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“Los Simpsons”: una crítica de la víctima

“Los Simpson” se extienden en nuestra historia pop reciente con 32 temporadas y un tiraje de 706 episodios -y contando- que, de manera brillante y humor mordaz, reflejan aspectos claves y polémicos de la sociedad contemporánea.

Leydon Contreras Villadiego
14 de junio de 2023 - 02:00 a. m.
La serie, que hasta hoy cuenta con 34 temporadas, ha sido convertida en videojuegos, juegos de mesa y una película. / Getty Images
La serie, que hasta hoy cuenta con 34 temporadas, ha sido convertida en videojuegos, juegos de mesa y una película. / Getty Images
Foto: Getty Images - Michael Tullberg
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Muchas de las situaciones que se desarrollan en sus contenidos resultan ser el dedo en la llaga que sus guionistas logran hincar en temas tan sensibles, como las diversas concepciones de la familia (los Flanders, los Van Houten y los Wiggum), los desfases sociales de la economía (Marge vs. El Monorriel, Lost Verizon), las incongruencias de la religión (el Reverendo Alegría), la naturaleza inmoral del poder (el jefe Gorgory, el alcalde Diamante, Tony el Gordo, Krusty el Payaso y Montgomery Burns), la sexualidad y sus caminos bifurcados (Edna Krabappel y Waylon Smithers), o la precariedad de la educación en nuestros días (Seymour Skinner, el superintendente Chalmers, el jardinero Willie y el conductor del bus escolar Otto).

Tal es el caso con uno de estos episodios: Homer Badman (Homero el malo), el noveno capítulo de la sexta temporada, emitido por primera vez en noviembre de 1994 y que fue considerado por The Daily Telegraph como uno de los 10 mejores en toda la historia de la serie. En este se exploran temas como el acoso sexual, el feminismo, la censura social y el poder de los medios de comunicación.

Con todas las pinzas y los guantes de seda que requiere el caso, echemos una mirada desde Homero el malo a través de la perspectiva del ensayo Crítica de la víctima, del italiano Daniele Giglioli, publicado 20 años después del famoso capítulo de TV, en abril de 2014.

En 2020, en entrevista para PlayGround, el medio digital millennial alternativo, la aparición de Giglioli explicando su Crítica de la víctima la encontramos en la sección de “Ideas peligrosas”. No es para menos la etiqueta. Y como filósofos del peligro, aquí nos proponemos el ejercicio de reflexionar en torno a la relación que existe entre el poder de los medios de comunicación (redes sociales), la política y la narrativa de las víctimas y sus posibles inferencias en la sociedad de hoy.

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La introducción y primer capítulo del libro de Giglioli se centran en que la víctima se ha convertido en el héroe de nuestro tiempo, poderoso y paradójico, en el que ser víctima es ser mirado con prestigio, lo cual exige atenta escucha mientras se asegura para sí un público empático y, por ende, a la víctima se le otorga reconocimiento, poder y estatus, aspectos en sí mismos envidiables para cualquier individuo contemporáneo, pese a la carga simbólica de todo lo humillante, doloroso, descarnado y deshumanizado que puede habitar en la condición de víctima. ¿Quién quisiera ser la víctima de algo o de alguien? Nadie, y sin embargo…

Asimismo, Crítica de la víctima explica que ubicarse en el mundo como víctima es investirse ante la posible crítica o cualquier requerimiento; es aislarse en el interior de una casamata en contra de toda duda o cuestionamiento razonable que permita un estudio científico en el que se intente descifrar la naturaleza de la misma e incluso la superación de esta, ya que, según Giglioli, la imagen de la víctima, y toda su narrativa de memoria histórica de dolor en que se sustenta, se ha compactado y resuelto en una suerte de instrumento de control político del que muchos líderes, tanto políticos como religiosos, sacan provecho y han venido configurando un orden en donde “el lobo se sitúa arriba” (Superior stabat lupus), cuya dinámica social ha consagrado a la víctima, su narrativa y adeptos en una fragua de prestigio, sagrada, solemne e intocable de ningún modo por la sociedad actual, frente a la cual no queda otra cosa que callar y asentir.

Por otro lado, es fundamental comprender que cuestionar las narrativas de las víctimas no significa desacreditar o negar automáticamente sus experiencias. Al contrario, implica adoptar un enfoque crítico y reflexivo que nos permita examinar más a fondo la real situación de las verdaderas víctimas y detectar quiénes o qué agencian los discursos y con qué intenciones lo pretenden, mientras apartan de toda justicia positiva a la víctima original.

Vista la víctima desde el enfoque de Giglioli, no queda sino deconstruir las narrativas de las víctimas, lo cual implica un ejercicio analítico y hermenéutico (aquí no pretendo tal ejercicio) con el objeto de garantizar que todos los aspectos relevantes sean cuestionados de manera adecuada, y entonces es aquí donde volvemos a Los Simpsons.

El capítulo Homero el malo narra la historia de Homero Simpson y su esposa Marge Bouvier, quienes luego de asistir a una convención de dulces regresan a casa, en donde sus hijos: Bart, Lisa y Maggie, permanecen al cuidado de una niñera llamada Ashley Grant. Homero se embarca de nuevo en su auto, esta vez con el propósito de regresar a la niñera a su residencia. Todo bien hasta aquí.

