“Los enanos mágicos” (Novena literaria)
Presentamos el segundo cuento de navidad de la novena literaria de El Magazín Cultural, en donde publicaremos cuentos o poemas navideños. El segundo, “Los enanos mágicos”, que fue escrito por Jacob y Wilhelm Grimm, se publicó por primera vez el 20 de diciembre de 1812 y está compuesto por tres relatos cortos. Compartimos el primero de ellos, que guarda relación con esta época festiva.
Jacob Grimm
Wilhelm Grimm
I
Había un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, llegó a ser tan pobre que no le quedaba material más que para un solo par de zapatos. Lo cortó por la noche para hacerlos a la mañana siguiente: después, como era hombre de buena conciencia, se acostó tranquilamente, rezó y se durmió. Al levantarse al otro día fue a ponerse a trabajar, pero encontró encima de la mesa el par de zapatos hecho. Grande fue su sorpresa, pues ignoraba cómo había podido verificarse esto. Tomó los zapatos, los miró por todas partes y estaban tan bien hechos, que no tenían falta ninguna: eran una verdadera obra maestra.
Entró en la tienda un comprador, al que agradaron tanto aquellos zapatos, que los pagó al doble de su precio y el zapatero pudo procurarse con este dinero cuero para dos pares más. Los cortó también por la noche y los dejó preparados para hacerlos al día siguiente, pero al despertar los halló también concluidos; tampoco le faltaron compradores entonces, y con el dinero que sacó de ellos pudo comprar cuero para otros cuatro pares. A la mañana siguiente, los cuatro pares estaban también hechos, y por último, toda la obra que cortaba por la noche la hallaba concluida a la mañana siguiente, de manera que mejoró de fortuna y casi llegó a hacerse rico:
Una noche cerca de Navidad, cuando acababa de cortar el cuero e iba a acostarse, le dijo su mujer:
―Vamos a quedarnos esta noche en vela para ver quiénes son los que nos ayudan de esta manera.
El marido consintió en ello y dejando una luz encendida, se escondieron en un armario, detrás de los vestidos que había colgados en él, y aguardaron para ver lo que iba a suceder. Cuando dieron las doce de la noche, entraron en el cuarto dos lindos enanitos completamente desnudos, se pusieron en la mesa del zapatero y tomando con sus pequeñas manos el cuero cortado, comenzaron a trabajar con tanta ligereza y destreza que era cosa que no había más que ver. Trabajaron casi sin cesar hasta que estuvo concluida la obra, y entonces desaparecieron de repente.
Al día siguiente le dijo la mujer:
―Esos enanitos nos han enriquecido; es necesario manifestarnos reconocidos con ellos. Deben estar muertos de frío teniendo que andar casi desnudos, sin nada con que cubrirse el cuerpo; ¿no te parece que haga a cada uno una camisa, casaca, chaleco y pantalones, y además un par de medias? Hazle tú también a cada uno un par de zapatos.
El marido aprobó este pensamiento, y por la noche, cuando estuvo todo concluido, colocaron estos regalos en vez del cuero cortado encima de la mesa, y se ocultaron otra vez para ver cómo los tomaban los enanos. Iban a ponerse a trabajar al dar las doce, cuando en vez de cuero hallaron encima de la mesa los lindos vestiditos. En un principio manifestaron su asombro, pero luego se llenaron de una gran alegría. Se pusieron en un momento los vestidos y comenzaron a cantar.
Después empezaron a saltar y a bailar encima de las sillas y de los bancos, y por último, se marcharon bailando.
Desde aquel momento no se les volvió a ver más; pero el zapatero continuó siendo feliz el resto de su vida, y todo lo que emprendía le salía bien.
Le invitamos a leer: El abeto (El árbol de navidad) (Novena literaria)
I
Había un zapatero que, a consecuencia de muchas desgracias, llegó a ser tan pobre que no le quedaba material más que para un solo par de zapatos. Lo cortó por la noche para hacerlos a la mañana siguiente: después, como era hombre de buena conciencia, se acostó tranquilamente, rezó y se durmió. Al levantarse al otro día fue a ponerse a trabajar, pero encontró encima de la mesa el par de zapatos hecho. Grande fue su sorpresa, pues ignoraba cómo había podido verificarse esto. Tomó los zapatos, los miró por todas partes y estaban tan bien hechos, que no tenían falta ninguna: eran una verdadera obra maestra.
Entró en la tienda un comprador, al que agradaron tanto aquellos zapatos, que los pagó al doble de su precio y el zapatero pudo procurarse con este dinero cuero para dos pares más. Los cortó también por la noche y los dejó preparados para hacerlos al día siguiente, pero al despertar los halló también concluidos; tampoco le faltaron compradores entonces, y con el dinero que sacó de ellos pudo comprar cuero para otros cuatro pares. A la mañana siguiente, los cuatro pares estaban también hechos, y por último, toda la obra que cortaba por la noche la hallaba concluida a la mañana siguiente, de manera que mejoró de fortuna y casi llegó a hacerse rico:
Una noche cerca de Navidad, cuando acababa de cortar el cuero e iba a acostarse, le dijo su mujer:
―Vamos a quedarnos esta noche en vela para ver quiénes son los que nos ayudan de esta manera.
El marido consintió en ello y dejando una luz encendida, se escondieron en un armario, detrás de los vestidos que había colgados en él, y aguardaron para ver lo que iba a suceder. Cuando dieron las doce de la noche, entraron en el cuarto dos lindos enanitos completamente desnudos, se pusieron en la mesa del zapatero y tomando con sus pequeñas manos el cuero cortado, comenzaron a trabajar con tanta ligereza y destreza que era cosa que no había más que ver. Trabajaron casi sin cesar hasta que estuvo concluida la obra, y entonces desaparecieron de repente.
Al día siguiente le dijo la mujer:
―Esos enanitos nos han enriquecido; es necesario manifestarnos reconocidos con ellos. Deben estar muertos de frío teniendo que andar casi desnudos, sin nada con que cubrirse el cuerpo; ¿no te parece que haga a cada uno una camisa, casaca, chaleco y pantalones, y además un par de medias? Hazle tú también a cada uno un par de zapatos.
El marido aprobó este pensamiento, y por la noche, cuando estuvo todo concluido, colocaron estos regalos en vez del cuero cortado encima de la mesa, y se ocultaron otra vez para ver cómo los tomaban los enanos. Iban a ponerse a trabajar al dar las doce, cuando en vez de cuero hallaron encima de la mesa los lindos vestiditos. En un principio manifestaron su asombro, pero luego se llenaron de una gran alegría. Se pusieron en un momento los vestidos y comenzaron a cantar.
Después empezaron a saltar y a bailar encima de las sillas y de los bancos, y por último, se marcharon bailando.
Desde aquel momento no se les volvió a ver más; pero el zapatero continuó siendo feliz el resto de su vida, y todo lo que emprendía le salía bien.
Le invitamos a leer: El abeto (El árbol de navidad) (Novena literaria)