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En una calle sórdida del barrio Santa Fe, foco de narcotráfico y prostitución en el corazón de la capital colombiana, decenas de estudiantes observan las extrañas piezas.
Melba León, de 62 años, acompaña vestida de bata blanca la visita por la antigua casa de dos plantas del doctor Alfredo León, su padre y fundador del museo en 1973. Con el apoyo de un grupo de investigadores, fue él quien recopiló las 500 piezas de la colección, la mayoría de ellas humanas y que pertenecían a facultades de medicina.
La mitad de los objetos están ahora expuestos en un gabinete de curiosidades que se ha convertido en la mayor colección de momias en el país, según la directora.
Es un lugar de “confluencia” entre los “espíritus del cementerio” de Bogotá (situado justo detrás del museo), el “barrio terrible” en el que se encuentra y “las energías de los cuerpos”, explica Melba León a los estudiantes de medicina y curiosos que visitan el museo.
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Según León, quien asegura que conversa con los objetos exhibidos, cuando los visitantes entran en las salas con sus teléfonos celulares o toman fotografías provocan un fenómeno sobrenatural. El “electromagnetismo positivo de los cuerpos” interfiere con los dispositivos “electronegativos” y entonces “titilan los bombillos” y “la casa se estremece”, asegura.
“Monstricos”
Hoy la casa está en “paz”, destaca su directora. Una veintena de estudiantes de enfermería ha venido a visitar esta caverna de Alí Babá de la anatomía humana.
Cuatro alumnas se quedan atónitas ante el cadáver momificado de un bebé siamés con dos cabezas. “Es una locura como el cuerpo es capaz de desformarse, de hacer mutaciones”, exclama una, antes de que el pequeño grupo comience a discutir sobre cómo separarlos.
Muy cerca, fetos deformes de unos quince centímetros cada uno enfilan en un anaquel. Las costillas sobresalen, los bracitos se contorsionan en gestos imposibles, la mitad inferior de uno de los cuerpos se deshace en una masa de vísceras ensangrentadas. Sus rostros se ven desesperados. Algunos parecen gritar a todo pulmón.
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Estos “monstricos” sufrieron malformaciones a causa del consumo de drogas o alcohol por parte de sus madres, o por endogamia, explica la guía en tono profesoral.
Algunos de los cuerpos han estado momificados desde hace 70 años. Pero aquí no hay vendajes: después de quitarles la grasa, los cuerpos o los fetos se recubren con diversas sustancias químicas que permiten su conservación.
El punto culminante de la visita es la exhibición de un medio cráneo sumergido en formol que revela todos los detalles del cerebro de un anciano. “Aquí es donde se desmaya todo el mundo”, advierte León.
Además del museo de anatomía de Bogotá, existen numerosas exposiciones de cadáveres como “Body Worlds”, la exposición itinerante más visitada del mundo. En 2019 hizo escala en la capital colombiana una muestra china similar titulada “Bodies: The Exhibition”.
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En Francia, como en otros países del mundo, estas exposiciones itinerantes de cadáveres humanos con fines comerciales están prohibidas, sobre todo por el dudoso origen de los cadáveres que venden las empresas chinas.