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Sin embargo, de un momento a otro Homero se encuentra involucrado en un incidente, cuando un caramelo, la Venus de Milo de jalea, olvidada en el asiento de Marge, se adhiere por accidente al trasero de Ashley Grant y, en el momento en que Homero la retira, ella malinterpreta sus intenciones, creyendo que ha sido víctima de acoso sexual.

A partir de ese punto se desencadenan una serie de eventos desastrosos en los que Homero es acusado y juzgado por toda la sociedad. Teniendo en cuenta el carácter sensacionalista de algunos medios de comunicación y lo bien que se venden este tipo de parrillas de contenidos en los horarios de mayor rating, la narrativa feminista es la bandera con que se pertrechan los medios de comunicación para explotar económica y comercialmente un escándalo en donde se difama y envilece el nombre y la honra de Homero J. Simpson.

Esta situación refleja cómo las acusaciones sin fundamento y la difamación pueden propagarse rápidamente en la sociedad actual, especialmente a través de los medios de comunicación y las redes sociales. La reputación de Homero se ve afectada negativamente y se convierte en objeto de escarnio y persecución pública, lo que evidencia cómo el poder de los medios logra influir en la vida de una persona y cómo una acusación (falsa) basada en la autoridad que emana de la lógica victimista puede causar estragos y destrucción.

Aquí es donde Crítica de la víctima, de Giglioli, puede ponerse en juego con el episodio de Los Simpsons. Su ensayo explora cómo la cultura de la victimización y la tendencia a atribuir la culpa automáticamente a un supuesto agresor puede llevar a una simplificación excesiva de los problemas sociales y, sobre todo, a idealizar la figura de la víctima como un asunto de orden sagrado e inalcanzable para la razón.

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De aquí que el ensayo proponga que las narrativas de la víctima deben pasar por el examen de la razón, la duda y la crítica, sin que ello exija la anulación de su condición y experiencias, pero sin asentir con reverencia frente a esta cultura en auge y evitando caer en las trampas de la sobreprotección y la victimización sin fundamento.

Es importante destacar que este ejercicio no pretende minimizar la importancia del feminismo y la lucha contra el acoso y el abuso, ni la de ningún otro grupo de víctimas. El feminismo, en su devenir histórico, busca la igualdad de género y la protección de los derechos de las mujeres, y es fundamental apoyar y creer a las víctimas de violencia y discriminación. No obstante, también es necesario tener un enfoque crítico y justo al evidenciar las sospechas para evitar la difamación y proteger la justicia, tal y como propone el tamiz filosófico de Daniele Giglioli.

Los aspectos peligrosos que podrían surgir de que algo tan poderoso como la víctima no pueda ni deba ser criticado, ni analizado a la luz de la razón, pueden ser aquellos instrumentos con que la política y el poder afiancen e imponen dinámicas injustas so pretexto de proteger o hablar en nombre de las víctimas, logrando así la movilización política como una estrategia de apoyo y solidaridad a una causa específica, y dando como resultado la legitimación de ese mismo poder, el control y la manipulación de la narrativa que facilita la polarización política y el aplastamiento de la pluralidad de voces.

El caso de Homero nos ofrece un ejemplo ilustrativo de cómo la política y el poder pueden aprovecharse de las narrativas de la víctima, en donde los únicos derechos existentes son aquellos que han sido arrebatados, es decir, los de la víctima o supuesta víctima.

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En el episodio Homero es acusado falsamente de agredir a la niñera al quitarle un dulce que se le había pegado en el trasero. Esta situación se convierte en una narrativa en la que Homero es retratado como el agresor, creando una imagen negativa de él ante la opinión pública. De manera similar, en el ámbito político, vemos cómo los líderes pueden manipular la narrativa de las víctimas para lograr sus propios objetivos, presentándose como defensores de los derechos de las víctimas y aprovechando la simpatía y el apoyo que esto genera. Esto refleja cómo la lógica de la victimización puede llevar a cabo una visión simplista y polarizada de los problemas sociales, dividiendo a la sociedad entre víctimas y agresores sin considerar las circunstancias específicas y la complejidad de cada caso. Esta dinámica también escala al mundo de la política y el poder, esta simplificación puede conducir a un enfoque binario de la realidad, sin tener en cuenta las múltiples dimensiones y matices de los problemas sociales, y más en una sociedad como la nuestra, siempre mediada por la televisión, la radio, las redes sociales, las pasiones patrioteras y los fervientes fundamentalismos ideológicos, en donde la realidad supera la ficción.

En el vasto universo de la cultura popular, Los Simpson se ha destacado por su capacidad para abordar temas complejos de manera satírica y reflexiva, e incluso para anticiparse a estos. Este capítulo nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cómo estas dinámicas se entrelazan con la Crítica de la víctima, de Daniele Giglioli, mientras busca desafiar las simplificaciones excesivas y fomentar una perspectiva más objetiva basada en la razón y la justicia.

Por Leydon Contreras Villadiego

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