De varias regiones de Italia se formaron los partisanos. Aquí, unos integrantes en la plaza de San Marcos en Venecia. / Archivo particular
Una mañana, me desperté
¡Querida, adiós! ¡Querida, adiós! ¡Querida, adiós, adiós, adiós!
Una mañana, me desperté
Y encontré el invasor
La noche ya terminaba. El alba desde siempre ha sido sinónimo de despertar. Ya eran dos décadas de letargo y mientras los días pasaban los insatisfechos se agolpaban en las montañas de Italia. No había invierno, no había otoño, era momento de una primavera inusual de varios meses. Y esa misma primavera caía para camuflar las armas, pero no para ocultar la rebeldía.
Por Andrés Osorio Guillott
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