Los sonidos de la ciudad cuando calla
El grupo Sound Machine Lab creó un proyecto de cartografías sonoras en el que mapearon a Medellín en medio del silencio de los primeros meses de confinamiento en la pandemia en un proyecto que llamaron “La ciudad sin nosotros”, que se presentó hasta abril en el Museo de Arte Moderno de Medellín.
Andrea Jaramillo Caro
Si alguna vez nos preguntamos ¿a qué suena una ciudad sin un alma en sus calles?, durante la pandemia por el covid-19 conocimos esta respuesta. Entre cuarentenas y confinamientos el mundo se detuvo, los sonidos de autos, tiendas, industrias y todo lo que conforma nuestro día a día cesaron para darles paso a otros elementos sonoros cuyo volumen se pierde entre la vida humana.
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Si alguna vez nos preguntamos ¿a qué suena una ciudad sin un alma en sus calles?, durante la pandemia por el covid-19 conocimos esta respuesta. Entre cuarentenas y confinamientos el mundo se detuvo, los sonidos de autos, tiendas, industrias y todo lo que conforma nuestro día a día cesaron para darles paso a otros elementos sonoros cuyo volumen se pierde entre la vida humana.
“El silencio de la pandemia visibilizó el sonido”, dice Luis Buitrago, director creativo del proyecto Sound Machine Lab en Medellín. Durante el 2020, Buitrago se dio a la tarea de grabar los sonidos de las que habían sido algunas de las partes más ruidosas de la Ciudad de la Eterna Primavera que, durante un tiempo, permanecieron en silencio. A esto le llamaron “La ciudad sin nosotros”, un proyecto en el que se interesaron por crear cartografías sonoras. “Las cartografías son una forma de contar alguna historia a través de la ubicación, de los mapas. En sonido les llaman paisajes sonoros, son fotos de sonido básicamente, y eso ahora ha tomado una fuerza muy poderosa”.
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Como diseñador de sonido, Buitrago no es ajeno a trabajar en esta área. Con la chispa de la curiosidad encendida decidió, junto con Daniel Santiago Achury Jaramillo, Carlos Duque Vélez, Juan Camilo Arango Moreno y Miguel Delgado Giraldo, grabar lugares que usualmente son calificados de ruidosos y en los que, durante ese momento en el tiempo, reinó el silencio.
En “La ciudad sin nosotros” crearon cartografías sonoras, a lo que se refieren como “un viaje sonoro que buscará ayudarte a expandir los sentidos y acercarte a la experiencia de la riqueza sonora de la ciudad de Medellín durante los primeros días de cuarentena en 2020, así como pensar en el efecto que tienen los ruidosos sonidos que generamos nosotros, los habitantes de este valle, en el ecosistema natural que habitamos”. En el proceso decidieron ir a lugares de Medellín como Parques del Río, la Plazuela de San Ignacio, la entrada al Parque Norte, el barrio Carlos E. Restrepo y el Mirador de Cristo en la Comuna 13, entre otros, a grabar. “Hay unas diferencias muy intensas, que es una conclusión obvia de esto, pero al poderla grabar y poner en una plataforma digital y con la técnica de grabación que utilizamos, ahí queda como una evidencia muy seria de que sí generamos una contaminación auditiva importante”.
La mayoría de las grabaciones las realizaron entre abril y mayo, durante ocho días estuvieron frecuentando estos lugares que no fueron elegidos al azar. “Lo que hicimos fue buscar en unos estudios del área metropolitana de Medellín que tienen mapas de calor, del ruido en la ciudad. Realmente el tema sí se ha estudiado, lo que pasa es que no se le ha prestado mucha atención, no hay una regulación que se respete. Seleccionamos esos mapas de calor e hicimos recorridos en cada uno de ellos. Quisimos ir a lugares muy urbanizados, pero también muy naturales”.
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Buitrago cuenta que después de grabar seleccionaron algunos de los sonidos registrados por el contenido, desde aves hasta pregoneros que venden frutas en la calle. El resultado final fue una serie de 25 grabaciones en diferentes partes de la ciudad. Lo que más resaltó para el equipo de “La ciudad sin nosotros” fue el claro dominio de los cantos de las aves sobre otros sonidos, a pesar de que no fueron los únicos que se escucharon. Buitrago y su equipo encontraron que “realmente la ciudad no estuvo sola del todo, ese silencio total no existe. Había mucha gente en la calle, sobre todo en los barrios populares, el confinamiento no fue total. La gente tenía que salir y había una especie de ambiente festivo, se mantuvo la tradición de esta ciudad de poner música duro. Grabando desde una parte de la Comuna 13 y un equipo de sonido a un kilómetro más o menos muy duro”.
Este proyecto tuvo su piloto de exhibición en 2021 en el centro cultural Casa Ninguno, donde por primera vez mostraron el resultado de las grabaciones y la edición que habían hecho el año anterior. Con cabinas telefónicas fabricadas para este evento en particular mostraron al público los sonidos poco escuchados de Medellín. Luego, en 2022, tuvieron la oportunidad de presentar los audios en el Museo de Arte Moderno de la capital antioqueña., cuando este decidió realizar una exhibición colectiva titulada “El pulso de la ciudad”, que estuvo abierta hasta abril de este año. Allí, en el ala central, entre los nichos que crean las columnas del edificio instalaron sus cabinas telefónicas para que, en vez de la voz de otra persona, se escucharan los sonidos del silencio.
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Entre las reacciones de la audiencia que pudieron evidenciar se encuentran, por un lado, a lo que el director creativo se refiere como “la memoria mental del sonido”, que era activada cuando las personas intentaban recordar o identificar de dónde proviene el sonido que escuchan “y hay otras personas que curiosamente también se devuelven en el tiempo y se acuerdan de qué les pasó en ese momento en el que se hizo la grabación”. Por otro lado, también vieron el caso contrario a este.
Buitrago opina que este ejercicio sirve para generar múltiples reflexiones respecto a las formas en las que habitamos las ciudades y cómo nos relacionamos con el medio ambiente en ellas. “La única forma que las personas encuentran para hacer frente a la cantidad de ruido a la que estamos sometidos es poniendo más volumen. Esto me genera una reflexión respecto a nuestro comportamiento, porque vivimos en una sociedad ruidosa y ese nivel de ruido permanente nos convierte en personas agresivas”.