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                                                                                                                                Los tres carnavales de Barranquilla

                                                                                                                                Durante los cuatro días de Carnaval, Barranquilla se transforma en muchas otras ciudades. El encuentro, esa posibilidad de acercarse en la diferencia, tiene el poder paradójico de ampliar el espacio.

                                                                                                                                Ángel Unfried

                                                                                                                                Cumbiamba del Carajo, una de las comparsas del Carnaval de Barranquilla.
                                                                                                                                Foto: Luis Eduardo Peña
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En 2010, Jaime Manrique Ardila volvió a leer esa pequeña novela que había escrito más de treinta años atrás y se encontró con un joven testamento de justicia social a través de la cumbia y el jolgorio: “Descubrí que durante esos días de carnaval, las barreras de clase se relajaban, y los prejuicios raciales eran imposibles de mantener cuando salía a flote que nuestro carnaval es una fiesta de hondas raíces africanas, y que la cultura barranquillera auténtica es más negra que blanca, más africana que indígena o española”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El profesor Alcides Dalgis preserva y comparte la historia de ese inmenso sur carnavalero, cuyos márgenes se han transformado, pero cuya identidad permanece intacta: “Desde 1857, Barranquilla se dividió en tres sectores primigenios: Barrio Centro, Barrio Abajo del Río y Barrio Arriba del Río. El desfile del Rey Momo comienza en Rebolo, pasa por Las Nieves y termina en Simón Bolívar. Este desfile nació en 1995, bajo el liderazgo de Bernardo Guzmán Medina, director de la cumbiamba el Gallo Giro; Osvaldo Mendoza, director de La Revoltosa, y Enrique Salcedo, experto en disfraces de Simón Bolívar; los tres conformaron la Asociación de Grupos Folclóricos del Atlántico y lideraron el proceso de retomar la figura del Rey Momo, que había sido central desde los inicios del Carnaval”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Alcides creció en las calles de Simón Bolívar; las mismas donde muchas décadas atrás empezó a escribirse la historia de aquella Barranquilla pionera de la aviación. La pista de aterrizaje en la que tuvo lugar el histórico vuelo de la aerolínea Scadta, es hoy un largo parque tachonado de canchas, en las cuales Milton Pacheco ha formado a generaciones de basquetbolistas y donde los hermanos Ariel e Iván Rene Valenciano comenzaron a patear un balón a ritmo de picós a principios de los años noventa.

                                                                                                                                El sur de Barranquilla es inmenso y absoluto, hasta el punto que el radiodifusor Jairo Pava se refería a su totalidad como Planeta Sur. Tendido desde las laderas de la Avenida Circunvalar, que al tiempo converge y dista de la Vía 40, hasta las inmediaciones de los vecinos municipios de Malambo, Galapa y Soledad, este planeta diverso abarca asentamientos negros como Nueva Colombia y completos microcosmos mestizos como La Paz. Allá vibra la arista más enraizada en África del triétnico Carnaval de Barranquilla.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos leer: España declara la lengua de señas como patrimonio inmaterial

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hasta hace muy poco, ese universo candente y musical era totalmente desconocido para los extranjeros y habitantes de otros barrios, quienes apenas se asomaban de reojo al regresar del aeropuerto camino a sus apartamentos en el norte. Sin embargo, en armonía con el acertado prólogo de Jaime Manrique Ardila, algunos barranquilleros comprometidos con reconocer su identidad han relajado las barreras sociales y emprendido un viaje de descubrimiento hacia las calles y desfiles del sur de la ciudad.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: La Secretaría de Cultura de Medellín no tendría recursos para la Feria de las Flores

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                                                                                                                                Estos efímeros espacios de encuentro no son propios de Barranquilla sino del Carnaval. Después del Miércoles de Ceniza, la ciudad vuelve a ver con desconfianza la casi improbable movilidad social. Además, no cabe duda de que es más fácil emprender el viaje de arriba hacia abajo. Acaso si tuvieran alguna razón para interesarse por ello, ¿podrían los maestros del sur acceder con la misma facilidad a los espacios del norte?

