. El límite de Barnat, la sanadora de la obra, solo ella lo supo.

Sí, uno no puede saber con exactitud el dolor del otro hasta que lo vive en carne propia…

Sí… Es una tendencia en la gente decirle al otro como debería asumir su dolor. En realidad, el único que sabe su dolor es la persona que lo padece; el que tiene la vida es quien la vive.

Volviendo a la obra, ustedes hicieron una Vaki para financiar los gastos de producción y personal de “Serrar la horca o el Cadalso” …

Teníamos unas expectativas muy altas porque con Lopera Sánchez somos unos convencidos de que las labores y las funciones dentro de una producción valen lo que cuestan. Queríamos que se pagara a todos de muy buena forma (con seguridad no es la obra con la que más dinero han ganado, pero tampoco lo opuesto). Se les propuso una tarifa básica y por resultados de taquilla se puede subir. No nos fue tan bien como pensábamos, siento que no tenemos desarrollado esa convicción de apoyo: el colombiano es muy “sí yo te apoyo, yo voy”, pero si uno programara su velorio tendría la notificación de Facebook de 700 asistentes y van “tres pelagatos”. Hasta el momento, hemos tenido 82 vakers. Se logró hacer la obra y eso nos da la base para poder pagar los actores. Todos aceptaron las condiciones porque confían en mí como persona y profesional (con todos he trabajado antes, ya sea “de ladito o totalmente”).

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¿Y cómo se eligió el elenco de la obra?

Mi elenco original no era este, de hecho, el director original no iba a ser yo. A Lopera Sánchez le compraron los derechos de la obra para montarla en Toronto, entonces vimos la oportunidad de aprovechar eso para montarla también acá. Él llamó al director en el que había pensado, pero tenía muchos proyectos encima y no podía hacerse cargo de uno más. Yo le propuse dirigirla, así que me dijo “de una”. Lo mismo sucedió con los actores: tenía tres actores que sabía que confiaban en mí (esto era importante siendo directora primeriza), pero dos de ellos por cosas de la agenda no pudieron. Mónica Giraldo sí ha estado desde el inicio, desde la prehistoria del proyecto, y los otros dos fueron llegando con la misma confianza y credibilidad. Para mí la creación escénica, en general, es en equipo, que no solo implica roles, sino también confianza (como la obra: “no eres tú solito, sino que somos todos juntos”). Me hace muy feliz saber que a ellos les gusta estar haciendo lo que están haciendo. Les dije desde un principio que deseaba que quisieran que la gente viniera a verlos y ha sido así, pero a veces uno hace cosas donde no quiere que las personas vayan a verlo.

Hablemos un poco sobre esa experiencia de estrenar primero la obra en Canadá…

La directora en Canadá es una colombiana que vive en Toronto. Cada proyecto es completamente diferente: a pesar de ser el mismo texto tiene un enfoque particular, que es dado por el director, luego se transforma en el montaje, pero él es quien marca un camino. Ella abordó la obra desde otro punto de vista: para ella el tema central es la salud mental, porque la manera en que Barnat logra protegerse es creando un amigo imaginario para poder combatir a su enemigo imaginario. Fue un montaje que lo abordaron desde lo realista (aunque no vi la obra, solo por fotografías y conversaciones). Mi punto de vista es distinto, lo que te dije del bien común, además mi espacio no es real, es un metaespacio; el público puede decidir qué es: la mente, un universo paralelo, un purgatorio, etc. Hay algo que ha pasado en esta primera semana de funciones: que el público puede terminar la historia con su propio punto de vista; es decir, su historia.

Lo que más le resuene a cada uno…

Si yo voy a ver esta obra como espectadora, lo voy a hacer desde mis familiares enfermos, las personas que me han sanado, desde las situaciones que tienen que ver con mi vida.

¿Qué enseñanza le ha dejado esta obra?

El proceso de hacer la obra me ha enseñado que puedo y que tengo una red muy fuerte de afectos y acciones (el Vaki, las personas que están trabajando conmigo, el teatro y el público).

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¿Pensaba que no podía?

Soy temerosa; me da entre miedo y pereza meterme a las grandes luchas, pero aquí he podido no verlo como una batalla, sino como un proceso.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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