En 1998 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura al escritor portugués José Saramago.
Foto: Agencia EFE
Primero fue aquella escena de un juego burdo sobre una tabla burda pinchada con oxidados clavos que jugaba con su padre y un amigo de él en una cocina burda, el escenario principal de unas burdas costumbres que solían tenerlo como protagonista. Luego llegaron los amores, otras cocinas y él, sentado una vez más en un burdo butaco, observando la vida, o una de las tantas manifestaciones de quienes vivían cerca de su vida. Más tarde aparecieron las memorias, las cosas pequeñas de todos los días vueltas historia, e historias, y la firma...
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com