                                                                                                                                La Puntica No Ma’, hija de Disfrázate como quieras y matriz de la cual se desprendieron una serie de comparsas performáticas como La Nave y El Desacato, también ha emprendido el tránsito de un desfile del carnaval a otro. La decisión no ha sido voluntaria y responde a una serie de agridulces jornadas. Después de veinticinco años ininterrumpidos desfilando en la Batalla de Flores de la Vía 40, este sábado la colorida explosión erótica de La Puntica recorrerá la Carrera 44.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Abren convocatoria de Fomento y Estímulos para el Arte y la Cultura en Medellín

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                                                                                                                                El Carnaval de la 44 no solo se está nutriendo con los desplazamientos de comparsas al interior de la ciudad. Gracias a una decisión estratégica de Edgar Blanco Acevedo, este año la avenida –en cuyas orillas populosas habita La Troja, el estadio Romelio Martínez y La Tiendecita– recibirá a la comparsa Coco Balé del Carnaval de Turbo, Antioquia, y una carroza del Carnaval de Negros y Blancos, de Pasto. Para que esto último fuera posible fue necesaria tanta voluntad institucional como un par de cachetadas a la ingenua vanidad quillera.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En enero de 2024, Barranquilla miró por primera vez con interés auténtico, con admiración discreta –y con cule poco de envidia–, a otro carnaval colombiano. Las impactantes carrozas del Carnaval de Negros y Blancos y el bien orquestado despliegue de una tradición viva, sin estar empañada por un interminable collage de marcas, se volvieron tendencia en las redes sociales. Algunos barranquilleros aplaudieron esta expresión festiva que antes desconocían y otros, muchos, estallaron en furia ante el atrevimiento de que alguien pusiera en duda que el de Barranquilla es el mejor carnaval del país.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esta inofensiva comparsa de tweets y reels no llegó a mayores. Sin embargo, el alboroto digital de enero fue un espacio de catarsis para un pueblo cada vez más consciente de lo que ya no es un secreto a voces: el Carnaval de Barranquilla ha crecido exponencialmente a lo largo de los últimos 15 años y esa ampliación de visitantes, comparsas, marcas patrocinadoras y eventos alternativos ha supuesto una serie de transformaciones y desplazamientos que hacen eco de la idiosincrasia de la ciudad, de maneras que enriquecen a algunos y que no les gustan a muchos otros.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Carlos Niño Murcía, el escultor clandestino

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                                                                                                                                Para La Nave de los Locos, esa saturación de marcas y la disposición de los espectadores en la Vía 40 en función de las mismas estuvieron entre las razones para mudar su nave a la Calle 17: “la mercantilizacion del carnaval en el norte se basa en mostrar. Por ello, el desfile de la Vía 40 crea una separación que no es propia de los carnavales: en el teatro hay actor y espectador por separado, en cambio en el carnaval todxs somos actorxs”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sí. Todas las personas somos actores o actrices. Unas más que otras. En la portada de la citada novela de Jaime Manrique Ardila, aparece una foto del teatrero Darío Moreu disfrazado de un diablo trepado en zancos y ondeando un miembro tan grande que tiene que sostenerlo sobre su hombro. La crónica “La larga pena del sátiro alado”, publicada por Heriberto Fiorillo en la revista Diners en 2001, narra la denodada lucha de Moreu por defender ante la Policía su derecho a blandir ante el entonces presidente Andrés Pastrana esa inmensa verga roja incautada por las autoridades.

                                                                                                                                Moreu y Fiorillo no solo coincidieron en esta crónica, como personaje y autor, también fueron protagonistas de otros dos carnavales que han transformado a Barranquilla desde la reflexión y el teatro: La Carnavalada y el Carnaval de las Artes han criado a una nueva generación de barranquilleros levemente menos ignorantes, rescatados por estos esfuerzos independientes en medio de la desidia cultural de las instituciones oficiales.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En cuanto al sátiro alado, tanto el diablo como la verga y el disfraz son símbolos transversales a la mayoría de carnavales en el mundo. Ese espacio de excepción para la atenuación de las barreras sociales lo es también para los límites del conservadurismo pendejo, de la moralidad hipócrita, de las reglas inútiles y del miedo a la vergüenza. Como lo anota el libro de Jorge Enrique Soto El Diablo en la cultura popular del Caribe colombiano, ese desfogue pagano, que culmina con la redención cuaresmal del Miércoles de Ceniza, se vive por igual en New Orleans, Rio de Janeiro, Portobelo (Panamá), Galapa, Santo Tomás, Juan De Acosta, Puerto Colombia, Turbo y Salvador de Bahía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Precisamente desde Salvador de Bahía, al no poder contestar la llamada en medio del ruido de los tambores, el profesor barranquillero Luis Carlos Rincón Alba, me respondió con un paper de su colega Aurélie Godetm, de la Universidad de París. Detrás de las máscaras: la política del Carnaval plantea la pregunta en torno a la subversión del orden establecido desde dos orillas posibles: “¿El carnaval, y los rituales simbólicos de desorden funcionan como válvulas de escape que ayudan a reafirmar el statu quo exorcizando las tensiones sociales, o son eventos desafiantes que amenazan el orden predominante y fomentan la formación de una conciencia popular?”.

