Los textiles de los antiguos andinos tejen un puente con el arte moderno en Nueva York
Los textiles de los antiguos andinos, entre ellos los incas, influyeron enormemente en el trabajo de las artistas modernas Anni Albers, Sheila Hicks, Lenore Tawney y Olga de Amaral, que tomaron sus técnicas y estructuras y las adaptaron con un enfoque innovador a sus propias piezas.
Alicia Sánchez Gómez - EFE
El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met) inauguró este lunes una nueva exposición que muestra que las artistas usaron los textiles de los Andes como modelo para hacer arte abstracto, basándose tanto en la cuadrícula como en las técnicas de la trama y la urdimbre que usaban los tejedores de la cordillera.
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Tejiendo la abstracción en el arte antiguo y moderno, se compone de más de 50 obras que exploran el lazo de unión entre los textiles de los antiguos artistas de los Andes y los trabajos de estas cuatro artífices modernas del siglo XX.
“Las similitudes entre las obras radican en entender la estructura como el punto de partida fundamental. A partir de ahí, el artista compone cosas diferentes, pero siempre con base en la idea de la cuadrícula y de cómo se determinan las formas geométricas”, explicó Iria Candela, comisaria de la muestra.
El recorrido del Met comienza en la cordillera, donde el espectador es recibido con varios textiles simples que datan de hace 1.500 años, época en que los andinos comenzaron a usar la urdimbre y la trama para "impulsar la invención de diseños abstractos y geométricos", indica Joanne Pillsbury, también comisaria de la exposición.
Los incas de los Andes, referentes del arte moderno
El protagonismo de los andinos en la muestra se centra en la época del imperio inca, un momento histórico en el que la abstracción geométrica en los textiles era especialmente notable; en esta área destaca un tejido ajedrezado que uno de los emperadores obsequió a sus soldados.
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"El imperio dominaba a otras culturas, a gente que hablaba otros idiomas. Este textil transmite una imagen de poder: no es necesario entender el quechua (el idioma del imperio) o su sistema religioso para comprender su mensaje", señala Pillsbury.
Los artistas de los Andes -casi todos de Perú, Argentina, Chile y Bolivia- usaban los textiles para transmitir mensajes e intercambiar ideas: muestra de ello es el 'quipu' que expone el museo, una composición de cuerdas que constituía el sistema de escritura de los incas.
"A través de los nudos y los colores, un quipucamaoc se encargaba de leer el quipu para mantener los archivos imperiales y recordar narrativas", explica Pillsbury.
Anni Albers, el lazo de unión entre los andinos y el arte moderno
El puente conector entre los Andes y el arte moderno del siglo XX es la artista alemana Anni Albers, perteneciente a la escuela Bauhaus y referente para las otras tres protagonistas de la exposición.
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En sus piezas, Albers crea modelos textiles pensados para ser aplicados en la producción en masa, atendiendo a los principios de la vanguardia, que defendía que el arte debía aplicarse a todos los ámbitos de la vida doméstica. En este sentido, destaca la tela Negro-blanco-amarillo, ideada para su aplicación industrial.
Sus sucesoras, las estadounidenses Hicks y Tawney y la colombiana Olga De Amaral, formaban parte del movimiento de arte textil (desarrollado durante los años 60 y 70) pero también miraban con admiración las telas de los artistas andinos.
Hicks desarrolló su propia práctica textil a partir del legado de los artistas de los Andes, aportando una visión más innovadora y caótica a las formas geométricas abstractas que plasma en una serie de piezas de pequeño tamaño llamadas Minimes, realizadas en su primer viaje a Suramérica en 1957.
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En el caso de Tawney, que a diferencia de Albers trabajaba con un propósito únicamente artístico, destacan dos largas estructuras que cuelgan del techo y que reflejan su práctica en aspectos más arquitectónicos y en el llamado tejido abierto.
Entre las piezas de Olga de Amaral sobresale un vibrante tapiz de colores verde, negro y amarillo en el que imita técnicas antiguas como la urdimbre y contrasta combinaciones de colores que evocan el estilo del artista Paul Klee, un pintor perteneciente a la Bauhaus.
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El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met) inauguró este lunes una nueva exposición que muestra que las artistas usaron los textiles de los Andes como modelo para hacer arte abstracto, basándose tanto en la cuadrícula como en las técnicas de la trama y la urdimbre que usaban los tejedores de la cordillera.
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“Las similitudes entre las obras radican en entender la estructura como el punto de partida fundamental. A partir de ahí, el artista compone cosas diferentes, pero siempre con base en la idea de la cuadrícula y de cómo se determinan las formas geométricas”, explicó Iria Candela, comisaria de la muestra.
El recorrido del Met comienza en la cordillera, donde el espectador es recibido con varios textiles simples que datan de hace 1.500 años, época en que los andinos comenzaron a usar la urdimbre y la trama para "impulsar la invención de diseños abstractos y geométricos", indica Joanne Pillsbury, también comisaria de la exposición.
Los incas de los Andes, referentes del arte moderno
El protagonismo de los andinos en la muestra se centra en la época del imperio inca, un momento histórico en el que la abstracción geométrica en los textiles era especialmente notable; en esta área destaca un tejido ajedrezado que uno de los emperadores obsequió a sus soldados.
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"El imperio dominaba a otras culturas, a gente que hablaba otros idiomas. Este textil transmite una imagen de poder: no es necesario entender el quechua (el idioma del imperio) o su sistema religioso para comprender su mensaje", señala Pillsbury.
Los artistas de los Andes -casi todos de Perú, Argentina, Chile y Bolivia- usaban los textiles para transmitir mensajes e intercambiar ideas: muestra de ello es el 'quipu' que expone el museo, una composición de cuerdas que constituía el sistema de escritura de los incas.
"A través de los nudos y los colores, un quipucamaoc se encargaba de leer el quipu para mantener los archivos imperiales y recordar narrativas", explica Pillsbury.
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En sus piezas, Albers crea modelos textiles pensados para ser aplicados en la producción en masa, atendiendo a los principios de la vanguardia, que defendía que el arte debía aplicarse a todos los ámbitos de la vida doméstica. En este sentido, destaca la tela Negro-blanco-amarillo, ideada para su aplicación industrial.
Sus sucesoras, las estadounidenses Hicks y Tawney y la colombiana Olga De Amaral, formaban parte del movimiento de arte textil (desarrollado durante los años 60 y 70) pero también miraban con admiración las telas de los artistas andinos.
Hicks desarrolló su propia práctica textil a partir del legado de los artistas de los Andes, aportando una visión más innovadora y caótica a las formas geométricas abstractas que plasma en una serie de piezas de pequeño tamaño llamadas Minimes, realizadas en su primer viaje a Suramérica en 1957.
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En el caso de Tawney, que a diferencia de Albers trabajaba con un propósito únicamente artístico, destacan dos largas estructuras que cuelgan del techo y que reflejan su práctica en aspectos más arquitectónicos y en el llamado tejido abierto.
Entre las piezas de Olga de Amaral sobresale un vibrante tapiz de colores verde, negro y amarillo en el que imita técnicas antiguas como la urdimbre y contrasta combinaciones de colores que evocan el estilo del artista Paul Klee, un pintor perteneciente a la Bauhaus.
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