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                                                                                                                                  Los judíos y los pescadores están en el mundo entero

                                                                                                                                  Totó la Momposina cantará en homenaje al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, con sus leyendas gitanas de tradición musical Caribe.

                                                                                                                                  ManuelA Saldarriaga

                                                                                                                                  Totó es oriunda de Talaigua Nuevo, isla ubicada en el gran río Magdalena, muy cerca de Aracataca. / Archivo
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La fase en menguante relata que si aquel diciembre del 82, en el Gran Auditorio del Konserthusel, el cantar hubiera sido diferente al del maestro Escalona, los Hermanos Zuleta -escogidos por Consuelo Araújo-, al de Leonor González Mina “La Negra Grande de Colombia”, a las danzas del Ingrumá de Riosucio, a la música del maestro Quinitiva y a la de Totó la Momposina -selección sugerida por Gloria Triana-; García Márquez no hubiera recibido nunca, ni con su traje majo e inmaculado, el honorable premio. Si habría de romperse el protocolo, aquella vez y durante el postre, con tres minutos por región para el entremés polifónico, ante su majestad: he ahí lo que no es poco del folclor de Colombia. Una obra de literatura en su extrema cadencia.
                                                                                                                                  Sesenta artistas entre músicos y bailarines se dieron paso uno tras otro y como hiedra cada ritmo se fue enredando con asombro y sutileza por todo confín del Ayuntamiento. Al término, luego del festejo en la recepción de un hotel y sin el Atlántico a bordo, escribió Totó sobre Estocolmo en la cuarta edición de El Pequeño Periódico a su regreso: “Yo, sin querer, me acordaba de Colón, de Isabel la Católica, de ‘los indios’ en la Corte que tanto me gustaba imaginar en los pupitres de la escuela”. Y seguía aquel rezo con una sala inmensa y descomunal. Ella nació en una llanura aluvial que alimenta el Magdalena, el corregimiento Talaigua Viejo, donde seis siglos atrás los indios malibús, pacabuyes o sondaguas se fueron resguardando antes de someterse al coloniaje total de blancos y mestizos.

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                                                                                                                                  García Márquez, para Totó, estaba en situación de entender toda la importancia de escribir las historias de la región, el escenario mágico que al paso de los gitanos dejó como manifiesto el bello edicto de convertir sus historias en mucho de lo que se entiende por la historia nuestra. Con alborozo así lo reza hoy la hija del tamborero: “Los judíos y los pescadores están en el mundo entero, y eso Gabo bien lo sabía. Él contaba la historia que en todas las culturas, de todos los pueblos, se ha escrito. Él contaba las Mil y una noches de un continente, el dolor del hombre en la tierra y hasta qué punto llega siempre su benevolencia”. De canoas, atarrayas y tabaqueros, esa noche, cuando “los indios” se tomaron la Corte, dice Totó: “Le estábamos mostrando al mundo lo que no sabía que existía”.

                                                                                                                                  Totó es oriunda de Talaigua Nuevo, isla ubicada en el gran río Magdalena, muy cerca de Aracataca. / Archivo
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La fase en menguante relata que si aquel diciembre del 82, en el Gran Auditorio del Konserthusel, el cantar hubiera sido diferente al del maestro Escalona, los Hermanos Zuleta -escogidos por Consuelo Araújo-, al de Leonor González Mina “La Negra Grande de Colombia”, a las danzas del Ingrumá de Riosucio, a la música del maestro Quinitiva y a la de Totó la Momposina -selección sugerida por Gloria Triana-; García Márquez no hubiera recibido nunca, ni con su traje majo e inmaculado, el honorable premio. Si habría de romperse el protocolo, aquella vez y durante el postre, con tres minutos por región para el entremés polifónico, ante su majestad: he ahí lo que no es poco del folclor de Colombia. Una obra de literatura en su extrema cadencia.
                                                                                                                                  Sesenta artistas entre músicos y bailarines se dieron paso uno tras otro y como hiedra cada ritmo se fue enredando con asombro y sutileza por todo confín del Ayuntamiento. Al término, luego del festejo en la recepción de un hotel y sin el Atlántico a bordo, escribió Totó sobre Estocolmo en la cuarta edición de El Pequeño Periódico a su regreso: “Yo, sin querer, me acordaba de Colón, de Isabel la Católica, de ‘los indios’ en la Corte que tanto me gustaba imaginar en los pupitres de la escuela”. Y seguía aquel rezo con una sala inmensa y descomunal. Ella nació en una llanura aluvial que alimenta el Magdalena, el corregimiento Talaigua Viejo, donde seis siglos atrás los indios malibús, pacabuyes o sondaguas se fueron resguardando antes de someterse al coloniaje total de blancos y mestizos.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  García Márquez, para Totó, estaba en situación de entender toda la importancia de escribir las historias de la región, el escenario mágico que al paso de los gitanos dejó como manifiesto el bello edicto de convertir sus historias en mucho de lo que se entiende por la historia nuestra. Con alborozo así lo reza hoy la hija del tamborero: “Los judíos y los pescadores están en el mundo entero, y eso Gabo bien lo sabía. Él contaba la historia que en todas las culturas, de todos los pueblos, se ha escrito. Él contaba las Mil y una noches de un continente, el dolor del hombre en la tierra y hasta qué punto llega siempre su benevolencia”. De canoas, atarrayas y tabaqueros, esa noche, cuando “los indios” se tomaron la Corte, dice Totó: “Le estábamos mostrando al mundo lo que no sabía que existía”.

                                                                                                                                  Por ManuelA Saldarriaga

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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