                                                                                                                                Quizá la respuesta sea una intuición que algunos asumimos con resignación desde la infancia y que late intensamente bajo el sol de la Vía 40, la carrera 44 y la calle 17: Barranquilla es mucho más clasista que racista, pero el racismo estructural dispone el estrato en un gradiente similar a la escala de grises.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Javier Moro: “Los migrantes son la muestra del fracaso de la revolución bolivariana”

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Amigo cachaco, amigo gringo, el Carnaval de Barranquilla es al menos tres carnavales urbanos y muchos otros, populares, rurales y ribereños. Todos ellos están hermanados por el desparpajo, la valentía política y la sensualidad desnuda; por el color que no pretende ocultar lo negro ni lo blanco; por los viejos obstinados de la tradición y los jóvenes rebeldes que la mantienen con vida; por el sudor de muchos, por el abrazo de todos y por las potentes aguas del portentoso río Magdalena.

                                                                                                                                Cumbiamba del Carajo, una de las comparsas del Carnaval de Barranquilla.
                                                                                                                                Foto: Luis Eduardo Peña
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En 2010, Jaime Manrique Ardila volvió a leer esa pequeña novela que había escrito más de treinta años atrás y se encontró con un joven testamento de justicia social a través de la cumbia y el jolgorio: “Descubrí que durante esos días de carnaval, las barreras de clase se relajaban, y los prejuicios raciales eran imposibles de mantener cuando salía a flote que nuestro carnaval es una fiesta de hondas raíces africanas, y que la cultura barranquillera auténtica es más negra que blanca, más africana que indígena o española”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El profesor Alcides Dalgis preserva y comparte la historia de ese inmenso sur carnavalero, cuyos márgenes se han transformado, pero cuya identidad permanece intacta: “Desde 1857, Barranquilla se dividió en tres sectores primigenios: Barrio Centro, Barrio Abajo del Río y Barrio Arriba del Río. El desfile del Rey Momo comienza en Rebolo, pasa por Las Nieves y termina en Simón Bolívar. Este desfile nació en 1995, bajo el liderazgo de Bernardo Guzmán Medina, director de la cumbiamba el Gallo Giro; Osvaldo Mendoza, director de La Revoltosa, y Enrique Salcedo, experto en disfraces de Simón Bolívar; los tres conformaron la Asociación de Grupos Folclóricos del Atlántico y lideraron el proceso de retomar la figura del Rey Momo, que había sido central desde los inicios del Carnaval”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Alcides creció en las calles de Simón Bolívar; las mismas donde muchas décadas atrás empezó a escribirse la historia de aquella Barranquilla pionera de la aviación. La pista de aterrizaje en la que tuvo lugar el histórico vuelo de la aerolínea Scadta, es hoy un largo parque tachonado de canchas, en las cuales Milton Pacheco ha formado a generaciones de basquetbolistas y donde los hermanos Ariel e Iván Rene Valenciano comenzaron a patear un balón a ritmo de picós a principios de los años noventa.

                                                                                                                                El sur de Barranquilla es inmenso y absoluto, hasta el punto que el radiodifusor Jairo Pava se refería a su totalidad como Planeta Sur. Tendido desde las laderas de la Avenida Circunvalar, que al tiempo converge y dista de la Vía 40, hasta las inmediaciones de los vecinos municipios de Malambo, Galapa y Soledad, este planeta diverso abarca asentamientos negros como Nueva Colombia y completos microcosmos mestizos como La Paz. Allá vibra la arista más enraizada en África del triétnico Carnaval de Barranquilla.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: La Secretaría de Cultura de Medellín no tendría recursos para la Feria de las Flores

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                                                                                                                                La Puntica No Ma’, hija de Disfrázate como quieras y matriz de la cual se desprendieron una serie de comparsas performáticas como La Nave y El Desacato, también ha emprendido el tránsito de un desfile del carnaval a otro. La decisión no ha sido voluntaria y responde a una serie de agridulces jornadas. Después de veinticinco años ininterrumpidos desfilando en la Batalla de Flores de la Vía 40, este sábado la colorida explosión erótica de La Puntica recorrerá la Carrera 44.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Abren convocatoria de Fomento y Estímulos para el Arte y la Cultura en Medellín

