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“Mi padre no quiso que ninguno de sus hijos aprendiésemos a tocar la guitarra, porque existía el riesgo o la tentación de que alguno se quisiera dedicar a eso y él siempre decía que viviríamos toda la vida comparados, que mejor buscáramos algo que nos gustara y que fuéramos los mejores en ello, pero no quiso que viviéramos bajo su sombra”, destaca Casilda Sánchez, una de los cinco hijos del artista.
"Nosotros no lo vivimos nunca como una persona reservada. A él lo único que no le gustaba era ser el centro de atención, creo que precisamente porque desde tan pequeño lo fue. Él era alguien a quien le gustaba observar, reírse, llegar a una fiesta flamenca y no ser el que tenía que tocar", relata en vísperas del décimo aniversario del fallecimiento del músico flamenco, aclamado mundialmente.
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El flamenco antes que el ego
¿Qué habría pensado Paco de Lucía ante el torrente de homenajes que a lo largo de esta semana se han celebrado en su honor, de Madrid a Nueva York? "Le hubiera dado una mezcla de vergüenza e ilusión de ver que el flamenco sigue vivo", responde su hija.
"Su gran reivindicación vital fue el flamenco, mucho más que sí mismo", insiste.
Sánchez recuerda el famoso episodio del cartel que anunciaba un concierto durante la Expo'92 de Sevilla (España) con los nombres de Julio Iglesias y Plácido Domingo en grandes letras y, más pequeñas, el de Paco de Lucía. "Se enfadó mucho. Vamos, dijo que no iba, pero porque le parecía una afrenta al flamenco", precisa.
En su obsesión por crecer como artista, rememora también lo duro que fue su desembarco entre grandes músicos del jazz en festivales.
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"En las primeras giras con Larry Coryell y con John McLaughlin se volvía loco porque no sabía improvisar a su manera. Llegaba después del concierto con la espalda rota y la cabeza le dolía porque no entendía ese idioma, hasta que un día se sentó con ellos y les dijo: 'A ver, explícame cómo se hace esto'. Le dieron dos o tres pautas y a partir de ahí pudo hacerlo con naturalidad", cuenta.
Sus grandes aliados y la traición
Precisamente con Chick Corea vivió una de sus alianzas creativas más productivas, pero, según su hija, "probablemente nadie" ejerció para él de "estímulo" como Camarón de la Isla.
En su confianza en las personas, uno de los episodios más tristes para él fue descubrir que su productor José Torregrosa había aprovechado su incapacidad para transcribir sus melodías en partituras para inscribirse a sí mismo en los registros como coautor de 37 canciones y cobrar durante años esos derechos.
"Cuando se enteró estaba solo con mi hermana Lucía (la abogada que ha llevado el caso a juicio) y se quedó blanco", reconoce Sánchez, antes de defender que si su padre llevó la cuestión a los tribunales no fue por el dinero: "Siempre decía que era por sus nietos, por que el día de mañana, cuando se metieran en internet, pusiera lo que hizo su abuelo".
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Idolatrado por otros maestros de la guitarra, de Santana a Keith Richards ("Cuando vino la última vez dijo que le daba muchísima pena no haber tocado con él"), a causa de su temprana muerte a los 66 años es difícil saber cómo habría querido terminar su carrera artística.
“Creemos que él hubiese dedicado esa última etapa a hacer un traspaso de su legado, un poco lo que estamos haciendo con la fundación a su nombre, y luego tenía también muchas ganas de hacer una gira solo”, cuenta su hija.