“Los silencios”: veinte minutos para volver a la dictadura argentina
Pablo Bochard, director del cortometraje, acudió a la polémica del mundial de 1978 para narrar otro de los tantos casos que terminan conformando las memorias de la dictadura militar de Jorge Videla.
Andrés Osorio Guillott
Laura y su novio caminan por las calles de Buenos Aires. Se oye el ruido de un camión y ambos caminan más rápido por el temor a ser detenidos. Un militar grita ¡alto! y ellos piensan que serán la nueva presa de la represión. Una cuadra atrás detienen a un joven de la misma edad de ellos. Los soldados desaparecen con su objetivo golpeado y apresado. Ellos caminan más rápido y desaparecen.
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Laura y su novio caminan por las calles de Buenos Aires. Se oye el ruido de un camión y ambos caminan más rápido por el temor a ser detenidos. Un militar grita ¡alto! y ellos piensan que serán la nueva presa de la represión. Una cuadra atrás detienen a un joven de la misma edad de ellos. Los soldados desaparecen con su objetivo golpeado y apresado. Ellos caminan más rápido y desaparecen.
El arte sobre las atrocidades nunca perece y siempre se reinventa. Todo detalle y toda memoria cuenta en la reconstrucción de los hechos y de los días en los que todo era confuso, inexplicable y oscuro. El arte surge no con la obligación de reemplazar la versión oficial, pero sí con la intención de hacer mucho más humano el relato de la historia. Desde todo tipo de manifestaciones culturales se humanizan las voces y los detalles que van armando el rompecabezas de lo que fue un acontecimiento traumático para una sociedad que busca llenar sus vacíos y responder las dudas que se silencian desde los estrados y las fichas oscuras y clandestinas que se mueven entre sombras y calles.
Pablo Bochard, director argentino, presentó en 2019 Los silencios, un cortometraje que nos devuelve 30 años en el tiempo para recordar la dictadura argentina de Jorge Videla y toda la polémica alrededor de la realización del Mundial de 1978. Una narración basada en los días en los que la albiceleste jugaba en el torneo le va dando forma a lo que acontece en la vida de Laura, protagonista del filme.
Laura y su pareja tienen sexo y ella resulta embarazada. Su familia tiene la costumbre de sentarse a cenar al mismo tiempo. Todos comparten el mismo espacio, pero no comparten entre ellos. Más que la comida, lo que los convoca es un pequeño televisor donde transmiten el debut de Argentina en el Mundial de 1978 contra Hungría, partido que termina 2-1 a favor de los locales con goles de Leopoldo Jacinto Luque y Daniel Bertoni.
A Laura le preocupa su futuro. Ahora espera un bebé. Su novio no aparece. Irene, una compañera del colegio, la auxilia y le da el apoyo que no encuentra en casa. A Laura la vigilan, le sugieren que cuide su entorno mientras camina sola en las calles que cada vez están más silenciosas, pues estar en ellas era estar en constante amenaza. Su familia parece ser cómplice del régimen de Videla. Cartas, dinero y una pistola bajo la ropa que guardan en los cajones, Una imagen que refleja una sociedad violenta de la época. La represión militar por parte del Estado y los aires de revolución y venganza por parte de los estudiantes y familiares de jóvenes desaparecidos. Algunos vivían atormentados mientras al fondo se escuchaban los gritos de gol de los hinchas que vivían el Mundial y la esperanza de ser campeones en medio de los crímenes de Estado y de la crisis social que vivía la Argentina de finales de los setentas.
Laura va en un bus camino a la escuela. El bus se detiene y lo abordan dos jóvenes que dicen ser del ejército Montonero, de ideales peronistas y empujado en gran parte por los mismos estudiantes que se han visto afectados por las desapariciones de sus compañeros y la toma de las universidades en el país. Piden un despertar de consciencias de los ciudadanos y que no se dejen hipnotizar por el Mundial. Panfletos que van en contra del régimen y en contra del fútbol. “Argentina campeón, miren al paredón”, arengan los jóvenes que se bajan del bus mientras Laura se da cuenta que su pareja hace parte del grupo revolucionario. Otro silencio de ella que deriva en una decisión trascendental.
21 de junio. Argentina juega contra Perú. Están a un paso de la final. La pasión es tan fuerte que el mundo se puede derrumbar y los enardecidos por aquello que los hace sentir vivos no se enteran de los escombros que se forman a su alrededor. Mientras las calles están vacías y suena el himno como un símbolo que enaltece los valores de la patria, Laura se prepara para escapar de su casa, y para ello aprovechara la hora del partido, en la que su familia y todos estarán atentos a la selección. Irene le advirtió que el mejor momento era ese. Bochard deja en la imaginación de los espectadores el final que decide tomar Laura, pero todo indica que el camión, en el que iban jóvenes y mayores, podría ser el mismo en el que muchos se fueron para unirse a los Montoneros, con la fe no solo de reencontrarse con aquellos que desaparecieron sin dejar rastro, sino también para hacer frente a los crímenes de Estado que se ocultaron en medio de los papeles y los festejos que provenían de las canchas de Argentina, en especial del estadio Monumental, ese que quedaba a pocas cuadras de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los lugares donde se realizaron mayores detenciones y torturas por parte del Estado.