Los versos de Amanda Gorman y las polémicas alrededor de las traducciones de su obra
La traducción al catalán y al neerlandés de La colina que ascendemos, versos que Amanda Gorman recitó en la posesión de Joe Biden, ha sido tema de discusión en estos días. El trabajo de Marieke Lucas Rijneveld y Víctor Obiols fue rechazado. En los medios se ha hablado de razones vinculadas a temas identitarios, políticos, e incluso se ha llegado a hablar de censura.
Marieke Lucas Rijneveld asumió la tarea de traducir al neerlandés La colina que ascendemos, de Amanda Gorman. Tras un conflicto en las redes sociales, donde Janice Deul, periodista y activista, argumentó que “para captar todos los matices de lo que significan esos poemas se tiene que ser negra, como negra es la americana: ‘Una artista joven, mujer e inapelablemente negra’”, Rijneveld renunció. A esto se suma el hecho de que la traducción al catalán, propuesta por Víctor Obiols, fue rechazada, bajo la idea de que “la agencia norteamericana de Gorman creía que su perfil no se ajustaba a lo que buscaban para la traducción de la obra”, según se lee en La Vanguardia.
En declaraciones a ese medio español, Ester Pujol, editora de Univers, sello editorial encargado de la traducción al catalán, dijo: “La agencia pide que la traducción la haga una mujer joven, activista, poeta, con experiencia como traductora y, preferentemente, afroamericana”. Se sabe que la casa editorial ya propuso un nombre nuevo para la traducción, pues la meta es lanzar el libro en catalán el mismo día que la versión en castellano, el 8 de abril.
Obiols ya tenía la traducción lista. El trabajo que comenzó hace tres semanas fue rechazado. En declaraciones de Lola Albornoz a El País, la editora de Lumen, sello que publicará las traducciones de los versos de la poeta al castellano, dijo: “Quizá lo que ha ocurrido con la traducción catalana tenga su raíz en el episodio de Holanda”. Y es que esta casa editorial no tuvo problemas con la elección de su traductora, Nuria Barrios. “Es lícito que un autor quiera aprobar a su traductor, de la misma manera que se aprueba o no una cubierta; es más, ocurre a menudo que los contratos especifiquen que quieren ver la traducción o tener la potestad de corregirla”. Frente a la postura del autor más allá de las cuestiones literarias, afirma al diario español: “No sé si es normal; a mí, no me ha pasado nunca, pero puede tener sentido en su caso porque las temáticas de esas peticiones están en el ADN mismo de su obra poética y son más comprensibles en países como EE. UU. u Holanda, donde hay una sensibilidad especial por la conflictividad racial existente”.
En un artículo escrito por Barrios en El País, reflexionando sobre lo sucedido, la escritora afirma: “La elección de Rijneveld había sido aprobada por Amanda Gorman, como mi elección y la de los otros 15 traductores. ¿Qué autoridad artística tenía Deul para cuestionar el criterio de Gorman? Ninguna: no había leído ni un solo verso de la traducción de Rijneveld. Deul se había investido del nuevo y temible poder de las redes sociales. Ella era el rostro visible de ese corifeo anónimo que, bajo la bandera del ‘derecho moral’, afianza su supremacía censora cada día que pasa. Para Deul la calidad de la traducción era lo de menos, lo que importaba era la identidad de la traductora: el color de su piel, su edad, su militancia”.
A lo largo del texto, Barrios hace énfasis en que lo ocurrido atenta contra la imaginación, la materia prima de la creación. Además, afirma que Deul no habla de traducción, sino de política. “Deul ha triunfado. El triunfo de Deul es catastrófico. Es la victoria del discurso identitario frente a la libertad creadora, de lo dado frente a la imaginación. Del orgullo de ser quien eres se ha pasado al imperativo, sujeto a penalización, de no ser otro que quien eres: nuestra piel convertida en camisa de fuerza. Pero el arte es híbrido, omnívoro, inapresable. Extirpar la imaginación de la traducción es someter el oficio a una lobotomía que hace imposible su ejercicio”. De ahí que la escritora madrileña afirme que lo sucedido no es una simple anécdota, sino un indicio de censura “en la traducción, en el arte, en la vida”.
