“Los seres humanos seguimos siendo igual de amorosos, pero igual de violentos”
El Pequeño Teatro, que fue fundado en 1975 en Medellín, le apuesta a la reflexión sobre la condición humana, a través de adaptaciones de obras teatrales como “El inspector”, que se presentará a partir del 25 de enero de 2024.
Andrea Jaramillo Caro
Hablemos del origen del Pequeño Teatro.
Esta compañía de teatro empezó con unos jóvenes que inicialmente hacían teatro universitario en instituciones como la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia, quienes pertenecían a un movimiento artístico de los años 70, que era muy politizado. En algún momento, ellos decidieron que querían hacer un teatro que estuviera desligado de las corrientes políticas, así que querían tener un espacio fijo para poder ensayar.
(Le puede interesar: “Huellas de la desaparición” en el Museo La Tertulia: memoria y no repetición)
¿Por qué decidieron llamarlo Pequeño Teatro?
El nombre obedece a varias cosas. Primero, es un homenaje a un par de grupos europeos y rusos que tenían ese nombre. La otra razón es que, en el siglo XIX, a lo que se le consideraba gran teatro era a la ópera y al resto del gremio se le llamaba pequeño teatro. Entonces, era como un tributo o mantener esa referencia presente sobre qué era antes el gran teatro y pequeño teatro, que en realidad no es tan pequeño.
¿Qué hicieron en 2023?
Este año hubo una programación muy abundante. Tuvimos, como siempre, muchos invitados, recuperamos tres obras que desde hace cuatro años no se hacían; una de ellas fue Macbeth, de William Shakespeare. También se realizó el primer estreno del ensamble vocal de Pequeño Teatro con la obra En estado de desmemoria y se hicieron varios conciertos. En general, como siempre, no paramos de enero a diciembre.
¿Qué proyectos tienen para el 2024?
El próximo año, la idea es enfocarnos en hacer una especie de preproducción de la celebración de los 50 años. Quiere decir que todos los eventos que realizaremos en 2024 tendrán como objetivo promocionar o conseguir recursos para esta celebración. Entre esos proyectos se encuentra hacer una coproducción con un grupo de Ginebra (Suiza), sobre una obra de un autor suizo, que se montaría a finales del 2024 en esa ciudad y se presentaría en 2025, que es cuando se cumplen los 50 años.
A partir del 25 de enero, ustedes presentarán la obra “El inspector”…
Es una obra que lleva ya muchas temporadas y es muy especial porque es una adaptación que hice de la obra de un dramaturgo ruso: Nikolái Gógol. En ella, un hombre llega a un pueblo y se hace pasar por un político; todo el mundo le come cuento, pero resulta que él es un embaucador. Esa historia ocurre a finales del siglo XIX y yo realicé una adaptación para que la obra transcurriera en algún país latinoamericano. El inspector tiene que ver con la corrupción en la política y esa especie de adoración que tenemos en este país y, particularmente, en Medellín, respecto al extranjero; creemos que todo lo extranjero es mejor. De alguna manera, la obra es una crítica a esos tipos de comportamientos tan colombianos.
¿Qué pasos sigue para la adaptación de las obras?
Siempre que dirijo, adapto los textos, ya sea porque les eliminé personajes, escenas o haga una actualización o reescritura a la obra. Una cosa es el texto teatral escrito ―en donde usualmente los autores tienen una intenciones―, pero otra es como se empieza a comportar en la escena. Entonces, a medida que van ocurriendo los ensayos y los procesos, hay que ir acomodándose a lo que la obra quiere decir; no particularmente a lo que el dramaturgo o, incluso, el director quiso decir. La obra, a veces, en el transcurso de los ensayos va abriendo el camino y si uno está atento a eso, le toca ir haciendo esos ajustes.
(Le recomendamos: Allende, Murakami y García Márquez, censurados en las escuelas de Florida (EE.UU.))
Para usted, ¿cuál es el valor de traer estas historias a la actualidad?
En Pequeño Teatro tenemos siempre un repertorio demasiado variado. Incluso, antes y ahora, algunos creen que hacemos teatro clásico. Eso es absolutamente falso, porque nosotros tenemos un repertorio en donde adaptamos más de veinte obras que son entre dramaturgias propias y latinoamericanas. Independiente del tipo de texto que elijamos o se escriba en la institución o compañía, siempre tratamos de que tenga que ver con temas relevantes, ya sean de la política, del ser humano en general o la sociedad. La ventaja con los clásicos es que lo son porque nos hablan de lo más profundo, oscuro o noble del alma humano. Eso los hace relevantes porque, en realidad, el ser humano no ha cambiado nada: seguimos siendo igual de amorosos, pero igual de violentos.
¿Cómo el teatro nos ayuda a contar y cambiar la realidad de nuestra sociedad?