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: Carlos Niño Murcía, el escultor clandestino

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                                                                                                                                Para La Nave de los Locos, esa saturación de marcas y la disposición de los espectadores en la Vía 40 en función de las mismas estuvieron entre las razones para mudar su nave a la Calle 17: “la mercantilizacion del carnaval en el norte se basa en mostrar. Por ello, el desfile de la Vía 40 crea una separación que no es propia de los carnavales: en el teatro hay actor y espectador por separado, en cambio en el carnaval todxs somos actorxs”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sí. Todas las personas somos actores o actrices. Unas más que otras. En la portada de la citada novela de Jaime Manrique Ardila, aparece una foto del teatrero Darío Moreu disfrazado de un diablo trepado en zancos y ondeando un miembro tan grande que tiene que sostenerlo sobre su hombro. La crónica “La larga pena del sátiro alado”, publicada por Heriberto Fiorillo en la revista Diners en 2001, narra la denodada lucha de Moreu por defender ante la Policía su derecho a blandir ante el entonces presidente Andrés Pastrana esa inmensa verga roja incautada por las autoridades.

                                                                                                                                Moreu y Fiorillo no solo coincidieron en esta crónica, como personaje y autor, también fueron protagonistas de otros dos carnavales que han transformado a Barranquilla desde la reflexión y el teatro: La Carnavalada y el Carnaval de las Artes han criado a una nueva generación de barranquilleros levemente menos ignorantes, rescatados por estos esfuerzos independientes en medio de la desidia cultural de las instituciones oficiales.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Los papeles del Pentágono, ¿hasta dónde puede llegar un periodista? (Litigar para contar)

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En cuanto al sátiro alado, tanto el diablo como la verga y el disfraz son símbolos transversales a la mayoría de carnavales en el mundo. Ese espacio de excepción para la atenuación de las barreras sociales lo es también para los límites del conservadurismo pendejo, de la moralidad hipócrita, de las reglas inútiles y del miedo a la vergüenza. Como lo anota el libro de Jorge Enrique Soto El Diablo en la cultura popular del Caribe colombiano, ese desfogue pagano, que culmina con la redención cuaresmal del Miércoles de Ceniza, se vive por igual en New Orleans, Rio de Janeiro, Portobelo (Panamá), Galapa, Santo Tomás, Juan De Acosta, Puerto Colombia, Turbo y Salvador de Bahía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Precisamente desde Salvador de Bahía, al no poder contestar la llamada en medio del ruido de los tambores, el profesor barranquillero Luis Carlos Rincón Alba, me respondió con un paper de su colega Aurélie Godetm, de la Universidad de París. Detrás de las máscaras: la política del Carnaval plantea la pregunta en torno a la subversión del orden establecido desde dos orillas posibles: “¿El carnaval, y los rituales simbólicos de desorden funcionan como válvulas de escape que ayudan a reafirmar el statu quo exorcizando las tensiones sociales, o son eventos desafiantes que amenazan el orden predominante y fomentan la formación de una conciencia popular?”.

                                                                                                                                Quizá la respuesta sea una intuición que algunos asumimos con resignación desde la infancia y que late intensamente bajo el sol de la Vía 40, la carrera 44 y la calle 17: Barranquilla es mucho más clasista que racista, pero el racismo estructural dispone el estrato en un gradiente similar a la escala de grises.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Javier Moro: “Los migrantes son la muestra del fracaso de la revolución bolivariana”

                                                                                                                                Esa Barranquilla próspera y pujante, de malecones y efigies de vidrio, que otras ciudades colombianas aplauden como un estandarte del progreso, corresponde solo a un tercio de la ciudad y a un fragmento mínimo de la población: unos pocos menos quemados por el sol, aunque más cercanos al mar desde donde se ve borrosa la extorsión rampante que gobierna los otros dos tercios de la ciudad y a la que algunos responsabilizan por la muerte de Joselito Carnaval.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Amigo cachaco, amigo gringo, el Carnaval de Barranquilla es al menos tres carnavales urbanos y muchos otros, populares, rurales y ribereños. Todos ellos están hermanados por el desparpajo, la valentía política y la sensualidad desnuda; por el color que no pretende ocultar lo negro ni lo blanco; por los viejos obstinados de la tradición y los jóvenes rebeldes que la mantienen con vida; por el sudor de muchos, por el abrazo de todos y por las potentes aguas del portentoso río Magdalena.

                                                                                                                                Por Ángel Unfried

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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