Marieke Lucas Rijneveld asumió la tarea de traducir al neerlandés La colina que ascendemos, de Amanda Gorman. Tras un conflicto en las redes sociales, donde Janice Deul, periodista y activista, argumentó que “para captar todos los matices de lo que significan esos poemas se tiene que ser negra, como negra es la americana: ‘Una artista joven, mujer e inapelablemente negra’”, Rijneveld renunció. A esto se suma el hecho de que la traducción al catalán, propuesta por Víctor Obiols, fue rechazada, bajo la idea de que “la agencia norteamericana de Gorman creía que su perfil no se ajustaba a lo que buscaban para la traducción de la obra”, según se lee en La Vanguardia.
En declaraciones a ese medio español, Ester Pujol, editora de Univers, sello editorial encargado de la traducción al catalán, dijo: “La agencia pide que la traducción la haga una mujer joven, activista, poeta, con experiencia como traductora y, preferentemente, afroamericana”. Se sabe que la casa editorial ya propuso un nombre nuevo para la traducción, pues la meta es lanzar el libro en catalán el mismo día que la versión en castellano, el 8 de abril.
Obiols ya tenía la traducción lista. El trabajo que comenzó hace tres semanas fue rechazado. En declaraciones de Lola Albornoz a El País, la editora de Lumen, sello que publicará las traducciones de los versos de la poeta al castellano, dijo: “Quizá lo que ha ocurrido con la traducción catalana tenga su raíz en el episodio de Holanda”. Y es que esta casa editorial no tuvo problemas con la elección de su traductora, Nuria Barrios. “Es lícito que un autor quiera aprobar a su traductor, de la misma manera que se aprueba o no una cubierta; es más, ocurre a menudo que los contratos especifiquen que quieren ver la traducción o tener la potestad de corregirla”. Frente a la postura del autor más allá de las cuestiones literarias, afirma al diario español: “No sé si es normal; a mí, no me ha pasado nunca, pero puede tener sentido en su caso porque las temáticas de esas peticiones están en el ADN mismo de su obra poética y son más comprensibles en países como EE. UU. u Holanda, donde hay una sensibilidad especial por la conflictividad racial existente”.
En un artículo escrito por Barrios en El País, reflexionando sobre lo sucedido, la escritora afirma: “La elección de Rijneveld había sido aprobada por Amanda Gorman, como mi elección y la de los otros 15 traductores. ¿Qué autoridad artística tenía Deul para cuestionar el criterio de Gorman? Ninguna: no había leído ni un solo verso de la traducción de Rijneveld. Deul se había investido del nuevo y temible poder de las redes sociales. Ella era el rostro visible de ese corifeo anónimo que, bajo la bandera del ‘derecho moral’, afianza su supremacía censora cada día que pasa. Para Deul la calidad de la traducción era lo de menos, lo que importaba era la identidad de la traductora: el color de su piel, su edad, su militancia”.
A lo largo del texto, Barrios hace énfasis en que lo ocurrido atenta contra la imaginación, la materia prima de la creación. Además, afirma que Deul no habla de traducción, sino de política. “Deul ha triunfado. El triunfo de Deul es catastrófico. Es la victoria del discurso identitario frente a la libertad creadora, de lo dado frente a la imaginación. Del orgullo de ser quien eres se ha pasado al imperativo, sujeto a penalización, de no ser otro que quien eres: nuestra piel convertida en camisa de fuerza. Pero el arte es híbrido, omnívoro, inapresable. Extirpar la imaginación de la traducción es someter el oficio a una lobotomía que hace imposible su ejercicio”. De ahí que la escritora madrileña afirme que lo sucedido no es una simple anécdota, sino un indicio de censura “en la traducción, en el arte, en la vida”.