Es difícil pensar que el teatro vaya a hacer cambios muy notables. Realmente, lo que uno hace con las obras ―particularmente cuando una trabaja en una sala― es dejar una cantidad de inquietudes, de interrogantes, de preguntas, y presentar unos hechos ficcionados y que cada espectador vaya sacando sus conclusiones o que reflexione, piense, y tome una decisión si cree que como persona debe cambiar algo o debe aconsejar a otros para que generen un cambio.
Hablemos del origen del Pequeño Teatro.
Esta compañía de teatro empezó con unos jóvenes que inicialmente hacían teatro universitario en instituciones como la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia, quienes pertenecían a un movimiento artístico de los años 70, que era muy politizado. En algún momento, ellos decidieron que querían hacer un teatro que estuviera desligado de las corrientes políticas, así que querían tener un espacio fijo para poder ensayar.
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¿Por qué decidieron llamarlo Pequeño Teatro?
El nombre obedece a varias cosas. Primero, es un homenaje a un par de grupos europeos y rusos que tenían ese nombre. La otra razón es que, en el siglo XIX, a lo que se le consideraba gran teatro era a la ópera y al resto del gremio se le llamaba pequeño teatro. Entonces, era como un tributo o mantener esa referencia presente sobre qué era antes el gran teatro y pequeño teatro, que en realidad no es tan pequeño.
¿Qué hicieron en 2023?
Este año hubo una programación muy abundante. Tuvimos, como siempre, muchos invitados, recuperamos tres obras que desde hace cuatro años no se hacían; una de ellas fue Macbeth, de William Shakespeare. También se realizó el primer estreno del ensamble vocal de Pequeño Teatro con la obra En estado de desmemoria y se hicieron varios conciertos. En general, como siempre, no paramos de enero a diciembre.
¿Qué proyectos tienen para el 2024?
El próximo año, la idea es enfocarnos en hacer una especie de preproducción de la celebración de los 50 años. Quiere decir que todos los eventos que realizaremos en 2024 tendrán como objetivo promocionar o conseguir recursos para esta celebración. Entre esos proyectos se encuentra hacer una coproducción con un grupo de Ginebra (Suiza), sobre una obra de un autor suizo, que se montaría a finales del 2024 en esa ciudad y se presentaría en 2025, que es cuando se cumplen los 50 años.
A partir del 25 de enero, ustedes presentarán la obra “El inspector”…
Es una obra que lleva ya muchas temporadas y es muy especial porque es una adaptación que hice de la obra de un dramaturgo ruso: Nikolái Gógol. En ella, un hombre llega a un pueblo y se hace pasar por un político; todo el mundo le come cuento, pero resulta que él es un embaucador. Esa historia ocurre a finales del siglo XIX y yo realicé una adaptación para que la obra transcurriera en algún país latinoamericano. El inspector tiene que ver con la corrupción en la política y esa especie de adoración que tenemos en este país y, particularmente, en Medellín, respecto al extranjero; creemos que todo lo extranjero es mejor. De alguna manera, la obra es una crítica a esos tipos de comportamientos tan colombianos.
¿Qué pasos sigue para la adaptación de las obras?
Siempre que dirijo, adapto los textos, ya sea porque les eliminé personajes, escenas o haga una actualización o reescritura a la obra. Una cosa es el texto teatral escrito ―en donde usualmente los autores tienen una intenciones―, pero otra es como se empieza a comportar en la escena. Entonces, a medida que van ocurriendo los ensayos y los procesos, hay que ir acomodándose a lo que la obra quiere decir; no particularmente a lo que el dramaturgo o, incluso, el director quiso decir. La obra, a veces, en el transcurso de los ensayos va abriendo el camino y si uno está atento a eso, le toca ir haciendo esos ajustes.
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Para usted, ¿cuál es el valor de traer estas historias a la actualidad?
En Pequeño Teatro tenemos siempre un repertorio demasiado variado. Incluso, antes y ahora, algunos creen que hacemos teatro clásico. Eso es absolutamente falso, porque nosotros tenemos un repertorio en donde adaptamos más de veinte obras que son entre dramaturgias propias y latinoamericanas. Independiente del tipo de texto que elijamos o se escriba en la institución o compañía, siempre tratamos de que tenga que ver con temas relevantes, ya sean de la política, del ser humano en general o la sociedad. La ventaja con los clásicos es que lo son porque nos hablan de lo más profundo, oscuro o noble del alma humano. Eso los hace relevantes porque, en realidad, el ser humano no ha cambiado nada: seguimos siendo igual de amorosos, pero igual de violentos.
¿Cómo el teatro nos ayuda a contar y cambiar la realidad de nuestra sociedad?
Es difícil pensar que el teatro vaya a hacer cambios muy notables. Realmente, lo que uno hace con las obras ―particularmente cuando una trabaja en una sala― es dejar una cantidad de inquietudes, de interrogantes, de preguntas, y presentar unos hechos ficcionados y que cada espectador vaya sacando sus conclusiones o que reflexione, piense, y tome una decisión si cree que como persona debe cambiar algo o debe aconsejar a otros para que generen un cambio.