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Según el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, las palabras “panguana” / “panguano” son expresiones que se usan en Colombia con el significado de “persona vulgar e insignificante”. De modo más específico, estas palabras son parte del habla popular y campesina en los territorios suroccidentales del país que conforman las zonas interiores de departamentos como el del Cauca, y su connotación tradicional no es amable; son modos despectivos que se refieren a personas y comunidades enteras a quienes, por atávicas, caprichosas caracterizaciones, se las considera toscas, bruscas, poco familiarizadas con las normas de la urbanidad y a las que finalmente se las asimila como “indios”, en el espinoso tipo de racismo lingüístico todavía bien arraigado en el país.
Es justo desde las reflexiones y preguntas sobre la identidad provocadas por las problemáticas connotaciones de estas expresiones populares, que Nicolás Peláez, un joven músico de formación escolar, oriundo de la ciudad de Popayán, decidió, junto a amigos de colegio y luego de una experiencia de trabajo social en veredas del sur del Cauca, dar nombre a la banda Los Pangurbes, fundada hacia 2014 como una típica banda de garaje atraída por los sonidos del punk rock, el ska, la cumbia y algunas manifestaciones del folclor regional y nacional, a partir de la canción del mismo título escrita por Nicolás y que sintetiza las palabras como “panguanos de las urbes”.
Aunque la agrupación original formada en Popayán no sobrevivió, otros estímulos desarrollados durante el tiempo de los estudios musicales de Nicolás Peláez en Bogotá, condujeron a la formación de un nuevo proyecto que conservó la actitud inicial y muy pronto estableció a Los Pangurbes como una de las bandas más interesantes de la escena musical contemporánea del país, que ha puesto al frente las sonoridades sureñas, enmarcando las inquietudes y las prioridades culturales propias de la comunidad creativa de la región, que se dirigen a la comprensión extensiva de las estéticas regionales que se fundan en complejos mestizajes donados por las antiguas interrelaciones entre ricas tradiciones indígenas, mestizas y afro/negras, que caracterizan el magma de la cultura caucana en su caleidoscópica totalidad, en un clima de aproximaciones cosmopolitas, que buscan la expresión de formas musicales de integridad artística como un modo propio de hallar un sentido original de ser y estar de manera autónoma en la escena de la música popular contemporánea.
Como tantas otras de las agrupaciones musicales surgidas durante la explosión del fenómeno reconocido como la emergencia de las Nuevas músicas colombianas en el último cuarto de siglo, Los Pangurbes beben de poderosas fuentes de inspiración e influencia establecidas por los sonidos internacionales dominantes en la corriente principal de la cultura global, particularmente por aquellos derivados de las potentes músicas afroamericanas, afrocaribeñas y africanas como el funk, la timba, el rap, rock y los afrobeats, ritmos y géneros estos de los que entienden sus profundas y ancestrales conexiones en lo hondo de las culturas de la diáspora con los propios géneros y expresiones, mientras además asimilan los hallazgos y posibilidades de la instrumentación electrónica tanto en estos géneros como en las aproximaciones euroamericanas y europeas.
Uno de los aspectos interesantes de una banda como Los Pangurbes, es que la noción de “fusión”, dominante durante buena parte de los desarrollos en las nuevas músicas colombianas, no se produce como un fin en si mismo, sino mejor como lo que los mayores artistas en la tendencia definieron desde inicios de los años 70 del siglo 20, como un método que expande los conceptos sonoros que dan potencia a las bases principales de la propuesta.
En los Pangurbes no se trata de hacer sonar una chrimía caucana como si fuera funk, sino alcanzar la dimensión sónica que resulte en nuevos colores y tonalidades legibles dentro de la tradición propia, a la vez que permite a la música original “pensar local y actuar global”, como hace tiempo aconsejara la icónica artista conceptual Yoko Ono.
Los Pangurbes se unen al ya voluminoso cuerpo de experimentaciones que han aportado una intensa paleta de sonidos que desafían las presunciones de la audiencia y a los géneros establecidos en la industria discográfica local e internacional, y a la vez como una receta de lenta cocción, ayudan a estimular la posible renovación de las políticas de difusión de actos grabados y en vivo en un ambiente tradicionalmente conservador.
No es un secreto que la atmósfera industrial de Colombia poco se ha distinguido con respecto a la creación de artefactos musicales expresivos de los contextos culturales urbanos y contemporáneos, como exploración de nuevos puntos de partida capaces de donar frescas visiones artísticas.
Aproximaciones como las de Los Pangurbes, cuya vertiginosa evolución ya les ha puesto en escenarios de gran importancia nacional y continental como Rock al Parque, el Bogotá Music Market BoMM, como participantes semifinalistas en festivales de la dimensión del Petronio Álvarez de Música del Pacífico o animando la escena de los locales más destacados del influyente underground bogotano como Latino Power, hacen parte de esfuerzos que conducen sin duda a la aparición de nuevos géneros que hacen hervir las fatigadas nociones de la música popular colombiana y latinoamericana, cooptadas por la repetición de fórmulas y aviejadas recetas, con largas posibilidades de expresión alternativa, y herramientas artísticas y estéticas relevantes y aglutinadoras.